Hace 500 años…

Editorial ACN Nº117

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Mientras nuestro tiempo convulsiona y el destino parece moverse hacia la incertidumbre, la certeza del pasado es una especie de brújula que nos permite componer el camino para orientar las cosas y recuperar las fuentes de las que ha bebido nuestra civilización.

Veracruz es un punto neurálgico de la historia patria y de fe. Y la Iglesia en el Estado no ha dejado en el olvido un hecho que significó el comienzo de una epopeya asociada a la conquista de México, el de la evangelización. Justo 500 años atrás, los doce primeros franciscanos llegaron a San Juan de Ulúa cuando la Corona española cumplía el encargo hecho por Hernán Cortés para enviar a México a un grupo de misioneros que emprendieran la otra conquista, la espiritual.

En enero de 1524, los franciscanos Martín de Valencia, Francisco de Soto, Martín de Jesús, Juan Suárez, Antonio de Ciudad Real, Toribio de Benavente, García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jiménez, Andrés de Córdoba y Juan de Pablos, salieron del puerto de San Lúcar de Barrameda en un viaje que jamás imaginaron. Se convirtió en una epopeya de que fundaría las bases de un proyecto de fe.

Los llamados “Doce apóstoles” de la conquista espiritual de México dieron, por así decirlo, carta o acta de nacimiento a la evangelización no sin pocas controversias que representarían choque y encuentro. Para esos franciscanos, el ritmo de su tiempo, convulsionado por la división y la reforma, significó una oportunidad, el de refundar una Iglesia desde cero en el Nuevo Mundo. Su ideal, creó nuevos métodos para impulsar una evangelización distinta, bajo la estricta pobreza. De hecho, cuentan las crónicas, los doce franciscanos, al llegar a Veracruz, emprendieron su camino hacia Tenochtitlán a pie, como demostración de este particular voto, encontrándose con Hernán Cortés en Texcoco, en junio de 1524.

Así comienza la historia de la llamada evangelización regular que patrocinó Carlos V y el Papa Clemente VII, de los pontífices que tendría una notable influencia en la historia de la Nueva España y de México. Con eso, los inicios de la evangelización formal dieron con la formación de los grandes monasterios y conventos que fueron centros neurálgicos de donde partieron las principales obras misioneras. Esto fue nuestro punto de partida en la fe.

Sin embargo, en el justo equilibrio historiográfico, sin ninguna pretensión tendenciosa de condenar como esas ridículas voces que afirman que la evangelización y la conquista fueron de las peores cosas que pudieron suceder a México, este proceso tuvo también estos puntos oscuros que, de alguna forma, fueron destacados por los evangelizadores. “Motolinía”, fray Toribio de Benavente, el historiador de la Nueva España, nos legó una amplísima relatoría de las injusticias y enfermedades que sufrieron los naturales; tributos injustos y excesivos, saqueos, e incluso, según el mismo fraile, la edificación de la Ciudad de México fue tenida por una de las plagas el explotar tanta mano de obra indígena que no fueron pocos los muertos en la edificación que sepultó para siempre a la gran Tenochtitlán.

Hace 500 años, el ideal de una nueva Iglesia pobre nacía con esta gran odisea de la fe. Hoy, desde el púlpito de la política, se hacen ridículas condenas y se exige un perdón que no toca a nosotros. Los chairos y adictos al indigenismo alegan que todo estaría mejor si no se hubiera dado el encuentro de dos mundos. Tiran estatuas haciendo juicios sumarios y decapitan a los protagonistas de esa época. Sin embargo, somos lo que somos, un pueblo mestizo y católico. La Iglesia de México camina hacia 2031… Para celebrar los 500 años de un hecho que nos afianzó en la historia gracias a los inicios humildes cuando el 13 de mayo de 1524, doce frailes iniciaron la gran conquista espiritual del México.

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