Considerar, apreciar y observar con toda atención trasciende de lo físico a lo espiritual, eleva el alma hacia Dios. El acto de reflexionar en busca de la esencia de las cosas y la relación con el Creador permite llegar al conocimiento de lo trascendental. La vida contemplativa consiste en amar a Dios, ya que el amor hace que nuestro corazón arda en deseo de buscarlo y, como secuencia, ocurre el amar al hombre y hacerle el bien. Así pues, con la inteligencia y la voluntad nos acercamos a la ventana por donde podremos ver, contemplar y degustar a Dios.
Contemplar a Dios ha de ser ocupación primordial para aquellos que desean amar a los demás, no obstante, en grados diferentes todos estamos invitados a contemplar una puesta de sol, un amanecer, la misma creación y al hombre en toda su dimensión. La contemplación, lejos de sorprender, trasmite de manera sublime la esencia de su ser.
Cuando el hombre con su inteligencia y voluntad decide dirigirse hacia un fin, contemplar a Dios por medio de la fe le permite acercarse al conocimiento de Dios. Este acto es propio del hombre, sin embargo, no basta con querer, es indispensable activar la voluntad que mueve todo el interior; el corazón constituye el gran motor en donde se generan las acciones para alcanzar el anhelo deseado. La vida contemplativa consiste en deleitarse de conocer a Dios, su fruto es la contemplación y el amor a su obra.
Conflictos por fuera, temores por dentro, la adhesión a Dios es la cosa más difícil de obtener porque ella implica una conversión permanente, además de entrar en un proceso de unir nuestra voluntad con su voluntad, esto es aceptar sus designios, someter plenamente la inteligencia, la voluntad a Dios con todo su ser por medio de la fe. Cuando el alma quiere vivir la libertad comienza un viaje en busca del amado, este puede tener ascensos y caídas, pero justo en las subidas y las bajadas el alma se libera de sí misma, haciendo de esta experiencia una aventura apasionada. El alma siempre busca mantener una relación de unión con Dios, por lo tanto, no opta por alejarse de Él, es un alma anonadada.
La contemplación es un don que viene de Dios e implica el concurso de la oración, la disposición y el esfuerzo del hombre por conocer y por acercarse a Dios con toda humildad, la cual no debe de ser esporádica, sino más intensa y desprendida de todo interés que no sea conocer y estar con Dios, sin embargo, recordemos que la voluntad mueve al hombre a obtener dicho conocimiento; para ser elevado a la visión de la esencia divina, el hombre ha de morir de un modo de este mundo, ya sea para estar con Dios, o prescindiendo de los sentidos carnales. La contemplación es alta porque trasciende a las criaturas, acerca Dios; también es amplia pues extiende su poder sobre todas las cosas, “llena está la Tierra de su majestad”. El amor es la fuente de toda contemplación a Dios y a los demás, sin olvidarme de mí.