Ciudad del Vaticano
Reto, escándalo, crimen, injusticia: la definición del Papa sobre el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en la era Covid-19 es muy clara. Y lo hace en un mensaje dirigido a António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, con motivo de la pre-Cumbre de la ONU sobre sistemas alimentarios, prevista desde hoy hasta el miércoles 28 de julio en Roma. El acto se celebra antes de la Cumbre conclusiva mundial que se celebrará en septiembre en Nueva York (Estados Unidos). Es un “importante encuentro”, escribe Francisco, sobre todo porque “esta pandemia nos ha enfrentado con las injusticias sistémicas que socavan nuestra unidad como familia humana «, entre ellas la pobreza y el daño infligido a la Tierra, «nuestra Casa Común», por «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella».
De ahí el fuerte llamamiento del Papa a “un cambio radical”: no basta con centrarse en la tecnología para aumentar la capacidad del planeta, si el resultado es “explotar la naturaleza hasta el punto de esterilizarla, ampliando así no solamente desiertos externos sino también desiertos espirituales internos”; no basta con producir “alimentos suficientes” si luego muchos “se quedan sin su pan de cada día». No es suficiente, reitera Francisco, porque «esto constituye un verdadero escándalo, un crimen que viola los derechos humanos básicos” y “una injusticia” que todos tienen el deber de extirpar “mediante acciones concretas y buenas prácticas, y a través de políticas locales e internacionales audaces”.
Entonces, ¿qué se puede hacer? El Pontífice ofrece algunas sugerencias concretas: en primer lugar, juega un papel importante “la transformación cuidadosa y correcta de los sistemas alimentarios”, para que sean «ambientalmente sostenibles y respetuosos con las culturas locales”. Su objetivo, en esencia, debe ser » aumentar la resiliencia, fortalecer las economías locales, mejorar la nutrición, reducir el desperdicio de alimentos, brindar dietas saludables accesibles para todos”. Pero el cambio debe empezar desde dentro, advierte Francisco, porque el objetivo de «hambre cero» no se consigue con la mera producción de alimentos, sino “necesita una nueva mentalidad y un nuevo enfoque integral y diseñar sistemas alimentarios que protejan la Tierra y mantengan la dignidad de la persona humana”.
En segundo lugar, prosigue el mensaje papal, hay que garantizar “suficientes alimentos a nivel mundial” y promover “el trabajo decente a nivel local» para poder alimentar al mundo de hoy «sin comprometer el futuro». Otros puntos esenciales indicados por el Papa se refieren al restablecimiento de la centralidad del sector rural y a la urgencia de que “el sector agropecuario recupere un rol prioritario en el proceso de toma de decisiones políticas y económicas”, especialmente en la fase post-pandémica. En particular, Francisco insta a considerar «a los pequeños agricultores y a las familias campesinas” como “actores privilegiados», cuyos conocimientos tradicionales “no deben pasarse por alto ni ignorarse” para comprender mejor sus necesidades reales.
Por el contrario, el Papa subraya que «la familia es un componente esencial de los sistemas alimentarios» porque en ella “se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo”. Por lo tanto, las necesidades de las mujeres rurales, los jóvenes y los agricultores de las zonas «más pobres y remotas» deben satisfacerse plenamente mediante políticas eficaces. Somos conscientes – afirma el Papa – de que los intereses económicos individuales, cerrados y conflictivos – pero poderosos – nos impiden diseñar un sistema alimentario que responda a los valores del Bien Común, a la solidaridad y a la “cultura del encuentro”. Si queremos mantener un multilateralismo fructífero y un sistema alimentario basado en la responsabilidad, la justicia, la paz y la unidad de la familia humana es primordial.
Además, el sueño que todos tienen «la responsabilidad de realizar», escribe Francisco, es el de “mundo en donde el pan, el agua, las medicinas y el trabajo fluyan en abundancia y lleguen primero a los más menesterosos”. “La Santa Sede y la Iglesia católica – asegura – se pondrán al servicio de este noble fin, ofreciendo su contribución, uniendo fuerzas y voluntades, acciones y sabias decisiones”. “Pido a Dios que nadie quede atrás, concluye el mensaje papal, y que toda persona pueda hacer frente a sus necesidades básicas”, para » construir una sociedad pacífica y próspera, y sembrar semillas de paz que nos permitan caminar en autentica fraternidad”.