Confrontación entre cardenales: ¿cuánto durarán en elegir al nuevo Papa?

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El diagnóstico empieza a circular con cierta insistencia: no será un simple cónclave. Así que es probable que no sea corto.

  • 1958 se necesitaron once votaciones para elegir a Juan XXIII;
  • En 1963, se necesitaron seis para elegir a Pablo VI;
  • En 1978, fueron necesarios cuatro para elegir a Juan Pablo I
  • Ocho para Juan Pablo II;
  • En 2005, fueron necesarios cuatro para elegir a Benedicto XVI;
  • Y en 2013, se necesitaron cinco para elegir a Francisco.

En una realidad dominada por los medios de comunicación, un cónclave que dura más de tres o cuatro días es considerado un mal mensaje de la Iglesia, porque es signo de división: una publicidad que se preferiría evitar.

Las congregaciones cardenalicias precónclave también tienen esta finalidad: intentar desatar los principales nudos antes de entrar en la Capilla Sixtina. Esta necesidad es aún mayor en la situación actual, caracterizada por el hecho de que los electores (135) nunca han sido tantos (eran 117 en 2005 y 2013, 111 en el segundo cónclave de 1978, 82 en 1963, 53 en 1958), nunca han tenido orígenes tan diversos y nunca han sido tan desconocidos entre sí, considerando que Francisco no les ha dado la oportunidad de compararse.

Al elegir al sucesor de Pedro, los cardenales tienen en cuenta muchas cuestiones, desde la teología a la pastoral, desde la comunicación a la moral y, naturalmente, también consideran la historia y los orígenes de los posibles candidatos.

La geopolítica juega un papel.

  • En 2013, fue la era Obama.
  • Hoy, con la victoria de Trump, el viento ha cambiado.

Y no es un viento que los cardenales puedan ignorar.

En un contexto como el actual adquieren particular importancia los llamados king makers , es decir, aquellos cardenales que, por experiencia y prestigio, son capaces de actuar como puntos de referencia y eventualmente recabar consensos. Sin embargo, en el colegio cardenalicio dejado por Bergoglio estas cifras no surgen con claridad, lo que complica aún más todo.

En esta ronda, como ya he dicho, también cobrará importancia el perfil de carácter del candidato. Con su inestabilidad y su falta de respeto a las reglas, Francisco ha causado muchos problemas tanto en las relaciones personales como en la gestión administrativa de esa gran maquinaria que es la Iglesia.

Hay entonces un deseo de estabilidad y de retorno a la legalidad, para terminar con un poder de tipo personalista (peronista sería el término apropiado) que ha puesto a prueba toda la estructura.

Desde una perspectiva pastoral, es necesario preservar la querida idea de Bergoglio de una Iglesia que acompaña a todos los hombres y quiere estar cerca de todos, pero sin que esta cercanía se transforme en un perdón que vacíe la doctrina y la moral. Se trata de reformular la idea de misericordia: no una tabla rasa que lo justifica todo, sino una invitación a acercarse a la verdad evangélica.

Desde un punto de vista teológico, el mensaje de la Iglesia debe hacerse menos vago y fluido. La Iglesia líquida de Francisco, genéricamente “en salida”, no ha tenido un gran atractivo, especialmente entre los jóvenes. La fórmula sonaba bien, pero en realidad resultó estar vacía.

Las nuevas generaciones, cuando tienen interés por lo trascendente, demuestran que les importa la tradición porque sienten la necesidad de anclarse a algo estable. En un mundo que ya es muy fluido, no tiene sentido que la Iglesia añada fluidez. Su tarea es más bien recuperar la idea misma de verdad.

La teología está conectada con la liturgia, y aquí lo que se necesita es acabar con la marginación, por no decir la persecución, de quienes aman la tradición. En el plano litúrgico, hay fracturas profundas en la Iglesia que necesitan ser sanadas lo antes posible. La palabra cisma ha sido evocada demasiadas veces durante los años de Bergoglio. Y también aquí no se puede ignorar una clara tendencia: mientras que las iglesias del Novus Ordo son frecuentadas sobre todo por personas mayores y se van vaciando, las iglesias del Vetus Ordo están llenas de familias y jóvenes. La cuestión, por tanto, debe afrontarse con sano realismo cristiano y auténtico espíritu de servicio, no sobre una base ideológica, como hizo Bergoglio.

De los 135 cardenales con derecho a entrar en el cónclave, la gran mayoría, 108, son hijos de los elegidos de Francisco, pero esto no significa que de la Capilla Sixtina saldrá un clon de Francisco. La historia enseña que el cónclave a menudo sigue su propio camino.

A lo largo de doce años, el Papa argentino ha remodelado profundamente el sagrado colegio. Hoy en día hay sedes tradicionalmente importantes como Milán y París que no tienen cardenal. En cambio, lugares como Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea, y el archipiélago de Tonga tienen un cardenal.

  • La región de Asia y el Pacífico representa el 18% de los cardenales en edad de votar, frente al 10% en 2013.
  • El África subsahariana alberga al 12% de los cardenales (frente al 8%).
  • La región de América Latina y el Caribe alcanzó el 18%, frente al 17%.
  • La región de Oriente Medio y el Norte de África representa el 3%, frente al 2% anterior.
  • Europa se sitúa en el 40%, muy por debajo del 51%.
  • América del Norte representa el 10%, cifra que representa una reducción respecto del 12% anterior.

La comparación entre cardenales provenientes de realidades tan diferentes no será sencilla, y no sólo en lo que respecta a los aspectos geopolíticos. Diferentes sensibilidades, diferentes prioridades, diferentes experiencias, diferentes maneras de abordar la posmodernidad.

Una necesidad común es sin duda la de recomponer los pedazos que dejó Bergoglio, para unir a una Iglesia desgarrada y restaurar su credibilidad, especialmente frente a la plaga de abusos cometidos por miembros del clero y de la jerarquía. Se trata de un aspecto en el que el examen de las candidaturas será particularmente minucioso, pero no fácil, dado que los cardenales se conocen poco o ningún entre sí.

En teoría, los cardenales capaces de actuar como hacedores de reyes , o agregadores, deberían ser algunos representantes de la Curia romana, expertos en la gestión interna, pero este no es necesariamente el caso. De hecho, cardenales muy periféricos podrían mirar a las curias con sospecha y mantenerse alejados de sus maniobras.

La cuestión de la imagen tendrá su importancia. Sea cual sea su origen, los cardenales son conscientes de que vivimos en una sociedad de comunicación y que los gestos tienen una importancia que puede superar la de las palabras. Después de un reinado marcado por el populismo y la demagogia, también es necesario volver a razonamientos más precisos y a formulaciones menos vagas o imprudentes.

Estos días se están radiografiando los identikits de los cardenales y no faltan pistas falsas. La división tradicional entre progresistas y conservadores es válida hasta cierto punto. Como ya se ha dicho, hay muchas variables y muchos intereses en juego.

Conocemos los nombres que circulan, sólo basta leer las noticias. Pero es muy probable que sólo sean una fachada.

Estos días las palabras “cónclave” y “papabili”, que la prensa extranjera escribe a menudo en italiano, estarán en boca de todos. La fase de aproximación al extra omnes es también una guerra clandestina.

Por ALDO MARÍA VALLI.

CIUDAD DEL VATICANO.

}MIÉRCOLES 2′ DE ABRIL DE 2025.

DUCINALTUM.

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