Enconado odio de la Revolución contra la fe: «¡Llevás 1800 años torturándonos!»

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Este 25 de noviembre de 2021 el Papa Francisco ha reconocido como mártires a 5 clérigos de entre los que fueron asesinados durante la Comuna de París hace 150 años. Se trata del padre paúl Henri Planchat y los cuatro padres de Picpus (la congregación de los Sagrados Corazones) Ladislao Radigue, Policarpe Tuffer, Marceline Rouchauzej y Frodoalde Tadieu.

Hace ciento cincuenta años tuvo lugar la Comuna de París, cuyo anticlericalismo fue creciendo a medida que se prolongaba. Aunque la historia oficial recuerda la terrible represión con la que fue sofocada, se suele olvidar que, en un clima de guerra civil, el arzobispo de París y varias decenas de sacerdotes y religiosos fueron asesinados en mayo de 1871 y tienen su causa de beatificación como mártires abierta, aunque también sometida a vaivenes eclesiásticos.

Yves Chiron los saca del olvido en el número 335 (abril de 2021) de La Nef.

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Los mártires de la Comuna

El hundimiento del Segundo Imperio fue repentino. El 19 de julio de 1870, tras una crisis diplomática, Francia declara la guerra a Prusia. Tras la derrota de Sedan el 2 de septiembre, el emperador Napoleón III es hecho prisionero junto a 100.000 hombres. El 4 de septiembre, desde el balcón del Consistorio de París, León Gambetta proclama la República y anuncia la formación de un Gobierno de Defensa Nacional.

El rápido hundimiento del Imperio no se explica solo por la derrota militar, sino que revela también el carácter frágil de la adhesión al Imperio por parte de muchos.

Al día siguiente de la proclamación de la República, monseñor Georges Darboy, arzobispo de París, que había sido Gran Capellán del Imperio, se puso en contacto con los representantes del nuevo poder y dijo estar dispuesto «a prestar una colaboración leal al Gobierno de Defensa». Con ello manifestaba la actitud tradicional de la Iglesia, que reconoce los poderes establecidos, sean los que sean. Louis Veuillot [católico antiliberal], en su editorial de L’Univers, fue severo hacia el régimen que acababa de caer.

La guerra continuaba. Del 19 de septiembre de 1870 a principios de enero de 1871, París fue asediada por el enemigo, lo que le costará la vida a más de 10.000 civiles. El 28 de enero, París capituló y se firmó un armisticio en Versalles que duró 21 días. El 8 de febrero se celebraron elecciones, que dieron una mayoría monárquica y conservadora a la Asamblea Nacional, reunida en Burdeos. Adolphe Thiers fue nombrado «jefe del poder ejecutivo provisional».

El 18 de marzo, una muchedumbre y varios regimientos de la Guardia Nacional iniciaron una insurrección contra el gobierno, rechazando el armisticio y reclamando una revolución social. El 28 de marzo se proclamó la Comuna de París, apoyada por algunas unidades militares (los Federados), y su gobierno se reunirá hasta el 28 de mayo, mientras que el gobierno legítimo, replegado en Versalles, tardará dos meses en recuperar la capital.

El anticlericalismo de la Comuna

La política de la Comuna estuvo marcada por una hostilidad cada vez mayor hacia los hombres de Iglesia.

Durante algunas semanas, «la vida religiosa fue, en conjunto, normal», incluidas las ceremonias del Domingo de Ramos, el 3 de abril [Stéphane Rials, Nouvelle histoire de Paris, t. 10, De Trochu à Thiers. 1870-1873, 1985, pág. 450]. Pero pronto empezarían las persecuciones y los problemas.

A partir del 2 de abril, la Comuna rompe el concordato de 1801 y emite un decreto que denuncia al clero como «cómplice de los crímenes de la monarquía contra la libertad», y proclama la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de los fondos para los distintos cultos y la desamortización de los bienes de las congregaciones religiosas.

En París el Estado ha dejado de remunerar al clero, se confiscan los bienes de la Iglesia y se prohíbe indirectamente toda enseñanza confesional. Los dos tercios de las iglesias parisinas son cerradas, saqueadas, vandalizadas o transformadas en prisiones, talleres o salas de reunión de los clubes políticos.

Este decreto sobre la Iglesia es seguido, muy pronto, por uno sobre los rehenes (5 de abril) que permite arrestar «a toda persona que sea acusada de complicidad con el gobierno de Versalles». En caso de ejecución de un combatiente capturado o de un partidario del gobierno de la Comuna, se ejecutarán, en represalia, «tres rehenes del pueblo de París». Numerosos sacerdotes y religiosos, más de trescientos, fueron encarcelados.

Monseñor Georges Darboy.

Monseñor Georges Darboy, arzobispo de París, arrestado y finalmente asesinado por las autoridades de la Comuna.

El arzobispo de París, monseñor Darboy, y su vicario general, el abate Lagarde, fueron arrestados y llevados a la prefectura de la policía para ser interrogados. Cuando estaba llevando a cabo el primer interrogatorio del arzobispo, el delegado de la Sûreté [seguridad pública] le lanzó: «Hace mil ochocientos años que ustedes nos encarcelan en la Bastilla y nos torturan». Estas palabras ilustran el anticlericalismo virulento y revanchista que animaba a muchos comuneros. Monseñor Darboy fue encarcelado primero en la Conciergerie y después en Mazas, no lejos de la Bastilla.

En diversas ocasiones se propuso a Thiers que intercambiara al prelado por el revolucionario socialista Auguste Blanqui, arrestado la víspera de la insurrección. Thiers siempre se negó.
El 21 de mayo, las tropas de Versalles empezaron a entrar en París, llena de barricadas. La reconquista estuvo acompañada de una represión brutal, que más adelante se conocerá como la «semana sangrienta«, del 21 al 28 de mayo.

En represalia, la Comuna ejecutó a los rehenes. El 22 de mayo, monseñor Darboy y trescientos rehenes fueron trasladados de la prisión de Mazas a la de Roquette. El 24 de mayo, seis de ellos fueron fusilados: monseñor Darboy; el abate Deguerry, párroco de la Madeleine; el abate Allard, capellán de las ambulancias; dos jesuitas, los padres Clerc y Ducoudray; y Louis-Bernard Bonjean, antiguo ministro de Napoleón III y presidente del Tribunal de casación.

Al día siguiente, cinco dominicos del Colegio de Arcueil (los padres Captier, Cotrault, Delhomme, Chateigneret y Bourard) y ochos laicos miembros del personal, todos ellos detenidos en Bicêtre, fueron trasladados a otra prisión. Durante el traslado fueron asesinados a tiros, en plena calle, en circunstancias que siguen siendo motivo de controversia [Jean-Antoine Girard, Le R.P. Captier et les Martyrs d’Arcueil (25 mai 1871), Spes, 1955]: «A los dominicos d’Arcueil se les disparó a la carrera, como si fueran liebres», escribirá Zola.

Mientras la reconquista de París por parte de Versalles sigue implacablemente con gran cantidad de ejecuciones sumarias, los comuneros incendian numerosos edificios públicos (sobre todo el Ayuntamiento) y dos iglesias (la capilla de las Tullerías y Notre-Dame de Bercy).

El 26 de mayo, cuarenta y nueve prisioneros de la Roquette son elegidos como rehenes. Se trata de 39 civiles y 10 eclesiásticos: los padres jesuitas Bengy, Caubert y Olivaint; el padre Planchat, hermano de la congregación de San Vicente de Paúl; los padres Radigue, Tuffier, Rouchouze y Tardieu, de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María (llamada de Picpus); el abate Sabatier, vicario de Notre-Dame de Lorette; y el seminarista Paul Seigneret. Una vez delante del mando del 2º sector, en la rue Haxo, todos fueron asesinados por la tropa o masacrados por la muchedumbre.

Masacre de la Comuna de París.

Masacre de rehenes en la Rue Haxo, el 26 de mayo de 1871. Foto: Le blog du Maître-chat Lully.

Otros tres eclesiásticos fueron ejecutados el 27 de mayo: monseñor Surat, archidiácono de Notre-Dame de París; el abate Bécourt, párroco de Notre-Dame de Bonne Nouvelle; y el padre Houillon, de las Misiones Extranjeras de París. Mientras tanto, las tropas versallescas asaltaban el [parque] Buttes-Chaumont y entraban en el [cementerio] Père-Lachaise, donde se habían replegado unos 200 federados. Tras un violento combate, los 147 federados que sobrevivieron fueron fusilados.

El 29 de mayo, los últimos federados atrincherados en el fuerte de Vincennes se rindieron. Siguió una fuerte represión: miles de insurgentes fueron ejecutados sin juicio previo o tras un veredicto de los tribunales prebostales creados a partir del 23 de mayo. También hubo 4.500 condenas a trabajos forzados o a la deportación.

Muertos por odio a la fe

Con ocasión de los funerales nacionales de monseñor Darboy, el 17 de junio de 1871, en su ataúd se había puesto una placa con estas palabras: «Fusilado por la insurrección por odio a la fe«. En conmemoración de la masacre de la rue Haxo, en 1894 se edificó una primera capilla que más tarde se convertirá en la parroquia de Notre-Dame des Otages [Nuestra Señora de los Rehenes].

En 1897 se abrió un proceso informativo para la beatificación como mártires del padre Planchat y los cuatro padres de Picpus. En 1957, la Congregación de los Ritos decidió unir todas las causas relacionadas con los mártires de la Comuna. Pero a partir de 1968 [fecha de su nombramiento], monseñor Gabriel Marty, arzobispo de París, juzgó oportuno detener el estudio de la causa de monseñor Darboy, lo que detuvo también al resto de las causas.

En 2003, por consejo del cardenal Lustiger, los hermanos de San Vicente de Paúl y los padres de Picpus obtuvieron la reapertura separada de la causa de los cinco mártires. Se redactó una Positio que demostraba la realidad de su martirio. El 20 de octubre de 2020, un informe seguido del voto positivo de los historiadores asesores de la Congregación para la Causa de los Santos constituyó un nuevo avance en la causa de estos mártires [documento que me ha sido facilitado por el padre Jacques Benoist, a quien doy las gracias].

El domingo 30 de mayo de este año, en memoria de los mártires de la Comuna, monseñor Michel Aupetit, arzobispo de París, celebrará una misa en la parroquia de Notre-Dame des Otages.

 

ReL

Traducido por Elena Faccia Serrano.

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