Dichosos cuando los persigan por causa mía

- I V º Domingo del Tiempo Ordinario -

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

 Del santo Evangelio según san Mateo: 5,1-12

         En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo:

         “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos

los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

         Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será  grande en los cielos.

Palabra del Señor.        R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO: 

  1. En el inicio del tiempo litúrgico llamado “ordinario”, hemos dicho que aunque aparentemente no se celebra algo especial como en otros tiempos litúrgicos, sin embargo, debemos concientizarnos de su valor espiritual, litúrgico y pastoral, en el sentido de que en el tiempo ordinario se nos presenta la predicación cotidiana de Jesús a sus discípulos, y de esta manera nos situamos a la escucha constante de la palabra de Cristo, el Maestro divino, y nosotros nos gozamos en sus “…palabras de vida eterna (Jn 6,68).
  2. Nos refiere este capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, que “…Jesús vio a la muchedumbre…”. Hay que tomar en cuenta queno se trata sólo de un ver físicamente, sino de un ver con compasión divina de salvación, pues los humanos andamos “…como ovejas sin pastor (Mt 9,36), y, como aparece en el santo Evangelio,  la preocupación de Jesús es predicar la Buena nueva de salvación, el Evangelio (cf. Lc 4,43), pues como dice San Pablo, Dios “…quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4).
  3. “…subió al monte y se sentó…”: lo cual evoca que es el nuevo Moisés profetizado, y que así como desde una montaña Moisés dio a conocer la ley de Dios de los diez mandamientos, así ahora Cristo, como nuevo Moisés, da a conocer la perfección de esa ley en la ley del amor, que trasciende con mucho la perspectiva legalista de los judíos, y que tendrá su culmen en la muerte y resurrección de Cristo.
  4. La enseñanza del “nuevo Moisés” son las bienaventuranzas, llamadas así pues prometen la felicidad a quienes practiquen lo que ellas contienen, y se les ha llamado “la Carta magna del cristianismo”.
  5. Todas las bienaventuranzas terminan señalando el premio a quien las practique, y aunque las expresiones sean variadas en realidad se refieren a lo mismo: a la vida eterna del Reino de los cielos. Brevemente, examinemos cada una de ellas:
  6. 1) Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos: no se trata de la simple pobreza material, sino del vaciarse de sí mismo y desapegarse de los bienes materiales; aunque también hay que decir que por parte de Dios siempre hay una mayor solicitud por los que de cualquier forma sufren, o tienen carencias, pues a todos nos ama como verdaderos hijos; y también hay que señalar que la pobreza material puede favorecer vivir esta bienaventuranza para quien sabe aprovechar su situación para poner toda su confianza en Dios, mientras que la posesión de abundantes bienes materiales puede obstaculizar la vivencia de esta bienaventuranza, no en cuanto que la riqueza sea mala en sí misma, sino en cuanto que el hombre puede llegar a confiar más en lo material que tiene, que en Dios mismo. Por ello, el que tiene bienes materiales y los pone al servicio de Dios y de los hermanos, puede llegar a vivir plenamente la bienaventuranza.
  7. 2) Dichosos los que lloran, porque serán consolados: los que sufren poniendo su esperanza en Dios.
  8. 3) Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra: los que no hacen el mal y sufren.
  9. 4) Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados: todos los que sinceramente buscan la verdad y el bien, la justicia, a todo esto llegarán en la vida eterna.
  10.  5)Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia: Jesús lo dijo claramente “…con la medida con que midieren se les medirá” (Mt 7,2)
  11.  6)Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios: los limpios de pecado y que buscan a Dios sinceramente.
  12.  7)Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios: sólo en Cristo se da la verdadera paz, pues ella no es la mera ausencia de conflicto sino el sincero amor fraterno como hijos de Dios.
  13.  8)Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos: en la medida que alguien es sincero en su búsqueda del bien, la verdad y la justicia, en esa medida, consciente o inconscientemente, está siendo cristiano, pues Todo el que es de la verdad, escucha mi voz (Jn 18,37).
  14. Tradicionalmente se habla de ocho bienaventuranzas, pero el texto evangélico nos da una novena que, aunque se sale de la forma de presentación de las anteriores,  en última instancia les da a todas ellas un sentido profundo y concreto en cuanto que las refiere a Cristo, y en eso sí que la figura de Jesús trasciende absolutamente la de Moisés, en cuanto que todas las bienaventuranzas están referidas a Cristo, por lo cual Cristo es más que Moisés, es Dios mismo: “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía.
  15. Esta bienaventuranza final, Cristo la refiereno en general, a quien sea que la practique, sino concretamente a sus discípulos, pues les dice: “Dichosos serán ustedes…”. Y ello alude también a que sólo con la gracia de Cristo y la gracia de ser su discípulo, el ser humano puede realmente actuar conforme a las bienaventuranzas antes promulgadas.
  16. El centro de la última bienaventuranza está referido a Cristo, y ello mismo da sentido general a todas las anteriores; es decir, las bienaventuranzas se concretizan sólo en el seguimiento de Cristo, de su enseñanza de vida en el Evangelio, de su entrega total en el sacrificio de la cruz, y en el amor “hasta el extremo” manifestado en Cristo (Jn 13,1). No podrían entenderse las bienaventuranza vividas sólo como un moralismo, desvinculadas de Jesús, que es el único camino para ir al Padre.
  17. La parte final de esta última bienaventuranza, misma que da sentido a todas las demás, indica que todas éstas se realizarán en el contexto de la fidelidad a Cristo y su verdad de salvación, concretamente en el contexto de la persecución: “…si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán (Jn 15,20).
  18. Sin embargo, a pesar de lo recio de la persecución a la fe cristiana a lo largo de los siglos, y de lo cual en México conocemos por el heroísmo de nuestros mártires cristeros, Jesús asegura a sus discípulos un gran consuelo: Alégrense y salten de contento, porque su premio será  grande en los cielos. Digno de observarse, y que es real, y que es todo un consuelo en la persecución es el énfasis de decir “…salten de contento…”.
  19. Que la Santísima Virgen María, que dijo “…me llamarán bienaventurada todas las generaciones…” (Lc 1,48), pues fue elegida para ser la Madre de Cristo, y sin duda ella, más que nadie, vivió la bienaventuranza de sufrir todo por su Hijo hasta ofrendarlo en la cruz, nos enseñe a vivir a Cristo con felicidad inmensa, tanto en la vida diaria como en la persecución y las penalidades.
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