Lo que comenzó con carreras deportivas frustradas y amenaza con poner en peligro la integridad de jóvenes en las escuelas es ya un infierno para cientos de reclusas. Según ha declarado a National Review una exconvicta del Centro Correccional para Mujeres de Washington, los abusos sexuales cometidos en prisión por hombres transgénero están a la orden del día. Y lo hacen con total impunidad: muchas de las reclusas que lo denuncian son desestimadas -e incluso castigadas- para evitar acusaciones de transfobia.
La exreclusa, que se mantiene en el anonimato por motivos de seguridad, confirmó que ya no se puede decir que el correccional para mujeres de Washington sea la única cárcel para mujeres. Al menos, no «solo» para mujeres.
Y es que desde hace años se producen «múltiples episodios de agresión sexual por parte de delincuentes transgénero condenados», según la fuente. Ella misma, afirmó ser una víctima de tales agresiones.
Uno de los casos más sonados de Washington es el de un recluso, Jonathan, que logró ser trasladado al correccional para mujeres bajo el nuevo nombre de Jazzy tras declarar su disforia de género.
«Fue acusado de agresión sexual en múltiples denuncias presentadas ante el personal de la prisión», detalla la periodista Caroline Downey en National Review: en uno de los casos, una de las reclusas se despertó en la cama con «Jazzy» tocándola «por todas partes».
Mientras, la misma prisión para mujeres niega tener en el expediente denuncias que se parezcan a las descritas.
El motivo, detalla la exreclusa, es el miedo ante el lobby trans de la propia institución penitenciaria.
La víctima, «culpable» de una falsa denuncia
«La víctima reportó lo sucedido al personal de la cárcel, pero cuando las autoridades confrontaron a `Jazzy´, el agresor llamó a la mujer `homófoba´ y la acusó de maltrato psicológico«, detalló.
En lugar de imponer sanciones contra el agresor, que confesó previamente a una reclusa tener sus órganos sexuales masculinos «en funcionamiento», la penitenciaría culpó a la víctima de haber emitido una denuncia falsa mientras que «Jazzy» no recibió sanción o reprimenda alguna.
Tal y cómo confirmó la fuente, esta es una situación que ocurre con frecuencia en la penitenciaría, y sucede «porque el personal de la prisión favorece a las personas transgénero para evitar posibles litigios por discriminación».
La misma prisión, añade, «desestimaba con frecuencia las denuncias contra los reos [transgénero] y en algunos casos optaban por castigar a las víctimas en vez de a los agresores, lo que convirtió al centro en un albergue para depredadores sexuales».
Agresiones impunes ante la pasividad del personal
Las ex reclusas no son las únicas conscientes de la realidad de los depredadores sexuales transgénero en prisión.
De hecho, tal y como confesó el exoficial penitenciario del mismo centro, Scott Fleming, algunos delincuentes masculinos aprovechan las políticas de transferencia de prisiones de personas trans para poder ser alojados con mujeres.
Muchos de ellos lo logran manipulando un sistema que se presta a aceptar estas solicitudes para seguir delinquiendo y agrediendo sexualmente con impunidad.
La entrega de instituciones penitenciarias como la de Washington al lobby trans es tan generalizada que se negó a completar los exámenes médicos y registros de acceso al centro en beneficio de los depredadores sexuales transgénero.
De hecho, la exreclusa detalló que «Jazzy» confesó no haber completado su transición y tener genitales masculinos «funcionales» pese al estudio que debería haber restringido su acceso al centro.
Cuando le preguntó cómo había logrado eludir el examen admitió haber fingido llorar para salir, acusando al personal penitenciario de prejuicios y de querer «experimentar con sus partes».
Más tarde, tras la protesta del recluso trans por el inconcluso examen, fue conocido en la prisión que una de las enfermeras le consoló y lloró con el recluso tras lo ocurrido.
Episodios diarios -y anunciados- que parecen sorpresas
A la fuente de National Review le llama la atención como estas conductas y agresiones, que se gestan con evidentes intentos de seducción y acoso previos, parecen sorprender al personal penitenciario.
«Jazzy», por ejemplo, «`preparó´ a la chica a la que agredió desde semanas antes del ataque, acariciando su cabello, coqueteando y haciendo insinuaciones sexuales hasta que la agredida amaneció con el recluso trans abusando de ella», afirmó.
Otro de los casos destacados por Fleming y la exreclusa anónima es el de Hobby Bingham, recluso que comenzó cambiándose el nombre al de Zoee Marie Andromeda Love y agredió a otra reclusa, Heather Trent, que «tenía problemas mentales y la apariencia de una niña pequeña«.
En este sentido, «Andromeda-Love» solía jactarse con frecuencia de su intención de hacer «un bebé de un millón de dólares» con mujeres de la instalación, en referencia a las compensaciones a las que tienen derecho las reclusas que se quedan embarazadas en prisión y que el recluso trans esperaba cobrar.
Además, en la prisión de mujeres hubo, como mínimo, un caso de abuso sexual por parte de una mujer, Ziggy, que se identificaba como hombre. La fuente anónima sostiene que una vez vio en el baño a Heather Trent subirse los pantalones después de que Ziggy saliera del cuarto. Según la versión de la exprisionera, Ziggy sedujo a Trent, al decir que le amaba y quería casarse con ella.
Por su parte, el Departamento de Correccionales del estado de Washington negó en declaraciones a National Review haber registrado cualquiera de los casos expuestos por la mujer que denunció las agresiones.
J.M.C. / ReL.
10 enero 2022.