“En dos semanas más, todos los habitantes del país que tienen derecho a voto tendremos que pronunciarnos si queremos que permanezca la actual Constitución Política de la República o iniciamos un proceso que concluya con una nueva constitución para el país”, lo afirma el Arzobispo de Puerto Montt, Chile, Monseñor Fernando Ramos Pérez, en su nueva columna de opinión en el diario El Llanquihue, destacando el papel que cada uno de los ciudadanos cumplirá en este decisivo proceso y la importancia del plebiscito nacional, en programa para el próximo 25 de octubre de 2020.
La Constitución ley fundamental de la organización del país
Asimismo, el Arzobispo de Puerto Montt – se lee en una nota de la Conferencia Episcopal de Chile – recuerda que, la Constitución Política de la República “siendo la ley fundamental de la organización política del país, es clave para el desenvolvimiento de la sociedad civil, porque en ella se fijan los principios de organización, estableciendo los organismos del Estado, las responsabilidades y facultades de las principales autoridades, y formulando los derechos de los ciudadanos que han de ser tutelados en cualquier circunstancia”.
Promover la búsqueda de un mejor país
En su mensaje, Monseñor Fernando Ramos destaca el valor del voto de cada ciudadano, más allá de las preferencias, ya que es en la diferencias donde se puede promover la búsqueda de un mejor país. “Más allá de la opción que cada uno decida en el santuario inviolable de su propia conciencia – resalta el Prelado – sea por la opción del apruebo o por la del rechazo, ambas legítimas, la pregunta acerca de la ley fundamental del país nos plantea el desafío acerca de los principios que sustentan nuestra sociedad y hacia dónde la queremos conducir”.
La dignidad de la persona principio indiscutido e inviolable
Además, el Arzobispo de Puerto Montt releva la tradición democrática de Chile y la trascendencia de este plebiscito nacional, poniendo en valor la incidencia que este tendrá en el bien común, “La tradición democrática de nuestro país – recuerda Monseñor Ramos – ha visto siempre como un principio indiscutido e inviolable la dignidad de la persona humana y el derecho a la vida. La percepción de que cada persona es única, irrepetible y absolutamente original naturalmente ha de cristalizar en un cuerpo jurídico que vele y custodie a todo ser humano”.
Con información de Vatican News