Capellán en un centro de cuidados paliativos, sacerdote y experto en bioética, Alberto Mendes, de la Orden de San Juan de Dios, ha ayudado y acompañado a muchas personas con dolor y en la cercanía de la muerte. Y, con el coronavirus, más.
Por eso dice que aprobar la eutanasia precisamente en medio de esta pandemia «es peor, es casi como una puñalada cuando estamos luchando a diario por la vida con grandes sacrificios».
Alberto Mendes es licenciado en Teología, tiene un título de Cuidados Paliativos de la Universidad Católica Portuguesa y un postgraduado en Bioética. Desde 2014 es asistente espiritual en temas de paliativos, salud mental y psicogeriatría, y capellán del Instituto San Juan de Dios de Lisboa. Ha escrito el libro Cuidados Paliativos: Diagnóstico e Intervenção.
Repite en la agencia Ecclesia, como ha dicho muchas veces, que el esfuerzo de la Iglesia, y también de la buena ética médica, es por la “eliminación del sufrimiento”, no por la eliminación del enfermo. Los cuidados paliativos, explica, son el esfuerzo de un equipo multidisciplinar, también en lo espiritual, para acompañar y mitigar o eliminar «el dolor, el sufrimiento, que no es solo dolor físico”, señala.
El lenguaje del cariño y dar voz a los sin voz.
La Orden de San Juan de Dios siempre se volcó en cuidar a los enfermos, recuerda. “Cultivamos mucho el lenguaje del cariño. Tratamos de dar vida ”, señala. También buscan dar voz a los enfermos mentales que no siempre tienen voz. “Nuestra lucha diaria es que estos pacientes no sean olvidados».
En una entrevista anterior en el diario Voz da Verdade añadía que “en cuidados paliativos, tenemos prohibido decir ‘no hay nada que hacer’”.
«Si luchamos contra el sufrimiento y el dolor de la persona, la persona realmente cambia de opinión. El cuidado del otro debe ser lo principal, debemos comenzar por ahí», explicaba.
Afirma que una cosa concreta que se debería hacer ya es invertir en «agilizar el proceso de pacientes que esperan una vacante o apoyo a domicilio [para paliativos]. La gente está en casa y la espera lleva mucho tiempo. Cuando llega la respuesta, la persona está cansada de sufrir y desesperada». Los paliativos deben llegar, y han de hacerlo antes.
Lo espiritual empieza por acompañar y escuchar.
El cuidado del enfermo y el moribundo incluye la parte espiritual, que incluye «el sentido de la vida, de estar bien consigo mismos», incluso cuando no se ha llegado a lo religioso propiamente dicho. «¿Qué necesita la persona? Necesita compañía, alguien que esté a su lado, que la escuche, como ella, con su historia. Y luego, sí, pasemos a otro nivel…», explica.
Recuerda el caso de una persona, de 80 años, ya casi terminal, que guardaba un secreto desde los 20 años. «Todo ese tiempo esperaba el momento adecuado para contarlo. Afortunadamente, consiguió hacerlo. Esto le permitió salir más descansada y tranquila. Esta es una necesidad espiritual que no llega a lo religioso, pero era importante que lo hiciera, incluso cuando estás por terminar tu vida terrenal. Para que esto suceda, se necesita un equipo atento».
Señala que «a menudo el mayor sufrimiento es el de la familia y no el del paciente. Cuando la persona está en una fase de agonía, en la que no habla o está inconsciente por un largo período, a veces sabemos que la familia reza todos los días por esa persona y no tiene respuestas, que se queda con muchas preguntas. Estas familias necesitan mucho apoyo espiritual, religioso, psicológico, social, relacional… La parte espiritual y religiosa puede estar más cerca de estas familias, porque las familias tienen muchos problemas. No solo el paciente está ahí, sino que, a su alrededor, la vida continúa, con trabajo, empleo, nietos, hijos».
Derecho a pedir la «medicación espiritual».
Los enfermos y familias, añade, han de saber que pueden llamar a responsables espirituales de sus equipos paliativos, a administrar su «medicación espiritual».
Un equipo de paliativos siempre trabajará cuatro áreas:
– controlará los síntomas
– apoyará al paciente y a su familia
– atenderá la comunicación entre el equipo y el paciente
– y cuidará el trabajo en equipo entre disciplinas
«Si alguna de estas áreas falla, los cuidados paliativos quedan muy por debajo de lo que se desea para ser efectivo», apunta. Por eso, en cuidados paliativos, «siempre hay mucho que hacer».
Nunca ha visto una petición real de eutanasia.
En otra entrevista en Ecclesia constaba: «Nunca hemos tenido un pedido directo de ‘quiero morirme, mátame’. La gente, cuando lo pide, en realidad pide que le alivien el sufrimiento, porque sufre en ese momento y necesita que le controlen los síntomas». No hay demanda de eutanasia real en el entorno de este sanitario que trabaja muy a menudo con enfermos ancianos y muy cercanos a la muerte.
A veces, peor que el sufrimiento, es el miedo al sufrimiento. Sofía Raquel Viegas, una enfermera coordinadora de la Unidad de Atención Continuada explicaba en esa entrevista que «la gente tiene mucho miedo a sufrir. Cuando somos capaces de asegurar que este sufrimiento tiene respuesta y asumimos este compromiso de no abandonar a las personas, transmitimos un sentimiento de seguridad”.
Esa confianza se gana cuando se elabora un plan con el paciente y su familia para tratar cada síntoma.
Pero además de los síntomas, explica Viegas, es clave «trabajar el sentido de la vida». “Es mucho trabajar en lo que fue el pasado, cuál es mi presente y cómo puedo visualizar los días que tengo, con una mejor calidad de vida. A menudo hablamos de dejar biografías escritas y darnos cuenta de cuáles son los objetivos ”, añade.
Estos objetivos suelen pasar por cosas sencillas como «estar con la familia, momentos que aún quieres compartir, poder estar en un cumpleaños, en un almuerzo de Navidad».
P.J.G./ReL.