Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Con la pandemia, les dijo el Papa a los farmacéuticos, ha cambiado y cambiará la forma de planificar, organizar y gestionar la salud y la asistencia sanitaria. Al respecto, el Pontífice les indicó tres caminos en los que continuar sus esfuerzos.
La rutina diaria y el servicio del farmacéutico
Retomando la figura del posadero en la parábola del buen samaritano: cuando se le pide al posadero que acoja al herido y lo cuide hasta que vuelva el samaritano, Francisco ve los dos “aspectos significativos del trabajo del farmacéutico de hospital”: la rutina diaria y el servicio oculto. Aspectos que requieren paciencia, constancia y precisión, añadió, pero tienen poca visibilidad. Por eso, aconsejó:
“Si van acompañadas de la oración y el amor, generan la «santidad de la vida cotidiana». Porque sin la oración y el amor -como bien saben- esta rutina se vuelve árida”.
La profesionalidad
La segunda vía se refiere a la dimensión específica del farmacéutico de hospital, es decir, su profesionalidad, su especialización de postgrado. Junto con el clínico, les recodó Francisco, es el farmacéutico de hospital quien investiga, experimenta, propone nuevas vías; siempre en contacto inmediato con el paciente. Y agregó:
“Se trata de la capacidad de comprender la enfermedad y el paciente, de personalizar los medicamentos y las dosis, y de enfrentarse a veces a las situaciones clínicas más complejas. De hecho, el farmacéutico puede tener en cuenta los efectos globales, que son más que la suma de los medicamentos individuales para las diferentes enfermedades. A veces -según la estructura- hay un encuentro con el enfermo, otras veces la farmacia del hospital es uno de los departamentos invisibles que hace que todo funcione, pero la persona siempre es la destinataria de sus cuidados”.
La ética
La tercera vía que aconseja el Papa es la dimensión ética de la profesión, en dos aspectos: el personal y el social.
A nivel individual, el farmacéutico señaló el Pontífice, utiliza sustancias medicinales que pueden convertirse en venenos. por tanto, les pidió una vigilancia constante, para que el objetivo sea siempre la vida del paciente en su totalidad. Como profesionales de la salud, siempre están al servicio de la vida humana, y ésto les implica, afirmó el Papa:
«En algunos casos la objeción de conciencia, que no es deslealtad, sino por el contrario fidelidad a su profesión, si está válidamente motivada. También significa denunciar las injusticias cometidas contra la vida inocente e indefensa. Es un tema muy delicado, que requiere tanto una gran competencia como una gran rectitud».
Al respecto Francisco se refiere al tema del aborto en particular: es un asesinato y no es lícito hacerse cómplice, les aseveró, y es deber de cada uno estar «cerca de las situaciones, especialmente de las mujeres, para no llegar a pensar en la solución del aborto, porque en realidad no es la solución».
A nivel de justicia social: «Las estrategias sanitarias, orientadas a la búsqueda de la justicia y el bien común, deben ser económica y éticamente sostenibles». Al respecto, el Papa les confirmó que el país, en el Servicio Nacional de Salud italiano se concede gran importancia al acceso universal a la asistencia, pero el farmacéutico -incluso en las jerarquías de gestión y administración- no es un mero ejecutor, les señaló y agregó:
«Por lo tanto, los criterios de gestión y financieros no son el único elemento a tener en cuenta. La cultura del rechazo no debe afectar a su profesión. Y este es otro ámbito en el que debemos estar siempre atentos. «Dios, nuestro Padre, ha dado la tarea de cuidar la tierra no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres. ¡Tenemos esta tarea!»
En cambio, la humanidad es sacrificada a los «ídolos del beneficio y el consumo: es la «cultura del despilfarro»». Una observación, que el Papa dijo se aplica no sólo sobre el medio ambiente sino sobre todo a la salud humana y enfatizó que:
«La gestión de los recursos y el cuidado de no desperdiciar lo que se confía a las manos de cada farmacéutico adquiere una importancia no sólo económica sino también ética. Pensamos en la atención al detalle, la compra y el almacenamiento de los productos, su uso correcto y su destino a los que lo necesitan con urgencia. Pensamos en la relación con los distintos operadores -los celadores, las enfermeras, los médicos y los anestesistas- y con las estructuras implicadas. Todo esto puede identificarse, antes que los protocolos de gestión y los procesos logísticos, en ese «protocolo ético» que todos están llamados a cumplir en conciencia».
Por último, después de guiarlos en estos tres caminos, les dio un último consejo, que para Francisco es el más importante: Que cada uno lleve consigo un pequeño evangelio y lo lean durante el día, tomando 10 minutos de su tiempop, porque es necesario, y añadió: «sin el agua viva del Evangelio no podemos caminar; la vida cotidiana se vuelve árida y hasta el corazón corre el riesgo de secarse. En cambio, el Evangelio sacia nuestra sed».