El evangelio de este domingo (Mc 6, 30-34), es una continuación del que escuchamos el domingo pasado. Jesús llamó a los doce y comenzó a mandarlos de dos en dos y les dio poder de expulsar a los demonios”. En el envío les había dado indicaciones muy precisas, insistiendo sobre todo en la pobreza, la libertad ante las cosas y medios humanos, para confiar solamente en la fuerza de la palabra y la asistencia del Espíritu Santo.
Ahora los discípulos, luego de haber realizado esta misión se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Luego de escucharlos, el Señor los invita a ir a un lugar solitario para descansar un poco de las fatigas físicas y tal vez para buscar un diálogo más profundo con Jesús.
Meditemos en esta invitación de Jesús de ir a un lugar solitario para descansar. Podemos asumirla como una invitación personal que Jesús nos hace a cada uno de nosotros. Un rasgo de esta época moderna que estamos viviendo es que todos andamos muy “ocupados”. No hay tiempo para nada, traemos la agenda llena. Pero al mismo tiempo andamos agotados. Nuestra vida se desgasta entre los deberes familiares, profesionales y actividades de todo tipo. Lo cierto es que se dedica poco tiempo para descansar. La vida humana, muchas veces parece a un tren que nunca se detiene. Y lo más delicado es que esto sucede continuamente, año con año, semana tras semana, día tras día.
Precisamente por esto, tenemos necesidad de hacer caso a lo que la Palabra de Dios nos invita este domingo. Es necesario “retirarse a un lugar solitario para descansar”, es decir es necesario que nos distanciemos un poco de las actividades ordinarias y que busquemos un contacto más profundo con Dios. Por ello, no basta la oración cotidiana que muchas veces hacemos a la carrera, entre miles de pensamientos y distracciones, se necesita un poco más.
Es bueno programarse para que cada día tengamos este descanso espiritual que ayuda a renovar las fuerzas y el agotamiento. Uno puede programar algún retiro espiritual, es decir un momento fuerte de oración y de encuentro con Dios. Ayudan además los encuentros ordinarios de oración que se hacen en grupo, por ejemplo las horas eucarísticas en las parroquias, los encuentros de oración en pequeños grupos o los encuentros de formación en los grupos y movimientos parroquiales. Desde luego la participación en la Sagrada Eucaristía diaria o semanal queda como un momento privilegiado para descansar con el Señor. Ciertamente no hay que ver estas cosas como algo obligado, sino como una necesidad que hay que satisfacer. Hace falta alimentar el espíritu y alimentarlo bien. Se necesita convencerse de estas oportunidades que nos podemos dar en la vida precisamente para poder servir mejor, estar siempre con ánimo entusiasta, alegre y generoso. De otra manera, corremos el riesgo de desgastarnos inútilmente, o fortalecer un cansancio estéril que solo nos hace mal. Por eso hoy el Señor nos dice a cada uno, vayamos un lugar solitario para descansar.
P. JOSÉ MANUEL SUAZO REYES