El Evangelio nos recuerda que Dios nos ama

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el IV Domingo de Cuaresma

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

En este domingo escuchamos un fragmento del diálogo que Jesús tuvo con un visitante nocturno llamado Nicodemo. Recordemos que Nicodemo era maestro y cumplidor de la ley; era un judío respetado y practicante. Dentro del grupo de los fariseos destacaba por la interpretación de la ley y por su práctica, podemos decir, era un judío piadoso. La noticia sobre enseñanza y milagros del profeta de Galilea llegó a los oídos de los fariseos; Nicodemo tuvo que escuchar comentarios despectivos tales como un día dijo Natanael:

¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Sabemos que el grupo de escribas y fariseos era un grupo cerrado y defendía el culto del templo. No olvidemos que la causa que condujo a Jesús a la cruz fue precisamente la crítica que hizo del templo y sus instituciones.

Las noticias sobre el profeta de Galilea, lo que decía y hacía, debieron impactar a Nicodemo en lo más profundo de su corazón, surgieron deseos de verlo. Cuando estuvo Jesús en Jerusalén, se presentó la oportunidad, pero por su prudencia y por su relación con los fariseos, no quiso exponerse y por eso lo busca en medio de la oscuridad de la noche; sentía que aquellas tinieblas lo cubrían, no alcanza a ver que vivía en tinieblas y se acercaba a la luz. Practicaba una religión centrada en leyes y preceptos, concebía un Dios justiciero y Jesús le mostraría el Dios del amor y de la misericordia. Él vino desde la noche de un judaísmo que estaba vacío como aquellas vasijas en las bodas de Caná.

En aquella apacible noche, donde la oscuridad parecía normal, se da el encuentro entre el maestro de la ley y un campesino de Nazaret que para algunos era un profeta y estaba causando revuelo su enseñanza y los milagros que hacía. Jesús con calma lo va llevando paso a paso por ese camino del amor de Dios, que no deja de causar vértigo. Nicodemo se sabía perteneciente del pueblo elegido y uno de los mejores practicantes de la ley de Dios, pero existía esa inconformidad de que le faltaba algo. Acude al profeta de noche para captar aquella novedad que transforma a las personas; es conocedor de la ley, pero desea algo más.

Se mueve entre tinieblas, Jesús lo ira llevando paso a paso por el camino de la luz. Nicodemo representa a todo hombre que busca en las tinieblas un encuentro con Dios, para ello, tiene que salir de sus seguridades y creencias; debe caminar al encuentro de Jesús, que espera para conducirlo a la luz.

Quiero detenerme más en dos ideas claves que escuchamos en el Evangelio: El amor de Dios y la causa de la condenación del ser humano.

1ª. El amor de Dios: Nicodemo había aprendido que los judíos eran el pueblo elegido, por tanto, las demás razas estaban destinadas a la condenación. Pero Jesús le enseña que el amor de Dios no tiene límites, es tan grande que da a su propio Hijo para que el mundo se salve. Presenta un amor universal, no una raza o pueblo. Ningún pueblo puede acaparar el amor de Dios o sentirse que tiene la exclusiva. Como cristianos corremos el riesgo de sentir que Dios nos prefiere a nosotros. Podemos caer

en el engaño de que ese amor lo merecemos por ser practicantes, por acudir a Misa o rezar el rosario, por hacer obras de caridad; esa actitud del ‘merecimiento’, anula la gratuidad del amor de Dios, ya que sentimos que lo merecemos por nuestras obras. Jesús nos deja claro que Dios ama al mundo, así como es: inacabado, incierto, lleno de conflictos y contradicciones. Por ese amor, Dios hace un ‘regalo’ y éste es Jesús. Creer en el Hijo, es aceptar el regalo de amor, que no merecíamos, pero que sí necesitábamos; creer en el Hijo, es reconocernos enfermos y ver en Él nuestra medicina y nuestro médico; creer en el Hijo, es ver que su dolor es el espejo de nuestras heridas, pero a la vez, su gloria es anuncio de nuestro destino hacia Dios. Así pues, Jesús viene al mundo no para juzgarlo, sino para que el mundo se salve por Él. Hermanos, no debemos condenar a nadie, nuestro mensaje debe ser un mensaje de amor a los demás, sólo sintiéndonos amados podremos dar el paso a la conversión, al amor que salva. Hermanos, cuaresma es el amor de Dios que se multiplica, que se desborda y se hace realmente escalofriante en ese Jesús que hace de la cruz un auténtico surtidor de amor.

2ª. La causa de la condenación: Jesús fue enviado para que el mundo se salve por Él; no olvidemos que el ser humano es libre, puede acoger ese amor o lo puede rechazar. Nadie nos fuerza, somos nosotros los que tenemos que decidir. Pero la luz ha venido al mundo a iluminar las tinieblas; aquí la pregunta sería: ¿Por qué rechazamos la luz que nos viene de Cristo? Esa luz surge del Cristo crucificado. El Evangelista Juan presenta el simbolismo de la luz desde el prólogo; desde un inicio muestra el rechazo que se tiene a esa luz que es Jesús. A Nicodemo se lo dice claro: “Esta es la causa de la condenación: vino la luz al mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas”. El ser humano siempre ha tratado de ocultarse en la oscuridad para realizar aquellas cosas malas, pero Dios siempre será luz para el caminar del hombre, y si Dios no es luminosidad para algunos, tal vez sea porque los ojos de esas personas, hace mucho tiempo que viven ciegos por lo artificial. ¿Por qué será que con frecuencia los cristianos, nos dejamos convencer por aquellos que viven en la oscuridad de la mentira, como si Dios no existiera y pretenden que vivamos al amparo de las ideologías dominantes?.

Hermanos, el Evangelio nos recuerda que Dios nos ama, y por su gran amor, nos envió a su Hijo al mundo; su Hijo que es luz para iluminar nuestras tinieblas del error y del pecado. Desea iluminar nuestro camino, pero Dios en su gran bondad respeta nuestra libertad, así que esa oferta de amor la podemos acoger o rechazar. Analicemos si la hemos acogido, por ejemplo: ¿Ya me confesé en esta cuaresma? ¿Estoy en la lucha por ser mejor?

¿Estoy caminando con la luz que me proporciona Jesús? De lo contrario, con nuestra indiferencia seguiremos en nuestras tinieblas, y aunque con palabras digamos que vamos a Misa y vivimos la cuaresma, con nuestras actitudes estamos dándole la espalda a Dios y seguimos en el camino de tinieblas. Nicodemo permitió dar cabida en su corazón a la luz que Jesús le ofreció, ¿nosotros cuándo lo haremos?.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan