El Adviento: Una actitud de vigilancia pastoral

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

¡El Señor nos ha pedido estar alertas, despiertos y en oración! Esa es la actitud del Adviento, es la actitud de la vigilancia: ojos y oídos abiertos, corazón y mente atentos. Es una vigilancia no sólo espiritual sino también eclesial y pastoral. Se trata de estar alertas ante los nuevos desafíos pastorales que presenta la realidad, sobre todo, los que tienen que ver con la ecología, la economía y la política. Estar vigilantes significa no descuidarnos ante los ataques que el mundo globalizado asesta contra estos valores de la Iglesia y la Sociedad.

Ojos y oídos abiertos: ver la realidad y escuchar el clamor del pueblo

Prepararnos a la venida del Señor Jesús implica vigilar que las cosas estén bien, echar un ojo a las cosas que están pasando, no hacernos ojos de hormiga, sino enfrentar los desafíos. Vamos a celebrar al Señor de la vida pero hay muchas muertes, secuestros, desapariciones y ataques sistemáticos contra la vida. No podemos celebrar la Navidad si el amor, la esperanza y la fe han sido secuestrados de nuestra vida. Valoremos nuestro matrimonio y familia, vigilemos que nuestros hijos estén bien, que su vida no esté sujeta a la drogadicción o alcoholismo, vigilemos que en el entorno social no se digan mentiras, vigilemos que en nuestra Iglesia no se dé la indiferencia, la pereza pastoral o aburguesamiento sacerdotal. Escuchemos el clamor de las familias: ¿cuáles son sus problemas y necesidades? ¿Cuáles son sus aspiraciones y esperanzas? ¿Cuáles son sus miedos y amenazas? ¿Cuáles son sus gozos y victorias? ¿Cuáles sus debilidades y fortalezas? Démosle lo que ellas necesitan.  

Mente despierta: juicio sano y objetivo sobre la realidad

La vida humana es sagrada. La Iglesia tiene la obligación moral y pastoral de acoger la vida humana, amarla, defenderla y promoverla. No solo debemos disponernos a celebrar la Navidad sino también a realizar acciones a favor de la vida. Dice la Evangelium Vitae que «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente».[1] Esto exige estar vigilantes y defenderla de las acciones que atentan contra ella como el aborto, el secuestro, el homicidio o la pena de muerte. Una Navidad sin vida no tiene sentido, una Navidad sin Dios es ilusoria, una Navidad sin amor ni paz es puro materialismo.  

La Navidad se vive en familia. Las familias  son lugares de comunión, cenáculos de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.[2] No se vale que nuestras familias estén siendo destruidas, violentadas o secuestradas. En este nuevo año litúrgico, sería interesante promover acciones fundamentales a favor de ella, no sólo actividades de relleno, sino actitudes y acciones verdaderamente transformadoras que la hagan retomar su lugar como célula vital de la sociedad y santuario de la vida. La acción pastoral de la Iglesia debe favorecer una preparación consciente, oportuna, objetiva y eficaz a favor de las familias, de tal manera que ellas puedan vivir su identidad y misión tal como está en el Plan de Dios. Ello ayudaría a dar a la Navidad su verdadero sentido y se viviría de modo auténtico, no solo como un acto social y comercial.  

Corazón atento: siempre dispuesto a transformar la realidad

La acción pastoral tiene un punto de partida (realidad actual: adviento) y un punto de llegada (realidad transformada: navidad). ¿A dónde queremos llegar en esta Navidad 2023? Queremos que las familias se preparen con fe y esperanza a recibir a su Salvador, que abran las puertas de sus hogares y su corazón al Niño Jesús, que experimenten el amor de Dios en sus vidas.  En este Adviento debemos ayudar a las familias a encontrarse verdaderamente con Jesús, lo cual no solo requiere de un Retiro sino de compromisos serios como acompañarlas en sus momentos más difíciles (problemas, necesidades), brindarles atención espiritual (confesión, eucaristía) y darles apoyo integral (formación, caridad y promoción). Como Iglesia, queremos ayudar a que las familias vivan unidas, que acojan la vida como un valor sagrado y un bien insustituible, queremos matrimonios que perduren toda la vida. Esta Navidad será diferente a la de otros años si procuramos vivirla en familia, en oración, amor y paz, compartiendo la Eucaristía y la Cena. Procuremos regalarle a Dios una familia que sea Iglesia doméstica, dónde se bendiga y se alabe su Nombre Emmanuel: Dios-con-nosotros.

La misión de la Iglesia debe centrarse más en acciones pastorales que en actividades fervorosas, formar integralmente a las familias que sólo hacer eventos masivos, acompañarlas en sus situaciones difíciles (muerte, secuestro, violencia, desintegración, infidelidad) además de rezar por ellas, capacitarlas para ser sujetos de desarrollo y no solo destinatarias del trabajo, prepararlas para un verdadero encuentro con Jesucristo vivo y no sólo una preparación litúrgica. La Iglesia debe preparar para el encuentro permanente con Jesús, para una vida de paz y de amor. Es un compromiso perenne. Es un desafío constante. Es una responsabilidad inquebrantable. Es un esfuerzo perdurable. Es un Adviento  perpetuo. ¡Vigilemos y cuidemos la vida, el matrimonio y la familia! ¡También nuestro medio ambiente, la participación ciudadana y los valores culturales!


[1] EV # 53. Cf Donum Vitae # 5 (Introducción).

[2] Papa Francisco, Oración para el Sínodo de los Obispos sobre las Familias, del 5-19 Octubre del 2014.

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