El discipulado cristiano

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Ser discípulo de Cristo comporta renuncias, sacrificios, conversión, comunión y misión. El discípulo siempre debe estar en camino, servir como Cristo sirvió y entregar la vida, a ejemplo del Maestro. Veamos. 

1. «Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío».

La cruz es el símbolo del cristiano, quien habiendo conocido la persona de Jesús, decide seguirlo y configurar su vida con la de Cristo. Es un proceso gradual y progresivo, que implica una conversión interior, una aceptación de su proyecto y una decisión de seguirlo. Pero no podemos seguir a quien no amamos, por ello, seguir a Cristo implica iniciar un proceso de amistad y de amor. El camino de la Cruz es el camino de la Pasión y Muerte de Cristo, que inicia en el huerto de los Olivos y termina en el Gólgota. La Cruz es un proyecto de vida, basado en la salvación y la redención de Cristo, que implica un proceso de purificación (bautismo), de conversión (reconciliación) y de vida nueva (Resurrección). La cruz de cada día no solo es sufrimiento y dolor, sino también es amor, vida y libertad. Describe tu cruz.

2. « ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?»

La planeación es una de las etapas básicas para la ejecución de un proyecto. Planear es prever el futuro e incidir en él. Un plan es una herramienta pastoral, donde se describe la realidad socio eclesial, la cual es confrontada con la Sagrada Escritura y el Magisterio, para poder detectar los desafíos pastorales que ella arroja. El plan implica elaborar objetivos pastorales, los cuales se ejecutarán por medio de políticas y estrategias eclesiales, concretizadas en un programa con metas y actividades. Al decidir ejecutar tal o cual actividad, es necesario prever los responsables, la fecha, el lugar y la asignación de recursos. Aquí es donde el Evangelio centra su tema: en construir en base a un plan, que tome en cuenta los tiempos, los costos, las personas y los materiales.  Un plan bien diseñado toma en cuenta hasta los más mínimos detalles del proyecto. No debemos olvidar nada, ni dar por supuesto nada. Debemos de prever hasta lo imprevisible. ¿Cuál es tu plan?

3. «Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

La renuncia siempre implica nuevos horizontes, nuevas emociones y nuevas actitudes, que te hacen crecer, avanzar y madurar. Por eso, no debemos tener miedo dejar atrás las cosas materiales, los placeres mundanos y las actitudes egoístas; pues ellas nos impiden ver con claridad la hermosura de la vida, avanzar hacia la felicidad verdadera y entrar en la comunión plena con Dios. Todo lo que no es esencial debe quedar atrás, y sólo lo que te permite realizarte como persona debe permanecer contigo: como la fe, la ética, los valores, los hábitos buenos, las actitudes constructivas, tu dignidad de hijo y el amor de Dios. A final de cuentas, no solo somos seres materiales sino también espirituales, por lo cual, los bienes materiales nunca nos dejarán totalmente satisfechos. Busquemos por ello los bienes eternos. Tú ¿a qué has renunciado?

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