El cuadro clínico complejo

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No podía resultar más sintomático el último comunicado sobre la situación hospitalaria del papa Francisco:presenta un cuadro clínico complejo”.

Esta vez, la sinuosidad vaticana alcanzaba niveles melodramáticos. El tradicional lenguaje eufemístico lograba el efecto contrario: la bronquitis de un anciano pasaba a ser una compleja situación respiratoria que requería una hospitalización adecuada. ¡Saltaban las alarmas!

Nada se ha avanzado en los últimos años en cuanto a la transparencia informativa sobre la salud del romano pontífice. Seguimos con el hermetismo de los tiempos de Sor Pascalina y el arquiatra pontificio que erraba con la terapia. ¡Qué diferencia con aquellos partes del equipo médico habitual de Franco que nos detallaban hasta sus heces en forma de melena! No obstante, el estado clínico define a la perfección la situación de la Iglesia y del mundo en general.

Efectivamente, se mire por donde se mire, el mundo que nos toca vivir es un cuadro clínico complejo.

Parece incluso que en este invierno se hubiese desatado la tormenta.

El pacto Trump-Putin que va a sacrificar Ucrania y esa Europa desnortada, sin tan siquiera un líder reconocible, va a coincidir con el cuadro clínico del Gemelli.

  • La vieja Europa puede sufrir un golpe que todavía lastre más su preocupante situación actual.
  • Un continente decadente,
  • con una demografía por los suelos,
  • sin referentes sólidos,
  • absolutamente indiferente ante la religión cristiana que constituyó su verdadera raíz.

Frente a esto dos personajes insufribles y arrogantes como Trump y Putin dispuestos a repartirse esas migajas. Y junto a ellos un puñado de ingenuos que piensan que las bases cristianas de estos dos pájaros son tan sólidas que estamos asistiendo a un nuevo renacer de la Cristiandad. ¡Vana ilusión!

Nos hallamos ante un cuadro clínico complejo y ante un final de papado, en el que quien más quien menos lleva tiempo tomando posiciones, Inevitables con un papa de 88 años con la salud cada vez más mermada y que va en silla de ruedas.

Posiciones que ha tomado el propio Francisco con los nombramientos de un colegio cardenalicio a su imagen y semejanza.

  • Y posiciones que nos pillan en España con la primacía del cardenal Cobo, como hombre privilegiado por el dedo papal, en recambio de un cardenal Omella que este abril va a cumplir 79 años, sin que tan siquiera se haya iniciado su proceso de remoción.
  • Por otra parte, todas las noticias indican que el nuncio está con las maletas hechas, lo cual puede incidir en un estado de desgobierno absoluto en el mapa episcopal español. Y con la sucesión de Barcelona que nadie sabe por dónde va a ir.

Un cuadro clínico complejo en la vieja Europa y en esta vieja España nuestra.

  • Una España en la que han caído vertiginosamente los índices de vida sacramental.
  • Un país con grandes colegios religiosos de los que no sale ni una vocación sacerdotal.
  • Un país en el que de los escasos niños que nacen pocos son bautizados,
  • en que el matrimonio canónico ha pasado a ser anecdótico
  • y en el que incluso los funerales laicos están cerca de sobrepasar el número de los religiosos.

De aquellas dos Españas (la católica y la anticlerical) hemos pasado a una sola España indiferente, cuando no ignorante, de la fe de sus mayores. Una catolicidad de la que solo va a quedar un inmenso patrimonio religioso que vamos a ver cómo se mantiene en el futuro.

Ciertamente, no ha podido ser más preclara la definición del cuadro clínico.

Extrapolable del estado individual del Papa al estado general tanto del mundo como de la Iglesia, con especial hincapié en este Occidente en el que nos ha tocado vivir, el cual está cayendo por el despeñadero. Solo cabe esperar que la futura elección papal no caiga por esos derroteros. Ha habido ocasiones, pienso en la más cercana de 1978, en que la Iglesia se ha sabido adelantar a los acontecimientos. ¡Dios quiera que esta vez fuese así!

Por ORIOL TRILLAS.

MARTES 18 DE FEBRERO DE 2024.

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