Nos caracteriza la carencia. Nuestros padres son los primeros en resolver las grandes necesidades con las que venimos a este mundo, y ellos nos rodean de confianza, afecto y seguridad. La protección inicial de los primeros años es el gran escudo frente a los peligros reales existentes alrededor, de los que no tenemos noticia. La confianza básica que inspiran nuestros padres, permite que aparezcan las capacidades propias para resolver las dificultades y desafíos que están por venir. Los padres son los verdaderos educadores o los que ponen las bases que capacitan a los hijos para afrontar el futuro. La familia es un pequeño universo, que no puede estar nunca cerrado, pero cuidando siempre de mantener su equilibrio en sus múltiples relaciones o interrelaciones con realidades externas provenientes de los distintos ámbitos sociales. La confianza espontánea depositada en los padres por el hecho de serlo se irá ampliando hacia otras personas que están alrededor del grupo familiar. Los hijos, que van a ejercer como ciudadanos, tendrán que salir al campo de juego provistos de un sentido certero para reconocer de quién pueden fiarse. Una persona radicalmente desconfiada se incapacita para vivir en medio de la comunidad; pero el ingenuo radical que diera por bueno todo lo que los otros dicen y hacen, padecería pronto de una gran frustración. La pérdida de confianza causa decepción, pero es también una lección que conviene aprender más pronto que tarde. Por nuestra condición altamente vulnerable resulta muy difícil mantener compromisos permanentes; sin embargo la buena marcha de las cosas exige que algunos compromisos permanezcan inalterables. Salvo excepciones, los compromisos familiares y conyugales deben permanecer inalterables. Las instituciones sociales y políticas tienen que ofrecer estabilidad para el buen funcionamiento económico y social. Habrá cosas que están sujetas a un cambio permanente, pero otras mantienen su vigencia. Un ejemplo con respecto a esto último: todos en algún momento necesitamos viajar, ir de un sitio a otro, pero el medio para hacerlo cambiará. Descubrimos pronto que existen necesidades básicas que han de ser satisfechas por agentes externos, en los que hemos de poner un cierto grado de confianza. Pronto descubrimos que una confianza total no es posible depositarla, porque se pueden producir distintos imprevistos. La Palabra de DIOS, desde los primeros capítulos, insiste en mantener la confianza en DIOS como la regla de oro para llevar adelante el propio proyecto de vida. Siendo esto así es lógico que el primer Salmo, de los ciento cincuenta que componen el Salterio, hable del hombre que pone su confianza en DIOS: “dichoso el hombre, que no sigue el consejo de los impíos, ni sigue en el senda de los malhechores, ni en el banco de los cínicos se sienta; sin embargo se complace en la Ley del SEÑOR, su Ley medita día y noche” (Cf. Slm 1,1-2). Los malhechores, impíos y cínicos, tienen sus pautas de conducta, muchas de ellas no escritas, que arrastrarán al justo, si permanece en su compañía o establece algún tipo de relación. Se puede catalogar como milagro la persona que logra salir de las redes de la droga, la prostitución o el juego. Quien ingresa en cualquiera de los circuitos anteriores encontrará la atracción de la adicción en sí misma, y la presión o chantaje de los que son sus colegas en la cosa.
La voz de DIOS
La voz de DIOS resuena en el corazón de Abraham y éste le da crédito (Cf. Gen 12,1). Los capítulos anteriores a la llamada de Abraham cuentan la vertiginosa historia de la huida por el pecado que asienta la desconfianza básica hacia DIOS. Un breve paréntesis lo ofrece Noé, con el que DIOS pacta la renovación del género humano (Cf. Gen 9,8-17). Duró poco tiempo aquella alianza, pues en cuanto los descendientes tuvieron oportunidad se apresuraron a forjar una oposición frente a YAHVEH, e idearon la construcción de una torre que parecía inexpugnable (Cf. Gen 11,3-4). DIOS encuentra en Abraham un hombre de Fe, al que se le computan sus obras como justas, porque cree (Gen 15,6). El SEÑOR fue perfeccionando a Abraham, porque éste confió en ÉL. Isaac pide al SEÑOR le conceda descendencia a su mujer Rebeca (Cf. Gen 24,21). Jacob, después de una vida cargada de incertidumbres transmite sus bendiciones a los representantes de las Doce Tribus que fundarán el Pueblo de DIOS con la tribu de Judá a la cabeza (Cf. Gen 49,8-11). Los setenta acompañantes de Jacob, que bajaron con él a Egipto, después de cuatrocientos treinta años, se convirtieron en un pueblo con el que DIOS renovó sus promesas. Se necesitaba un líder, guía o pastor dócil y confiado a la voz de DIOS, que fue Moisés (Cf. Ex 3,1ss). Moisés fue alguien excepcional, que actuó como el ángel del SEÑOR enviado: guió al Pueblo elegido hasta la Tierra Prometida, realizó la función de intermediario entre el Pueblo y el SEÑOR para darle su Palabra, contribuyó al cumplimiento de la misma y fue su intercesor en momentos de rebeldía. El libro del Deuteronomio recoge las disposiciones de DIOS recordadas por Moisés, a punto de entrar en la Tierra Prometida, con lo que se da por cumplida su misión. A Moisés lo sucede Josué, al que se le encarga la conquista de la Tierra Prometida por su Fe probada como se deja constancia en el episodio de los exploradores (Cf. Nm 14,6-9). La Tierra Prometida pudo ser conquistada de forma gradual, pues de esa manera se irían desplazando los cultos idolátricos indebidos, terminando Josué su obra con la renovación de la alianza en Siquem (Cf. Jos 24,25-28). La Historia de la Salvación continúa con personas con una confianza básica en DIOS, sin la cual ÉL no puede operar en este mundo para liberar a los hombres. Nadie puede impedir que DIOS actúe en su Creación, porque sencillamente es suya en todos sus términos, pero a los hombres y a los Ángeles nos ha dado una libertad que respeta de forma extrema. Para nosotros la recuperación de la confianza en DIOS es una conquista más o menos ardua según las personas. Al lado de los nombres dados, debemos anotar otros de mujeres modélicas. Sobresalen, Sara mujer de Abraham, Rebeca mujer de Isaac y Raquel mujer de Jacob. Séfora la primera mujer de Moisés tiene un papel importante (Cf. Ex 4,25ss). Se sabe que Josué estuvo casado y tuvo cuatro hijas, pero no se conoce el nombre de su esposa. En la historia relatada en el libro de Josué aparece Rajab (Cf. Jos 2,8ss). La actuación de Rajab fue crucial para la conquista de la Tierra Prometida. La determinación de Rajab para prestar ayuda a los israelitas se dio por lo que había oído de lo que DIOS realizó en favor de su Pueblo. Esta mujer se fio del DIOS de los hebreos, que estaban a las puertas de Jericó. Otra mujer excepcional viene en el libro de los Jueces: Débora, juez y profetisa (Cf. Juc 4,4). El primer libro de Samuel relata la petición de Ana, mujer de Elcaná, que estéril pide ardientemente descendencia al SEÑOR, de forma especial cuando subían a Silo donde estaba el Arca de la Alianza custodiada por el sacerdote Elí. La oración de Ana fue escuchada y dio a luz a su hijo Samuel, profeta y Juez de Israel. Elí bendijo a Ana por haber ofrecido al niño Samuel para estar al servicio del SEÑOR, y fueron cinco hijos más los que tuvo Ana, tres hijos y dos hijas (Cf. 1Sm 2,21). La oración de acción de gracias de Ana es una profesión de Fe que resonará de nuevo en el Magnificat de la santísima VIRGEN MARÍA (Cf. 1Sm 2,1-10; Lc 1,46-55).
Oración de Ana en Silo
El santuario de Silo guardaba el Arca de la Alianza donde residía la máxima presencia de YAHVEH. Ana, mujer de Elcaná, ofrece a su hijo para el servicio de DIOS y pronuncia su acción de gracias: “Mi corazón exulta en YAHVEH…” La alegría y agradecimiento surgen de forma natural después de haber puesto enteramente la confianza en DIOS. Ana entrega a su hijo de tres años al SEÑOR, porque es un don que de ÉL había recibido y considera que ha sido recompensada por el don de su maternidad, pues el oprobio fue quitado de su vida. “No hay nadie como YAHVEH…” Sólo el SEÑOR tiene el Poder, y no hay nadie como ÉL, que es SANTO, y en ÉL está toda nuestra fortaleza.. “No salga de vuestra boca la arrogancia..” Frente al SEÑOR sólo cabe la adoración y la alabanza, y en su Presencia estamos permanentemente, por lo que cualquier arrogancia nos saca de su Presencia. “DIOS juzga las acciones…” Ana declara la permanente moción espiritual, en la que percibe el movimiento de la conciencia que discierne movida por la acción de DIOS, en cada pensamiento, palabra o acción. “El arco de los fuertes se quiebra y los que se tambalean se llenan de fuerza…” Los arrogantes, que se enaltecen y creen fuertes, en realidad carecen de verdadera fuerza para enfrentar las luchas. En cambio los que se sienten débiles ante DIOS reciben por Gracia ayuda extraordinaria. “Los hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan su trabajo; la estéril da a luz siete veces, la que tiene muchos hijos se marchita…” El hambriento que confía en DIOS va a ser saciado, y la estéril como Ana, que pone su confianza en DIOS, se rodeará de hijos. Lo contrario sucederá en la vida de los autosuficientes: sus bienes no les reportarán provecho y los hijos, motivo de continuo agradecimiento a DIOS, les acarrearán sufrimiento y tristeza, porque no han sabido agradecer el don recibido. Los hijos son un don de DIOS y nunca un derecho de los padres o de las instituciones sociales. “YAHVEH da la muerte y la vida; hace salir del Sheol y retornar. YAHVEH enriquece y despoja, abate y ensalza, levanta del polvo al humilde…” Las decisiones de YAHVEH le pertenecen, y nadie está en condiciones de pedirle cuentas; sin embargo la persona religiosa comprende que el SEÑOR no soporta la soberbia, y en cambio muestra toda su Providencia por la persona que se hace pobre ante ÉL. Esta verdad alcanza también las relaciones con los semejantes: los que muestran arrogancia, enaltecimiento o soberbia con el prójimo, no tienen audiencia ante DIOS, pues debemos entender que DIOS mismo se presenta y hace pobre. “De YAHVEH son los pilares de la tierra y sobre ellos ha fundado el Universo, por eso puede dar un trono de Gloria a los pobres y humildes…” Sólo YAHVEH tiene todo el Poder y lo emplea a favor de los débiles y humildes. Con nuestra perspectiva, las palabras de Ana encierran el anuncio de una recompensa futura para la vida que sigue a la presente, que se vislumbra a lo largo de la Biblia, pero no se define exactamente hasta la Revelación dada en el Nuevo Testamento. Los autores bíblicos se salen de las corrientes religiosas de alrededor que hablan de transmigración de las almas -metempsicosis- o reencarnación. La Biblia está muy lejos de esas soluciones para el destino de ultratumba, y a lo largo del Antiguo Testamento espera la Revelación conveniente en ese sentido; mientras tanto, conserva la doctrina del Sheol donde son convocadas las almas de los difuntos para la Resurrección en el Último Día. “No por la fuerza triunfa el hombre…” Nada puede el hombre que merezca reconocimiento, si no lo mueve la acción misma de DIOS. Las acciones personales están dentro de un Plan universal y cada persona está pendiente del Juicio Divino: “YAHVEH juzga los confines de la tierra, da pujanza a su rey, exalta el cuerno de su ungido”. El SEÑOR mantiene a los ungidos como intermediarios suyos: el sacerdote y el profeta, a los que se añadirá muy pronto el rey como institución que dará un linaje al UNGIDO del SEÑOR, en la Casa de David. Precisamente será el adulto Samuel, ahora niño, quien ungirá a David para regir los destinos del Pueblo elegido. Después de dar gracias, Ana partió con su marido Elcaná para Ramá, localidad cercana a Belén (Cf. 1Sm 2,1-11). En esta oración de Ana encontramos una sincera acción de gracias, profecía y grandes verdades espirituales que recorren toda la Revelación, y debemos prestar atención.
Un profeta molesto
Jeremía era de la tribu de Benjamín y pertenecía a la clase sacerdotal, por tanto estaba ligado al Templo y en el grupo de los cercanos al rey. Sin embargo el profeta Jeremías no se distinguió por comportarse como un cortesano, sino todo lo contrario, aunque eso le acarreó numerosos males que llegaron a ciertos extremos en algunos momentos. El ministerio profético de Jeremías abarcó desde la fugaz reforma religiosa de Josías hasta la deportación o exilio a Babilonia en el año quinientos ochenta y siete (a.C.). Los duros acontecimientos sufridos no son impedimento para ofrecer previsiones de cara al futuro, en el que las cosas tendrán un carácter muy distinto (Cf. Jr 31,31-34). Pero en el momento presente el panorama es muy sombrío: “salgo al campo, muertos a espada; entro en la ciudad, desfallecidos de hambre. Tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país” (Cf. Jr 14,17-21). Jeremías era un hombre de DIOS y había sido elegido desde un primer momento para llevar adelante una misión para bien de todo el Pueblo. El SEÑOR le dice: “antes de haberte formado en el seno materno, te conocía; y antes que nacieses te tenía consagrado y profeta de las naciones te constituí” (Cf. Jr 1,5). La primera parte de este enunciado puede considerarse de aplicación general: todos somos pensados, conocidos y destinados por el SEÑOR para una misión en este mundo, por insignificante que pudiera parecer. Otra cosa es el carácter de ungido para disponerse de lleno a la misión profética. A pesar de la especial elección, Jeremías se reconoce sin experiencia suficiente y poca capacidad; pero al SEÑOR sólo le interesa la disposición de Jeremías para ejercer el ministerio, pues ÉL seguirá modelando al profeta en el tiempo de su misión. El profeta tiene que desterrar el miedo o incertidumbre de su corazón para permanecer confiando en el SEÑOR. El miedo erosiona la confianza o la Fe, que es lo mismo; y el profeta con la fuerza de DIOS es enviado. “Te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir; para perder y derrocar; para reconstruir y plantar (Cf. Jr 1,10). Hay rasgos de la personalidad que no son obstáculos a la acción directa de DIOS a través del profeta. Jeremías comienza su profetismo siendo joven y con pocas dotes para la oratoria, pero vibra ante la Palabra de DIOS y la interioriza, en definitiva, la escucha y obedece. El profeta sabe que sólo en DIOS tiene su refugio y fortaleza.
Dos lecturas
“Maldito quien pone su confianza en el hombre, hace de la carne su apoyo y se aparta de YAHVEH en su corazón” (v.5). Estas duras palabras del profeta están motivadas por las reiteradas prácticas idolátricas, que muchos israelitas practicaban “en los altos” de los montes y colinas, imitando los cultos cananeos. “La confianza en la carne” tiene dos vertientes: la del hombre que se hace autónomo frente a DIOS, y el que desplaza a DIOS y pone a otra criatura en su lugar. Jeremías en realidad actualiza la maldición que pesa sobre el hombre que acepta el mensaje de la serpiente de “ser como DIOS”, girando sobre sí mismo y clausurando el diálogo con DIOS. Al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, el hombre se declara autónomo en el juicio ético y moral: cada uno decide lo que está bien y lo que está mal, sin que DIOS tenga nada que decir. Los hombres fuimos pensados para ajustar la propia existencia de acuerdo a una heteronomía, esto es, aceptando las pautas de comportamiento dadas por el SEÑOR mediante su Palabra, la escucha de sus enviados o profetas, y la voz de la conciencia que en humildad escucha a su DIOS. El hombre fragmentado disuelto en el colectivo anónimo, sin apoyos personales prefiere el seguimiento y comportamiento de la mayoría, que bien dirigida llega a consensos, que en realidad están dictados por unos pocos. Una mayoría puede decir que el aborto es un derecho, pero tal cosa no tiene nada que ver en el Plan de DIOS sobre la vida de los seres humanos. La confianza o apoyo de comportamientos sociales como el anterior, sólo pueden acarrear males sin cuento. Los profetas de cada época avisan de cosas parecidas, pues el riesgo de poner “la confianza en la carne” permanece en la condición humana. Hemos sido pensados para el Amor a DIOS y a los hermanos, que en uno y otro caso se vive en las relaciones específicas que lo hacen posible. El Cristianismo se vive en comunidades fraternas, y al mismo tiempo abiertas.
Metáfora
“Será como cardo en la estepa, que no llegará a ver la lluvia, habitará un desierto abrasado, tierra salobre e inhóspita” (v.6). Todos los que oían a Jeremías tenían una imagen viva del desierto, con sus plantas propias, paisaje árido y estéril. En nuestros días somos capaces de obtener algunos beneficios de los cardos, pero en aquellos tiempos los únicos agradecidos por los cardos habrán sido los insectos que en algún momento aprovechaban los pequeños pétalos de flores que nacían en ellos. Por otra parte el cardo contribuye a crear un paisaje aún más árido y penoso. El hombre que “confía en la carne” se condena a la esterilidad espiritual y todo en él se vuelve espinoso e hiriente. La lluvia o el agua, favorece la vida y el paisaje desértico evoca su ausencia. El que “confía en la carne” es como “terreno salobre” y totalmente estéril. Algunos conquistadores para humillar a sus enemigos sembraban sus campos de sal con la intención de condenarlos al hambre. La recuperación de un terreno salinizado sería un reto para un ingeniero agrónomo. Así también la conversión de las personas que por las circunstancias de la vida olvidan a DIOS, la Fe de su infancia o las prácticas religiosas cuando vivían con su familia, necesitan de la Divina Providencia que realice un profundo drenaje en sus vidas y los dispongan de nuevo a recibir la Palabra.
Bienaventurado el hombre de Fe
“Bendito aquel que se fía de YAHVEH, pues no defraudará YAHVEH su confianza” (v.7). Las grandes gestas narradas en la Biblia testimonian la Fe de sus protagonistas y la correspondencia del SEÑOR a la confianza profesada. Josué emprende la campaña de conquista de la Tierra Prometida siguiendo, en primer término, los pasos del Arca de la Alianza, que se abre paso en el Jordán y durante siete días va en procesión alrededor de las murallas de Jericó, que terminan por desplomarse al séptimo día (Cf. Js 6,1-14). La Fe en el SEÑOR es poderosa o mueve las montañas del inmovilismo; así con un número reducido de seguidores, Gedeón vence a los madianitas. Gedeón sale a luchar con más de treinta mil hombres, pero el SEÑOR le dice que son demasiados y al final se queda con trescientos. Situados en la noche alrededor del campamento madianita, con antorchas y trompetas no tuvieron necesidad de empuñar la espada, pues los propios asediados confundidos se mataron entre sí (Cf. Juc 7,22). David es el rey elegido para establecer la dinastía, que da la descendencia al MESÍAS. David es un hombre tocado por la Divina Providencia, sin que ello suponga una santidad de vida en todas sus actuaciones. David es una persona de fuertes contrastes, en el que por encima de sus defectos o grandes pecados, sobresale la vertiente religiosa. David se arrepiente y pide perdón de sus pecados, de forma pública hace penitencia y acepta la humillación; con inusual sencillez canta y alaba al SEÑOR públicamente delante del Arca de la Alianza, y dispone todo lo necesario para que su hijo Salomón edifique el Templo cuando le suceda en el trono. Las historias que nos cuenta la Biblia vienen a ser los casos prácticos de las personas que aceptaron o rechazaron el favor de DIOS.
La Fe es fuente de Vida
“Quien se fía de DIOS es como el árbol plantado a las orillas del agua, que en las orillas de la corriente echa sus raíces, no temerá cuando viene el calor y estará su follaje frondoso y en año de sequía no se inquieta ni retrae de dar fruto” (v.8). La persona de Fe está enraizada: va echando raíces con mayor hondura al paso del tiempo. DIOS es la fuente de Vida inagotable y todo el que desee crecer y dar fruto encuentra en ÉL todo lo necesario para ese fin. La fotosíntesis de las plantas y los árboles constituye una gran metáfora de lo que DIOS realiza en el ser humano. La fotosíntesis transforma en elementos orgánicos los minerales que las raíces absorben del suelo junto con el agua. El aire y el sol completan el proceso de síntesis. La planta no se puede alimentar sólo con los minerales que le ofrece la tierra, pues son los elementos más sutiles, el aire y el sol, los que hacen posible el proceso. La Vida en DIOS ofrece el paralelismo: el fuego de DIOS y aliento -viento- del ESPÍRITU SANTO son imprescindibles para que los elementos de la tierra generen la Vida conveniente. Estas imágenes bíblicas resisten los cambios culturales y no caducan con el tiempo. Nada más básico que el contacto con el medio natural, al que el hombre tiene que retornar en algún momento, si se ha desligado.
Un paraje llano
El evangelio de este domingo relata el pasaje que se conoce como “Sermón de la llanura” que se aproxima al Sermón de la Montaña de san Mateo con diferencias significativas. Los versículos anteriores a los dispuestos para la lectura de hoy, cuentan la elección de los doce, que JESÚS realiza después de haber pasado “la noche en la oración de DIOS” (Cf. Lc 6,12). JESÚS baja de la Montaña como el Nuevo Moisés que está al frente de las Doce Tribus de Israel. Es como si JESÚS llevara a término el cumplimiento del modelo contemplado en “la Montaña”, como era el caso de Moisés (Cf. Ex 25,40). En comunión con el PADRE, JESÚS elige a Doce a los que denomina Apóstoles, y los toma de un grupo más amplio de discípulos (v.13). “Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano. Había una gran multitud de discípulo suyos y gran muchedumbre del Pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírlo y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos eran curados. Toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de ÉL una fuerza que sanaba a todos” (v.17-19). Las gentes empezaban a seguir a JESÚS porque querían oírlo y también necesitaban ser curados de sus enfermedades. Las curaciones y los milagros realizados por JESÚS aparecen para significar la Salvación. JESÚS tiene el Poder para salvarnos, pero sus palabras no bastan, aunque vayan ungidas por el ESPÍRITU SANTO y alcancen las profundidades del espíritu humano. Esta imagen que nos dispone a JESÚS con los Doce, rodeado de un círculo amplio de discípulos y una muchedumbre venida de las ciudades de alrededor, ofrece un anticipo de lo que será la Iglesia. “Todo el mundo intentaba tocarlo, pues de ÉL salía una fuerza que los curaba a todos” (v.19). Muchas enfermedades provocaban exclusión social y religiosa. Las minusvalías incapacitantes eran frecuentes: ceguera, lesiones en pies y manos. La alteración del comportamiento atribuido a posesiones.
Bienaventurados
“Alzando los ojos hacia los discípulos decía…” (v.20). Con la mirada, JESÚS señala a los discípulos como los principales destinatarios a los que va dirigida su enseñanza. El tiempo verbal empleado también indica la extensión de la enseñanza a lo largo de los siglos para todos los discípulos que están por venir. La enseñanza de san Lucas tiene actualidad. “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de DIOS” (v.20b). La ecuación establecida en la proposición lleva a saber cuál es el contenido de la pobreza, en esta bienaventuranza. El Reino de DIOS es la Presencia activa del Amor de DIOS en los corazones de los discípulos. Se establece el Reino de DIOS cuando aparecen las obras de Misericordia y se expanden con naturalidad al participar de la fuente que es el Amor a DIOS. El pobre de san Lucas oye y escucha la Palabra sin otro interés que ponerla por obra. Los pobres iniciales, que descubren el Reino de DIOS son los discípulos de JESÚS. Por otra parte ellos dejaron sus casas, trabajos y amigos. Si antes ya eran pobres, aunque no estuviesen en la miseria, sin embargo ahora al seguir a JESÚS presentaban una mayor dependencia de la Divina Providencia.
El hambre de DIOS
“Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados” (v.21ª). Los discípulos y la muchedumbre presentes manifestaban con su presencia que tenían verdadera necesidad de escuchar una Palabra que satisficiese el hambre de DIOS. JESÚS era en aquel momento “el PAN vivo bajado del Cielo para dar la Vida al mundo” (Cf. Jn 6,51). El hambre de DIOS la podía satisfacer JESÚS, ahora con su Palabra y los signos que la acompañaban; y un poco más tarde el hambre espiritual dispondrá de un alimento especial: la EUCARISTÍA. Nuestra aspiración máxima es la bienaventuranza eterna que colma todas nuestras aspiraciones y necesidades. La carencia de alimentos en la actualidad no tiene justificación alguna. Se dispone de los alimentos que se desea producir. Si existen grandes zonas en las que todavía hay hambre es porque algunos así lo deciden. La imposibilidad de alimentos o de una alimentación equilibrada repercute en el desarrollo a todos los niveles de la persona; y sustraer a otros voluntariamente la alimentación adecuada es un crimen.
El llanto cesará
“Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis” (v.21b). Quien recibe el don de lágrimas participa en algún grado de la bienaventuranza. Las lágrimas brotan de forma espontánea cuando el Amor de DIOS toca el corazón, bien porque se da un sincero arrepentimiento, se descubre una verdad espiritual, la adoración o la alabanza afloran como corrientes incontenibles, o aparece como sentimiento de profunda fraternidad. No se pueden limitar los motivos por los que en este mundo saltan las lágrimas a nuestros ojos, que son dadas por un movimiento del ESPÍRITU SANTO. En el Cielo no existe el llanto, porque nuestra condición corpórea se ha vuelto gloriosa y no hay enfermedad, dolor o llanto. Todos aquellos que estaban alrededor de JESÚS oyendo sus enseñanzas pudieron participar de la Paz por ÉL transmitida. Nadie que hubiera abierto su corazón se quedó sin una alegría interior duradera, que no se borraría de la memoria en el resto de sus días. La necesaria purificación total para entrar en la Bienaventuranza Eterna, elimina cualquier brizna de tristeza.
La persecución
“Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os esposen, injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo; pues de ese modo trataban sus padres a los profetas” (v.22-23). Los pasos señalados aquí en orden a la persecución se quedan en la exclusión o muerte social: odio, cárcel, silenciamiento e irrelevancia, también puede llegar a la injuria y la calumnia por causa de JESÚS, el Hijo del hombre. Aquello estaba por venir y claro que llegaría, pues la Historia de la Iglesia lo evidencia. Después de la Pasión y muerte de JESÚS no ha cesado la persecución a los cristianos por defender su Nombre. Desde las primeras líneas de este Evangelio se viene a decir que tanto JESÚS como su Mensaje serán “signo de contradicción y se pondrá al descubierto lo que hay en el fondo de los corazones (Cf. Lc 2,34-35). Así sucedió y seguirá ocurriendo. El Mensaje de JESÚS está dado por el Hijo del hombre para modelar a los hombres según el modelo que DIOS quiere, y tal cosa no es asunto de consensos u opiniones mayoritarias. El Evangelio nunca estuvo en la línea de lo políticamente correcto, cosa que molesta profundamente al poder establecido, que se entiende ajeno y distante al proyecto de Reino de DIOS.
Los ayes
Las contra bienaventuranzas: “Ay de vosotros los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo. Ay de vosotros los hartos, porque tendréis hambre. Ay de los que reís ahora, porque tendréis aflicción y llanto. Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, pues de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas” (v.24-26). Los ayes aquí recogidos constituyen la nota de dolor que JESÚS ofrece por los que su Redención no alcanza. Los ayes no son una amenaza, sino una dolida advertencia, pues ÉL que está dispuesto a darlo todo por todos y cada uno se ve excluido y rechazado. El rico tiene poder y puede disipar su vida en la frivolidad con desprecio de sus semejantes. Los verdaderamente ricos de la sociedad son una élite minoritaria y agravan su situación si contribuyen a la miseria y degradación de sectores enteros de la humanidad. Los que ríen de forma bobalicona en este mundo se sienten por encima de los otros a los que consideran parias, sin darse cuenta que también ellos han venido a este mundo con fecha de defunción. La insensatez es la nota clamorosa de los satisfechos sonrientes. Todos estos tipos de personajes pueden sentir profunda aversión a cualquier palabra que presente una alternativa a su vida, por lo que están decididos a enmudecer cualquier voz disidente o discrepante con sus estilos de vida.
San Pablo, primera carta a los Corintios 15,12.16-20
La Resurrección de JESUCRISTO presenta un conjunto de consecuencias del todo novedosas, cosa lógica desde el momento en el que la persona misma del SEÑOR lo es con respecto al resto de las religiones. La Resurrección de JESÚS da como resultado una Vida Eterna con características únicas frente a las últimas realidades presentadas. Los cristianos, que por el Bautismo fuimos insertados en JESUCRISTO, tenemos pagada la deuda que teníamos con DIOS, pues JESÚS la solventó con su propia sangre. Por tanto, nosotros afirmamos con toda propiedad, que nuestro destino es morir una sola vez, y después de la muerte vendrá el juicio (Cf. Hb 9,27), tras el cual ya no hay razón a reencarnarse o transmigrar para satisfacer cualquier deuda kármica. La Cruz y Resurrección de JESÚS nos libra de lo anterior y dispone para una eternidad con DIOS abismándonos en su MISTERIO de AMOR para siempre.
Polémica en Corinto
“Si se predica, que CRISTO ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros, que no hay Resurrección de los muertos? (v.12). La predicación del Evangelio, de forma especial en los primeros momentos, se fundamenta en la Cruz -Pasión y muerte- y la Resurrección de JESÚS. Así reza el primer anuncio o kerygma: “tenga en cuenta toda la Casa de Israel, que DIOS ha constituido SEÑOR y CRISTO, a este JESÚS, que vosotros habéis crucificado” (Cf. Hch 2,36). La fuente del ESPÍRITU SANTO y de todos los dones, ministerios y carismas, provienen de los méritos del mismo CRISTO, muerto y Resucitado por nosotros. Habían tenido lugar las apariciones del RESUCITADO y se estaba viviendo la manifestación del ESPÍRITU SANTO en la diversidad de dones y carismas. Negar, por tanto la Resurrección, era un disparate o una blasfemia contra el mismo ESPÍRITU SANTO. En los siguientes versículos san Pablo argumentará haciendo depender la constancia de los que han fallecido a la propia Resurrección de CRISTO.
Los muertos resucitan
“Si los muertos no resucitan, tampoco CRISTO resucitó; y si CRISTO no resucitó vuestra Fe es vana, estáis todavía en vuestros pecados” (v.16-17). Es imposible que los unidos a CRISTO por el Bautismo no resucitemos, pues somos transformados por el Poder que ÉL posee para otorgarnos un cuerpo glorificado como el suyo (Cf. Flp 3,21). No son vacías las palabras que aseguran: “si coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre tendréis la Vida Eterna y YO os resucitaré en el último día (Cf. Jn 6,54). Por otra parte, “si CRISTO no ha resucitado, estáis todavía en vuestros pecados e inútil es vuestra Fe”, porque el valor de la muerte redentora se completa con la victoria de la Resurrección de entre los muertos; y de este hecho constan los testimonios ofrecidos al comienzo del capítulo.
Un caos espiritual
“Si CRISTO no ha resucitado, también los que murieron en CRISTO perecieron” (v.18). Si CRISTO no hubiera resucitado, los que a lo largo de los siglos habían descansado en el Sheol esperando precisamente la victoria de CRISTO en su Resurrección, están perdidos para siempre, pues jamás podrían acceder a la contemplación y Vida Eterna con DIOS, si no que el destino de un eterno vagar por los estados espirituales se abriría para ellos y nosotros. Pero CRISTO el RESUCITADO ha sido la Esperanza cumplida de todos los que esperaban en el Sheol y fueron rescatados para la plenitud de Vida Eterna.
El Evangelio no es una utopía para este mundo
“Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra Esperanza en CRISTO, somos los más dignos de compasión de todos los hombres” (v.19). La Creación material -el Universo- tiene un comienzo y las leyes físicas declaran su final. La vida de los hombres en este planeta es una fracción pequeña dentro del conjunto. El Mensaje del Evangelio no está destinado a planificar la vida en este mundo con carácter definitivo, sino que plantea en todo momento la provisionalidad de las cosas en orden a la Vida Eterna, que trasciende todo lo visible y conocido. La Resurrección tiene su fundamento en DIOS mismo que nos atrae hacia SÍ, y el estado presente de vida debe ser proyectado lo más parecido a la santidad de DIOS. De hacerlo así nos moveremos en la corriente de ascenso hacia DIOS, con un orden y perfección crecientes. “CRISTO resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron” (v.20). El Hombre-DIOS, JESÚS de Nazaret, venció a la muerte con su ofrecimiento en perfecta obediencia al PADRE. La santidad de la vida y muerte de JESÚS, perdonando a sus verdugos, lo constituye en Cabeza de la Iglesia, de la que ÉL es el primogénito (Cf. Col 1,15-20).