Biden en la Casa Blanca. ¿Es la hora de la verdad para los católicos estadounidenses?

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Desde el 20 de enero Joe Biden será el segundo presidente católico de Estados Unidos, pero en un paisaje político y religioso fuertemente mutado respecto a su predecesor John John F. Kennedy.

El problema de Kennedy era asegurar a todos los ciudadanos que su fe católica jamás habría de afectar su fidelidad a Estados Unidos. El de Biden, por el contrario, es recomponer una nación profundamente dividida, en la que la misma Iglesia Católica está quebrada por la mitad, en todos los niveles: en la jerarquía, entre los fieles, entre los electores, entre los electos para el Congreso y en el Senado.

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En el gráfico del Pew Research Center arriba reproducido, se puede notar de que entre los protestantes, en el Capitolio, los republicanos son mucho más numerosos que los demócratas; que entre los judíos los demócratas prevalecen en forma abrumadora; que los mormones son todos republicanos; que los pertenecientes a las religiones no judeo-cristianas son todos demócratas. O de aquí, o de allá.

Los católicos, por el contrario, son los más divididos entre los dos campos, aunque con una preeminencia de los demócratas sobre los republicanos. Y se sabe que es una división para nada pacífica, especialmente después de los cuatro años de presidencia de Donald Trump.

Otro dado puesto en evidencia por el gráfico es que los actuales componentes del Congreso y del Senado aparecen muchos más “religiosos” de cuanto lo son los ciudadanos de Estados Unidos en su conjunto.

Los católicos, en particular, son el 30% de los electos, mucho más que el 20% de su promedio nacional. También los cristianos en su conjunto, católicos y protestantes, en el Capitolio son mucho más que su porcentaje de presencia en el país: el 88% contra el 65%.

Lo contrario sucede con los «none«, es decir, con los ateos, los agnósticos y los que no tienen ninguna pertenencia religiosa. Mientras que entre los adultos de Estados Unidos resultan ser el 26% y continúan creciendo, en el Congreso y en el Senado hay solamente uno que se declara como tal, equivalente a un mísero 0,2% de los electos. Es Kyrsten Sinema, el senador de Arizona.


 

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En su investigación, el Pew Research Center no midió los niveles de creencias y prácticas religiosas de los electos, se limitó a determinar sus pertenencias declaradas. Y no es ningún misterio que la ola secularizadora esté atenuando en general la intensidad de las creencias y, por lo tanto, también su entrecruzamiento con la política.

Pero también en esto el factor católico se distingue. Comenzando por la persona del nuevo presidente.

Biden es indudablemente un católico sincero. Creyente y practicante, va a Misa todos los domingos. En los momentos dolorosos de su vida de esposo y de padre la fe incidió fuerte y visiblemente en él. Y también en la competencia política jamás ocultó que extraía inspiración de su fe. Quienes lo critican sólo le pueden imputar, en todo caso, no ser coherente con su fe en su totalidad, en particular al sostener que el aborto es un derecho constitucional.

En Estados Unidos, mucho más que en Europa, en Italia y en Roma, ésta es una “vexata quaestio” [problema que excede]. Que con Kennedy no se planteó nunca, pero que después de la sentencia de la Corte Suprema estadounidense que en 1973 legalizó el aborto ha tenido un incremento dramático.

El enfrentamiento más duro fue en el 2004, cuando el candidato demócrata en las elecciones presidenciales, después derrotado por George Bush, fue John Kerry, él también católico y “pro choice”. Algunos obispos quisieron por eso negarle la Comunión. Pero de opinión opuesta fueron el entonces presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense, Wilton Gregory, y el entonces arzobispo de Washington y cardenal Theodore McCarrick, quien era también presidente de la Comisión Episcopal para la “política doméstica”.

A los dos, desde Roma, el entonces cardenal prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, Joseph Ratzinger, les hizo llegar una nota sobre los «principios generales» que llevarían a negar la Comunión a los políticos católicos que hacen campaña sistemáticamente a favor del aborto.

Gregory y McCarrick mantuvieron oculta la nota de Ratzinger. Sin embargo, en una carta posterior ambos reconocieron que los principios recordados por ellos todavía abrían el espacio para un «juicio prudencial» sobre si dar o no la Comunión, como también admitieron cardenales “neoconservadores” respetados como Avery Dulles y Francis George.

¿Y hoy? Con Biden la cuestión vuelve a plantearse como tal. Ya ha visto que se le ha negado el acceso a la Comunión y los obispos parecen también esta vez divididos.

McCarrick, como se sabe, salió de escena, incluso fue reducido al estado laical. Pero el mismo Gregory llegó a ser arzobispo de Washington y Cardenal, y se pronunció a favor de la comunión con Biden. Mientras que el arzobispo emérito de Filadelfia, Charles Chaput, se pronunció en contra en un artículo publicado el 4 de diciembre en «First Things«.

Pero es probable que los “juicios prudentes” también encuentren espacio esta vez. La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, presidida actualmente por el arzobispo de Los Ángeles, José Horacio Gómez, ha creado un “grupo de trabajo” especial sobre las políticas del nuevo presidente “que entrarían en conflicto con la enseñanza de la Iglesia y las prioridades de los obispos”, en particular en lo que respecta al aborto, la identidad sexual, la atención de la salud y las escuelas.

Presidiendo este “grupo de trabajo” está el arzobispo de Detroit, Allen H. Vigneron, quien también es vicepresidente de la Conferencia Episcopal y candidato a convertirse en su futuro número uno, exponente moderado de esa ala “neoconservadora” que aún todavía prevalece en el episcopado estadounidense, que en varias ocasiones se mostró cercano a Trump en los cuatro años de su presidencia.

Pero en el lado opuesto de esta ala y con el evidente apoyo del papa Francisco también crece el peso de esos cardenales y obispos, entre ellos Gregory, que tienen su faro político en Biden. Con ellos parece volver a la escena – al tratar la cuestión del aborto en un bloque inseparable de la defensa “integral” de la vida y por tanto al mismo tiempo de los pobres, los ancianos, los migrantes, los homosexuales, la naturaleza – esa “seamless garment”, esa túnica sin costuras que usó Jesús, que fue la fórmula simbólica de la Iglesia progresista estadounidense de los años 80, encabezada por el cardenal de Chicago Joseph L. Bernardin (1928-1996).

Sin embargo, no se debe subestimar que no sólo entre los ciudadanos, sino también entre los católicos estadounidenses el contraste entre los dos bandos, el de Trump y el de Biden, es de una radicalidad sin precedentes, de la cual fue la invasión bárbara del Capitolio el 6 de enero la epifanía llevada al extremo. Entre los observadores hay quienes se remontan hasta 1861, al ascenso de Abraham Lincoln a la presidencia y al estallido de la Guerra Civil, para encontrar una nación tan dividida.

El Centro de Investigación Pew descubrió, en las vísperas de esta elección presidencial, de que hasta nueve de cada diez votantes, tanto republicanos como demócratas, veían la abominable victoria del oponente como un “daño duradero” para la nación. Y resulta que los católicos son el único grupo religioso importante de Estados Unidos en el que están representados ambas partes de la oposición política, cualquier cosa menos en paz con el otro.

Pero John L. Allen Jr., el principal vaticanista de Estados Unidos, señala también que los católicos constituyen una quinta parte de la población de Estados Unidos, y por lo tanto su acción para la unidad en la diversidad podría cambiar todo el panorama cultural, si tan sólo se moviera en el sentido de hacerlo más “católico”, más inclusivo y abierto.

Una primera señal en este sentido se puede ver en distancia crítica que han tomado de Trump los exponentes “provida” que han apoyado su política antiabortista, así como continúan oponiéndose a la línea de signo representada por Biden.

Con un presidente católico quizás ha llegado la hora de un “Catholic moment” para Estados Unidos. La hora de la verdad para la Iglesia Católica de Estados Unidos.

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PARA ENTENDER MÁS

El 20 de enero, día de la asunción presidencial de Joe Biden, sale a la venta en Estados Unidos y en Italia un libro que traza un convincente recorrido analítico del advenimiento del segundo presidente católico de Estados Unidos.

El autor es Massimo Faggioli, profesor de teología y ciencias religiosas en la Universidad Villanova, de Filadelfia, también exponente de esa “escuela de Boloña” que ha producido la más difundida y discutida reconstrucción del Concilio Vaticano II como acontecimiento capital del punto de inflexión y nuevo comienzo en la historia de la Iglesia.

Su análisis no es imparcial. Pero puede ser para todos de fructífera lectura, por la riqueza de los datos que ofrece:

> Massimo Faggioli, “Joe Biden e il cattolicesimo negli Stati Uniti”, Scholé-Morcelliana, Brescia, 2021.

Massimo Faggioli, “Joe Biden and Catholicism in the United States”, Bayard Inc., 2021.

Con información de L’Espresso/Sandro Magister

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