El lobby gay en la Iglesia: la plaga que nadie quiere erradicar

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La Iglesia de Cristo está siendo infiltrada. No es una teoría de la conspiración, no es una exageración apocalíptica: es un hecho visible y descarado.

El lobby gay ha calado hasta los cimientos de la barca de Pedro, y lo peor de todo es que muchos de los que deberían defender la doctrina con uñas y dientes han decidido mirar para otro lado, algunos incluso a la nuca ajena, cuando no son directamente cómplices de esta perversión.

Desde cardenales y obispos hasta sacerdotes, laicos y periodistas, todos parecen haber sucumbido a una narrativa que traiciona flagrantemente la enseñanza de la Iglesia. Nos hablan de «inclusión», «acogida» y «diversidad», pero omiten la parte más importante: la conversión.

Porque sí, se puede ser santo con tendencias homosexuales, pero no entregándose al pecado. No se puede servir a Dios con una doble vida, promoviendo el vicio mientras se lleva puesto el alzacuellos. Es simple: quien no quiere vivir conforme a la moral cristiana, que deje de usurpar los púlpitos.

La Escritura no deja espacio para la ambigüedad:

Hombre y mujer los creó» (Génesis 1,27),

Creced y multiplicaos» (Génesis 1,28),

No erréis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas heredarán el Reino de Dios» (1 Corintios 6,9-10).

Pero claro, hoy en día citar la Biblia es poco menos que un acto de terrorismo en ciertos círculos eclesiásticos. Prefieren hablar de «realidades nuevas», de «pastoral de acompañamiento» sin conversión, de «bendiciones» que no bendicen nada, sino que son un insulto a la Verdad.

Y mientras tanto, los fieles de a pie, aquellos que aún creen en la enseñanza de siempre, ven cómo su Iglesia se convierte en un circo progresista donde el pecado se reviste de virtud. La agenda LGTB no solo se ha infiltrado en la sociedad, sino que ha encontrado una cómoda residencia en los pasillos del Vaticano.

Seamos claros: no se trata de odio ni de discriminación, sino de fidelidad a la Palabra de Dios.

No se puede ser santo viviendo en pecado. No es posible que dos hombres se amen «eróticamente» y no terminen consumando sus deseos en la noche. No es posible que una Iglesia que se dice de Cristo bendiga lo que Dios ha definido como desordenado. Esto no es caridad, es traición.

Lo peor de todo es el silencio de quienes deberían hablar. Algunos obispos, esos que deberían ser baluartes de la fe, se han convertido en meros burócratas con mitra, incapaces de levantar la voz por miedo a la prensa, a las élites globalistas, al martirio de la opinión pública o simplemente porque han perdido la fe.

Pero la Iglesia no necesita administradores de lo políticamente correcto, sino pastores dispuestos a defender el rebaño contra los lobos, aunque eso les cueste el martirio, en cualquiera de sus formas.

No, ni Transformados ni Courage son anticonstitucionales en España. Decir lo contrario es una tergiversación interesada para demonizar a estos apostolados que, guste o no, tienen derecho a existir dentro de una sociedad que presume de libertad y pluralidad.

Ambos grupos ofrecen acompañamiento pastoral a personas con inclinaciones homosexuales que desean vivir en castidad, conforme a la moral de la Iglesia católica. No hay coerción, no hay imposición, no hay “terapias de conversión” en el sentido en que la progresía quiere venderlo. Lo que hay es un acompañamiento libremente aceptado por quienes buscan armonizar su vida con su fe. ¿O también esta progresía me va a imponer el acompañamiento espiritual que quiero para mi vida?

La Constitución Española, en su artículo 16, protege la libertad religiosa e ideológica. Si alguien elige seguir la enseñanza de la Iglesia y vivir en castidad, tiene todo el derecho a buscar apoyo en comunidades que compartan su visión. Impedirlo sería atentar contra la libertad individual y la libertad religiosa.

Pero claro, el problema es que a ciertos sectores no les basta con que su visión sea aceptada; quieren erradicar cualquier disidencia. Es el totalitarismo de la tolerancia: o piensas como ellos o eres un hereje moderno digno de ser cancelado.

Lo verdaderamente anticonstitucional sería prohibir o perseguir a Transformados y Courage. Porque si los católicos tienen derecho a vivir según su fe, entonces también tienen derecho a contar con acompañamiento para hacerlo. Lo demás es censura disfrazada de progresismo.

Es hora de despertar. Es hora de exigir claridad, firmeza y fidelidad a la doctrina. Es hora de decir basta. Porque si los pastores callan, las piedras gritarán. Y algunos ya estamos gritando.

Hasta amigos del Papa -eclesiásticos muy altos- dan señales preocupantes en su comportamiento y afinidades. ¿Y el Papa lo sabe? Me temo lo peor.

Por AURORA BUENDÍA.

MIÉRCOLES 29 DE ENERO DE 2025.

INFOVATICANA.

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