La vida en comunidad es esencial para la existencia del hombre; nadie puede vivir totalmente solo, existe en nosotros la necesidad de relacionarse con otros, de vivir en grupos y de compartir la vida. Nacemos en una comunidad que es nuestra familia y ella nos da abrigo y calor. Así nos desarrollamos, crecemos, adquirimos una identidad y formamos una personalidad. En la comunidad se viven momentos de armonía y, en ocasiones, conflictos que la misma experiencia del ser nos depara.
Para favorecer la vida en común se requiere que sus integrantes hayan sido llamados a vivir juntos en una comunidad, sea esta del tipo que fuere. Las cualidades requeridas a cultivar en toda relación humana, entre otras, son una sana educación, amabilidad, sinceridad, control de uno mismo, delicadeza, sentido del humor y espíritu de participación, sin descartar la pureza de la intención. Asimismo, se pueden mencionar algunas otras como la confianza mutua, la capacidad de diálogo y la adhesión sincera a la disciplina comunitaria.
No hay que olvidar que la paz y el gozo de estar juntos, la ayuda mutua, sigue siendo uno de los aspectos que da unidad y cohesión a sus integrantes. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades y de las tristezas cotidianas, forma parte inherente del ser humano y de la vida comunitaria. No concibo una comunidad triste, apagada, dividida por intereses mezquinos, en donde las diferencias, lejos de ser una riqueza, son la ocasión para discrepar todo el tiempo. ¡Mirad cómo se aman! quizá la nota más característica de las primeras comunidades era cómo sabían quererse entre sí, esta es la señal por la que eran reconocidas las primeras comunidades.
En la medida de que los integrantes de la comunidad se hacen más civiles y menos espirituales, puedo decir que se han secularizado, entendida la secularización como el proceso de abandono o alejamiento de una doctrina religiosa. En efecto, el integrante de la comunidad sufre cambios en el descenso de sus niveles de creencia, pues al convivir en comunidad sus criterios, sin darse cuenta, han cambiado sutilmente, por lo cual es importante estar constantemente en formación para que la secularización no haga mella en el desarrollo de la vida comunitaria. En otras palabras, nos mundanizamos; ya no son los criterios o principios del evangelio, es un “nuevo evangelio” matizado y adaptado dizque a los nuevos tiempos, entre verdades parciales y verdades a medias, y estos criterios traspasan y entran a las comunidades, lo cual afecta el quehacer comunitario.
La vida en comunidad, especialmente en las comunidades numerosas, necesita tiempos fuertes para crecer. Son momentos que han de estar libres de cualquier otra ocupación; momentos importantes de comunicación para crear sentido de responsabilidad y situar el trabajo propio en el contexto de “un solo cuerpo en la diversidad de sus miembros”.
En la vida comunitaria se hace indispensable la autoridad que es, ante todo, un ejemplo en el servicio, pues al ser llamado a servir, se convierte en una autoridad espiritual. La autoridad debe cultivar en sí misma el reconocimiento a la dignidad de sus miembros con un trato cordial y amable respetando las normas de vida comunitaria y reconociendo la razón de ser de la vida en común. La autoridad dese sentirse corresponsable de la vida fraterna, esta es una característica de la búsqueda de comunión y comunidad.