Dos emisarios rusos y una cuenta fantasma del Banco Vaticano, también emergen en el juicio al cardenal

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Si el Palazzaccio llora, el Vaticano no ríe

Mientras se discute la justicia en Italia, en Oltretevere se lleva a cabo un vergonzoso juicio contra el cardenal Angelo Becciu, acusado de una andanada de crímenes sin la menor prueba.

 

Ayer finalizó el segundo asalto del enfrentamiento entre el cardenal y el adjunto Promotor de Justicia, el abogado Alessandro Diddi. Pero cuanto más Becciu mostraba inocencia por tabulas hasta con algún comprensible «no me acuerdo» motivado por el estrés y la distancia de los hechos, más la Promotora lo presionaba con acusaciones y provocaciones («hace como que no se acuerda»), desatando la irritación, no sólo de sus abogados Fabio Viglione y Maria Concetta Marzo, sino también del presidente de la corte vaticana Giuseppe Pignatone, obligado repetidamente a regañar al acusador por interrogatorio, lleno de rumores, de consideraciones personales y cuestiones ajenas a los cargos.

 

Un interrogatorio tan ejos de la aplicación ortodoxa del canon jurídico vaticano, que Becciu lo lamentó:

 

Las preguntas han lesionado mi dignidad sacerdotal y mi honestidad personal”.

Algunas ´preguntas, de hecho, se basaron en documentos no atribuibles al cardenal, destinados únicamente a desacreditar a éste. Pero a pesar de que se han sondeado los documentos más periféricos, no consta que ni Becciu ni alguno de sus familiares se embolsara un euro de los peniques de San Pedro, y mucho menos que los fondos destinados a la diócesis de Ozieri fueran destinados a otra cosa que no fueran obras de caridad, (una panadería y un centro multifuncional con vocación social).

 

En cuanto a la operación de Sloane Avenue y la compraventa del edificio de Londres, Becciu reiteró que había revisado «siempre con el máximo rigor» los documentos «analizados e instruidos por monseñor Alberto Perlasca», quien inició una acción civil porque habría sido sobornado por Becciu, quien en cambio reiteró la «absoluta falta de fundamento de la acusación».

Cardenal Becciu.

 

De hecho, todas las decisiones estratégicas de inversión, que Becciu se habría limitado a firmar, fueron encabezadas por Perlasca, el titular del despacho administrativo, el único de la Secretaría de Estado facultado para instruir, evaluar y dar validez o no a una hipótesis de inversión.

 

Entre otras cosas, la Secretaría de Estado es completamente autónoma desde el punto de vista financiero. Por lo tanto, el auditor general Libero Milone, otro acusador de Becciu, fue destituido directamente por el Papa por haber realizado actividades de investigación no autorizadas.

 

Pero si Perlasca fue investigado y luego exonerado -razonan los abogados- y si fue él quien instruyó expedientes, identificó negocios y los presentó en reverencia a la firma, ¿cómo puede quedar en pie la acusación contra Becciu?”.

 

Pues ayer el mismo Perlasca, que comparecía en la sala en el nuevo rol de parte civil, fue expulsado de la sala por ser testigo. Pero ¿por qué apareció? ¿Quizás quería presenciar el interrogatorio de su antiguo superior? 

 

En cuanto a la polémica cuestión de la relación entre Becciu y Cecilia Marogna, el cardenal aclaró el carácter institucional del encargo vinculado a la liberación de una monja, barriendo también las inferencias sobre la pernoctación en su residencia romana: el ex gerente sardo que colaboró ​​con los servicios («Pero no puedo decir más sobre la operación», dice Becciu) se detuvo a petición de las monjas que asisten al cardenal en la casa. “’Tiene problemas con los hoteles’, me dijeron. Estábamos en plena pandemia. La encontré a la mañana siguiente en el desayuno y luego se fue.’ 

 

Aunque el Papa lo liberó del secreto vaticano, Becciu no quiso decir nada más “para proteger al Santo Padre, a la Santa Sede ya muchos misioneros en lugares peligrosos del mundo”.

 

Ayer, los defensores de Marogna presentaron un memorándum del que parecen haber surgido una cuenta fantasma del IOR (o Banco Vaticano) y dos emisarios fantasmas de Rusia, Goloschchapov Konstantin Veniaminovich y Lukjanov Vladimir Nikolayevich, meses en la Iglesia ortodoxa, tras un acuerdo entre Bergoglio y Kirill.

 

PorAvatar de Felice MantiFelice Mantí.

Il giornale.

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