Eva Edl es una anciana de 86 años que vive un compromiso radical a favor de la vida del no nacido, los humanos más vulnerables. Y lo hace desde una firme convicción que le viene de su traumática experiencia, donde vivió la ocupación nazi primero y siendo niña estuvo en un campo de concentración comunista en la entonces Yugoslavia. Su único mal era llevar un apellido alemán y ser de etnia y lengua alemana, durante la invasión húngara (aliados de los nazis) en la II Guerra Mundial.
Pese a su corta edad experimentó el sufrimiento, la falta de alimento y la muerte de decenas de prisioneros cada día. Y cuando logró escapar del campo y con los años llegó a EEUU y rehízo su vida y formó una familia se encontró con que en “el país de la libertad” había otros campos.
“La primera vez que me di cuenta de que había clínicas de abortos en nuestro país fue en 1988. Le dije a mi esposo, ‘estos son los campos de exterminio de EEUU’. Vi gente sentada frente a estas clínicas en Atlanta, y he estado involucrada desde entonces”, contaba Edl en Live Action.
Esta mujer acaba de ser noticia nuevamente debido a que ha sido arrestada junto a otra rescatadora provida en las puertas de un abortorio en Michigan por bloquear la puerta para que no se produjeran más abortos.
Anteriores arrestos de Eva Edl frente a los abortorios
La edad no es un impedimento para que Eva Edl luche hasta las últimas consecuencias para servir vidas. De hecho, este ha sido su arresto número 51 durante estas décadas de batalla por la vida.
“Estoy decidida a defender el derecho de los inocentes a vivir hasta que lo consigan, o moriré en el proceso”, afirmaba esta superviviente del campo comunista.
LifeSiteNews informa que Edl fue detenida junto a otra veterana rescatadora provida, Heather Idoni. “Nuestro fin hoy era simplemente por esos bebés”, explica esta última, que durante una hora bloquearon la entrada al abortorio hasta que llegó la Policía y las arrestó.
Ambas mujeres estuvieron bloqueando la puerta durante una hora. Aseguran que durante ese tiempo varios coches se dieron la vuelta y otros tanto al ver que estaba la Policía. “Por lo general las mujeres llegan a raudales y esta vez no fue así. Se notaba que muchos se daban la vuelta, y eso era bueno. Simplemente confiamos en Dios que, con suerte, al menos uno se haya salvado”, afirmaba Idoni.
La lucha de Eva Edl va irremediablemente unida a su experiencia. Ella iba en los trenes que la trasladaron al campo de concentración comunista, pero hubiera querido ser la que con una multitud hubiera bloqueado las vías del tren para que nunca hubieran podido llegar a este infierno. Es lo que intenta ahora con el aborto.
En su opinión, el coraje es «hacer lo que sabes que tienes que hacer sin importar cuánto miedo experimentes». Y así ha actuado desde hace décadas.
Eva era una niña de etnia alemana en territorio yugoslavo y a la edad de nueve años era una de las miles de personas que fueron sacadas a la fuerza de sus hogares y llevadas a un campo de concentración comunista durante la ocupación húngara de Yugoslavia.
“Nos llamaron animales, no humanos. Después de todo, ya no teníamos derecho a ser ciudadanos. Y nos trataron como animales”, recordaba Eva en una charla.
Durante la Segunda Guerra Mundial, ella era tan sólo una niña y los alemanes ya se habían llevado a la fuerza a su padre para la guerra. Después, fueron los soviéticos quienes se llevaron a su madre a cavar trincheras en el frente durante la guerra.
Eva se quedó en casa, junto con su hermano de 12 años y su hermana de 15 años. También tenía una abuela que vivía cerca que no era de ascendencia alemana. Hacia finales de 1944, los alemanes étnicos comenzaron a escuchar rumores de que podrían ser eliminados. Su abuela escondió a Eva y sus hermanos, pero una vez que salieron pensando que era seguro, fueron detenidos a punta de pistola y divididos en grupos.
“Los niños y niñas mayores de doce años fueron colocados en un grupo diferente. Los menores de doce años fueron colocados en otro grupo con todos los ancianos, los enfermos y los bebés”, dijo Eva.
La abuela de Eva se unió voluntariamente al grupo de Eva. “Nos metieron en vagones de ganado y nos enviaron a una pequeña aldea de etnia alemana que había sido evacuada. Habían quitado todos los muebles. Lo único que prepararon para nosotros fue un poco de paja en el suelo. Metieron tantas personas en cada habitación como pudieron”, cuenta Eva.
Además, recuerda que “no se nos permitió llevar nada con nosotros excepto una manta, la ropa que llevamos puesta, un plato pequeño y una cuchara. Tuvimos que tumbarnos en el suelo de paja que pronto se convirtió en polvo. No teníamos toalla ni jabón para lavarnos”.
Eva, junto a sus hermanos mayores
Aún recuerda las condiciones en las que vivían. “Nuestra comida consistía en un cucharón lleno de agua que llamaban sopa con con guisantes infestados de escarabajos y larvas de escarabajos… Esa era nuestra porción dos veces al día, y una o dos veces por semana recibíamos papilla de maíz”, relata emocionada.
Los primeros en morir fueron los bebés y luego los enfermos. En su campo de concentración, conformado por unas 20.000 personas, la gente moría a un ritmo de entre 50 y 70 personas al día.
Eva estuvo en ese campo durante seis meses hasta que su madre, que había logrado escapar del frente «irrumpió en mi campo y pudo esconderme en un campo de trabajo donde la comida era algo mejor». Su abuela fue puesta en libertad porque su origen étnico no era alemán, pero cuando llegó a casa descubrió que habían allanado su casa y que «no le quedaba nada».
Con el tiempo, Eva logró emigrar a Austria y después a Estados Unidos, donde ha permanecido la mayor parte de su vida. Estas vivencias han marcado el devenir de su vida y ayudan a explicar por qué tiene un compromiso tan radical por los bebés no nacidos.
En su opinión, se vive un holocausto con el aborto y por eso decidió luchar: “Estuvo mal cuando los nazis lo hicieron. Estuvo mal cuando el gobierno yugoslavo lo hizo. Que condenen a la gente a muerte… no tienen derecho ante Dios. Y también está mal en Estados Unidos matar a un inocente”.
Javier Lozano / ReL.