En el alma humana hay un agujero con el tamaño y la forma de Dios, pero los hombres intentan llenarlo con todo tipo de cosas sustitutivas. Eso explica el atractivo de la masonería para muchas personas, con sus pseudo-ritos, su pseudo-comunidad y su pseudo-espiritualidad.
En ese perfil parece encajar lo que cuenta Antonio Hernández Espinal (Sevilla, 1973), el jefe de estrategia de Pedro Sánchez en el PSOE, el hombre que está ahora preparando la campaña socialista para las elecciones andaluzas de 2022. Hernández, entrevistado con detalle en el digital El Español, habla de su pertenencia a la masonería como maestro masón.
«Cuando nació mi hija mayor, en 2005, sentí que me faltaba algo. Me había informado en Internet sobre la masonería. Había dos logias en Sevilla, y una no admitía entonces a mujeres, por lo que elegí la otra, la Logia Obreros de Hiram. Les escribí un correo electrónico sin mucha fe, pero me contestaron. Me explicaron cómo podía entrar y lo hice. Las personas que conocí me gustaron. Entré por curiosidad y por el momento vital en que estaba, con treinta y algo de años», explica este influyente «fontanero» de la más alta política española.
«Mi familia es católica y yo hice la comunión. Mi padre fue hermano mayor de la hermandad de Los Panaderos y mi abuela camarera de la Virgen. Pero mi aproximación a la Semana Santa es más profana que religiosa. Mi evolución me había llevado al agnosticismo. Estudié en la Escuela Francesa, que es de educación laica. El sistema francés te imprime carácter», detalla.
Su historia espiritual parece un fruto, pues, del peculiar laicismo militante de origen francés, que no se da en ningún otro país europeo. Pero también estudió en la Universidad Pontifica Comillas y no parece que le dejara mucha huella.
Venerable maestro… pero a las logias va poca gente
«Ascendí los tres escalones: aprendiz, compañero y maestro. Y una vez que llegas a maestro, te encargan que desempeñes «oficios» en el «taller», tareas en las reuniones. Me eligieron para ser Orador, que es quien cierra el discurso en los debates y es el guardián de la ley, quien interpreta los reglamentos y los estatutos», explica Hernández.
«Luego mis hermanos me nombraron Venerable Maestro, durante dos años, que es el límite máximo. Coincidió con el 30 aniversario de la reconstitución de la logia después de la dictadura. Éramos unos 40 miembros».
Explica en en España las ciudades con más masones son Madrid, Sevilla y Barcelona, pero la masonería está mucho menos extendida que en otros países. «En Inglaterra, Francia o Bélgica, vas a una tenida [reunión masónica] y hay doscientas personas, y en España lo normal es que vayan quince o veinte», explica.
Políticos masones que se lo dicen en privado
El maestro masón Antonio Hernández es hoy el jefe de la Unidad de Estrategia en el Gabinete de Presidencia del Gobierno y por tanto, persona de confianza de Pedro Sánchez. También es el nuevo secretario de Datos, Análisis y Prospectiva en el PSOE andaluz de Juan Espadas.
Conoce a «diputados, ministros, asesores y directores generales de distintos partidos», pasados y presentes, que le han revelado en privado ser masones. Pero que lo hayan reconocido en público sólo recuerda al que fue ministro socialista de Administraciones Públicas y de Educación y Ciencia, alcalde de Las Palmas y presidente de Canarias, Jerónimo Saavedra, nacido en 1936 (y homosexual reconocido).
Le gusta recordar que Diego Martínez Barrio, que fue el Presidente de la Segunda República de 1931 a 1936, era Gran Maestre de la Logia Regional del Mediodía y del Gran Oriente Español y que «celebraba las tenidas, las reuniones de la logia, aquí, en el patio de su casa», en el número 9 de la calle Lirio de Sevilla. Afirma que «los franceses de Napoleón» trajeron la masonería a Sevilla y que fueron masones el poeta Federico García Lorca o el periodista Manuel Chaves Nogales.
Antonio Hernández dejó de acudir a debates y rituales por falta de tiempo en 2018, para centrarse más en su trabajo como asesor de Pedro Sánchez.
Antonio Hernández, como asesor político ha trabajado también en campañas en países americanos; aquí visita Miami en 2015.
Masonería y política… ¿separadas?
Pese a su trabajo, afirma que la masonería y la política, al contrario de lo que critica que ocurrió en la Segunda República, deben estar «completamente separadas».
Y asegura que «el que se haga masón pensando que va a entrar en una red de poderosos se equivoca, porque no es un lobby de tráfico de influencias«.
Aunque quizá él, que trata con el Presidente del Gobierno, cuando habla de poderosos piensa en MUY poderosos: otras personas pueden considerar que ya les vale conectar con otros algo menos poderosos.
Explica que en España las logias locales se afilian a dos organizaciones distintas: la Gran Logia de España, que sería más tradicional, y la Gran Logia Simbólica Española, que fue la primera en admitir mujeres y que no exige a sus miembros creer en un «ser supremo» (tan vaporoso e inconcreto como se quiera), algo que siempre exigió la masonería tradicional. Esta es la de Antonio Hernández.
Masones en PSOE, PP, Ciudadanos… pero no en Vox
Dice que conoce masones «del PSOE, del PP, de Ciudadanos, del Partido Comunista»… pero no de Vox. Aunque dice que hay que separar masonería y política luego añade: «No conozco ningún caso de Vox ni de ningún partido de extrema derecha. Me extrañaría muchísimo que alguien de Vox pidiera el ingreso y lo aceptaran; su candidatura generaría mucho debate entre los hermanos, porque valores como la igualdad intrínsecos a la masonería no los tiene este partido. La noción humanista, la empatía con el inmigrante están ausentes del ideario de Vox», asegura. «Si alguien solicita entrar, habría que analizar cada caso», matiza.
Añade que no puede dar nombres de otros masones porque entre los masones «es una falta muy grave revelar la pertenencia de alguien» que quiere mantener el secreto. Asegura que Rodríguez Zapatero no es masón, pero sí que lo fue su abuelo.
Antonio Hernández no luce ningún emblema masón en España pero sí lo ha hecho en el extranjero, para conectar con otros. «Llevaba un pin en la solapa con una flor nomeolvides, como una margarita azul, que es un símbolo masón». Ese signo lo ayudaba a que masones locales lo reconocieran y se dirigieran a él.