Cristo, «el león de Judá»

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No estamos acostumbrados a reflexionar sobre el profundo simbolismo de los animales, no solo en lo que respecta a nuestra cultura, sino también en el ámbito religioso. Tomemos por ejemplo al león, un animal muy presente en nuestra imaginación, y no en vano llamado el «rey del bosque». Esta connotación regia es bien conocida, pero hay mucho más que decir.

Del  Diccionario de Símbolos  de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant aprendemos: “El león es un símbolo de poder, de soberanía, pero también del sol, del oro, de la fuerza penetrante de la luz y de la palabra”. Como vemos, el león apela al poder y la soberanía de una manera especial, lo que también es cierto para muchas religiones. Krishna es llamado «el león entre los animales» y Buda «el león de los Shakyas». Incluso para los musulmanes, el león recuerda un símbolo de poder.

Cristo mismo, como sabemos, es “el león de Judá” y el término león aparece casi cien veces en la Biblia, lo que da fe de su presencia bien conocida entre los pueblos semíticos. Ya en Génesis (49, 9) está dicho: “Cachorro de león es Judá: de la presa, hijo mío, has vuelto; se acostó, agazapado como un león y una leona; ¿quién se atreverá a ponerlo de pie?”.

Saltándonos muchas otras atestaciones vamos al último libro de la Biblia, el Apocalipsis (5, 5) en el que encontramos escrito: “No lloréis más; el león de la tribu de Judá, el Retoño de David, ha vencido y abrirá el libro y sus siete sellos”.

Cristo es el león y la tradición popular nos lo testimonia de diversas formas. Se creía que la leona paría cachorros muertos que luego volvían a la vida a los tres días, metáfora de la resurrección, así como se decía que el león, cuando camina, borra sus huellas con la cola, metáfora por la humanidad de Cristo que esconde su divinidad.

En  mondimedievali.net , Felice Moretti nos cuenta que el león era visto como símbolo del bien, pero también del mal: “En su papel satánico, el león es a menudo el símbolo de una de las tres lujurias a las que la ascesis cristiana atribuye la pérdida de las almas: lujuria de la carne, por lo tanto lujuria, glotonería, pereza; la lujuria de los ojos, de la cual otra vez la lujuria, la avaricia y la envidia; lujuria por la vanagloria de la vida, de ahí el orgullo y la ira. En estas tres derivaciones de los pecados capitales, el león representa la soberbia de la vida”.

“Dependiendo del contexto, además de ser el demonio de la herejía, el león es también el ganador de cultos idólatras cuando el arte medieval lo asocia con otro animal o una figura humana femenina bajo sus patas”.

Por lo tanto, una doble cara del león, pero la interpretación positiva prevalece claramente. El mismo Felice Moretti nos recuerda que el león era símbolo de justicia además de poder y realeza: “Símbolo de fuerza y ​​coraje, el león era también símbolo de justicia. Los antiguos decían que nunca se abalanzaba sobre su presa a menos que lo impulsara una necesidad excepcional de alimentarse y que, aun en este caso, no saltaba sobre el oponente que había caído al suelo antes de que comenzara la pelea. También se decía que el león sabía mostrarse agradecido por un bien recibido al punto que los hombres lo señalaban como ejemplo de justa gratitud. La Edad Media no había roto estos vínculos referidos al león y al sentido de la justicia. Se sabe en efecto que en la Edad Media los casos de jurisdicción civil y eclesiástica se discutían y resolvían en el atrio de la iglesia, frente a los portales enmarcados por leones de piedra; las sentencias fueron formuladas y dictadas según la conocida fórmula inter leones et coram populo,  es decir, entre los leones y el pueblo reunido. La razón no es sólo cristiana y occidental”.

De hecho, a menudo se coloca la imagen de uno o varios leones custodiando no sólo los edificios sagrados sino también los profanos, sin olvidar el simbolismo del rugido del león: audible a varios kilómetros de distancia, es como la Palabra de Dios que huye.

Bajo esta luz, necesitamos repensar todos esos píos que estamos hechos para soportar en la iglesia. En realidad la Palabra de Dios, incluso cantada, tenía esta tonalidad real y poderosa.

Concluyo recordando que Cristo como león fue plasmado plásticamente por CS Lewis en su serie  Las Crónicas de Narnia , signo de una asociación simbólica siempre presente para adultos y niños.

 

Por AURELIO PORFIRI.

ROMA, Italia.

ALFO MARÍA VALLI.

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