El centro de la Iglesia es Jesucristo y su Reino, recuerda monseñor Sigifredo Noriega Barceló. Y la Virgen María nos lleva a Él

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Mucho se ha discutido durante los últimos meses sobre los diversos ámbitos de la vida personal, familiar, escolar, eclesial y social. La experiencia desconcertante que hemos vivido nos empieza a sacar de la rutina de la costumbre y de lo sabido. Seguimos aprendiendo a distinguir entre presencias y presencias, ausencias y evasiones. El caso es que los modelos de cercanía y/o lejanía han dado un vuelco que no imaginamos hace dos años. Esperamos que sea para bien y así crezcamos en la salud de las relaciones con Dios, los demás y la creación.

Las presencias han ido ganando terreno durante estos meses que apuntan hacia el otoño e invierno de 2021. Me refiero a presencias físicas, emocionales, afectivas, lúdicas, festivas, espirituales, moralesen modo ciber, híbrido, virtual… con los debidos protocolos. Nos sentimos con menos miedos paralizantes y con la necesidad de salir al encuentro de nuevas realidades, ya sin el temor a contagios y con la oportunidad de explorar nuevas normalidades.

La misión de la Iglesia se juega en las parroquias, decanatos y los diferentes centros, escenarios y ámbitos donde se entrega la vida cada día. Nuestra presencia (sin adjetivos ni adverbios de modo) en la renovación de estructuras, instituciones y procesos es y va a ser determinante en el rumbo al que nos conduzca el Espíritu Santo.

La presencia virtual poco a poco va conquistando certidumbres y concertaciones sin arriesgar la salud de unos y otros.

El mes de octubre nos acerca -entre otras- a dos presencias que miran al corazón de la Iglesia:

  • La Virgen María en su advocación y práctica del Rosario
  • Y la misión de la Iglesia que se traduce en misiones concretas y permanentes.

Si bien el centro de la Iglesia es Jesucristo y su Reino, la presencia maternal y amorosa de María nos lleva a Él y las misiones nos lanzan a ser sus testigos en todos los rincones de la vida. El tipo de presencia no importa tanto siempre y cuando brote de la fe, la esperanza y la caridad. Estas presencias alimentan diariamente nuestra presencia: aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

El proceso sinodal diocesano sigue necesitando de nuestra presencia cercana, alegre misionera, comprometida, planeada. En el mes de octubre seguimos escuchando al Espíritu Santo y escuchándonos entre los agentes de pastoral; ésta pone su atención en los modos como nuestra Iglesia Diocesana va a ‘aterrizar’ las opciones pastorales que hemos discernido y decidido ante los tremendos desafíos que tenemos.

+Sigifredo Noriega Barceló.

Obispo de Zacatecas.

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