El hombre es Para Dios, el ser humano es una criatura por cuya salvación eterna quiso hacerse hombre y padecer la muerte en la cruz. Para el teólogo disidente Leonardo Boff, cercano al Papa, es “la gran amenaza para la vida en la Tierra”.
Leonardo Boff, el franciscano brasileño secularizado que ha pasado de la Teología de la Liberación a la Ecología Integral, y de ser disciplinado por el entonces prefecto para la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, a convertirse en “querido hermano” y colaborador de su sucesor, Francisco (presume de haberle inspirado abundantemente la encíclica Laudato Sì), acaba de publicar su último libro, ‘Una ecología integral’, y nuestros colegas de Religión Digital han querido celebrar tan magno evento con un coloquio digital en el que interviene nuestro teólogo.
En él, el brasileño suelta perlas de este cariz: “La teología tiene que hacer una opción por los pobres, a favor de la justicia y de la libertad. Y dentro del ‘gran pobre’, hay que poner al grandísimo pobre que es la Tierra, la más violada, la más perseguida”. Ya saben: la Tierra, como ‘gran pobre’, violada y perseguida, debe de ser, en consecuencia, un ente autoconsciente, la Pachamama, con más méritos para atraer nuestros desvelos que cualquier ser humano dotado de alma inmortal.
O esta: “Estamos de cara a una situación en la que la humanidad se encuentra en una encrucijada. El ser humano es la gran amenaza de la vida de la Tierra”.
O esta: “Darnos cuenta que todo está ligado, interconectado, todos estamos conectados, sino que somos el conjunto de todas las relaciones con todos”.
Era el paso que quedaba. De la Tierra “casa común” a la tierra que tiene en su huésped su peor enemigo; del hombre como guardián y custodio de la Naturaleza, al hombre que solo puede definirse diluido en “el conjunto de todas las relaciones con todos”, en un batiburrillo ecomístico en el que están las mareas y los cocodrilos, los seres humanos y el coronavirus.
El Papa Benedicto XVI hizo una famosa carga contra el relativismo como dictadura de nuestro siglo, y no seré yo quien le quite la razón. Pero, en otro sentido, el relativismo define la realidad, en el sentido de que todo, salvo Dios, se explica en relación con alguna otra cosa. La perversión de esta relación justa es lo que llamamos ‘mal’ o, si se comete voluntaria y conscientemente, ‘pecado’. San Agustín lo definía como “uti fruendi et frui utendi”, es decir, usar lo que debemos gozar, y gozar lo que debemos usar. Convertir los medios en fines y los fines, en medios, en definitiva.
Y ese es el error de Boff, y el peligro del actual énfasis de la ‘conversión ecológica’ y los ‘gritos de la Tierra’. La Tierra, la naturaleza, existe para el hombre. La Escritura es diáfana en ese sentido al contar cómo Dios crea un Jardín para que lo habite el Hombre y cómo pone a todas las criaturas bajo su autoridad.
En la versión de la ecología mística, la relación es la contraria: el hombre es solo un elemento de esa naturaleza, elemento que se ha convertido eventualmente en una “amenaza”. Ni rastro aquí del ser por cuyo amor el propio Dios se hace uno de ellos y sufre una muerte infamante para abrirle las puertas del Cielo.
Ni rastro de la Vida Eterna, de la que nunca se acaba, ninguna referencia a que este “conjunto de relaciones”, esta “casa común” esté llamada a la destrucción y participe de la Caída.
Con información de InfoVaticana/Carlos Estabán