Un intelectual-académico puede ser político. Nuestros senderos no son nunca extraños. Nosotros somos estudiosos e investigadores, ustedes son servidores, amigos del pueblo, somos aliados de nuestras fatigas para servir mejor. Somos administradores de vuestras conquistas, y lo cierto es que nos necesitamos unos a otros como colaboradores para compartir las conquistas, descorazonamientos y fracasos.
No debemos desesperar jamás en la verdad, estamos buscando el bien común de todos los ciudadanos para alcanzar mejores condiciones de vida, porque el intelecto, la ciencia y la política deben estar al servicio de la humanidad; “buscamos con el afán de encontrar y encontramos con el deseo de buscar aún más” (San Agustín).
Se puede ser intelectual y político a la vez, claro que sí. Los políticos intelectuales son un referente al servicio del pueblo, siempre y cuando no sean corruptos, distorsionen la verdad o la realidad que está viviendo el pueblo hoy en la actualidad. Es necesario pensar y actuar rectamente, ¡ahí de aquellos que oscurecen la verdad con miles de artificios que deprimen la verdad o la deforman! El principio básico para los hombres y mujeres de ciencia es esforzarse en pensar rectamente por eso. Sin turbar nuestra labor como pensadores hay que afirmar el paso, sin ofuscar miradas hacia la realidad que vive nuestro país. La luz de la razón es la lámpara que nos acerca a la verdad.
Ha parecido tan clara como hoy la posibilidad de entrelazar la verdadera ciencia con la política, sirvientes de una para la otra, al servicio de la humanidad.
Asimismo, quiero reconocer a la mujer académica-política en su innata igualdad con el hombre, quien ha adquirido en el mundo una influencia y un peso jamás alcanzado en nuestro país. La sociedad las llama por todas partes a continuar al servicio del pueblo, como es el caso de tantas aspirantes a presidentas municipales, gobernadoras y a la presidencia de la república.
Lo académico es político, la ciencia y la política no están lejos de la fe. Me parece que la fe está intrínsecamente presente en la investigación. No son pruebas como las entiende la ciencia experimental, porque ésta se da en “el horizonte de la comunicación interpersonal”. Esto quiere decir que no solo se trata del razonamiento, sino que también hay una profunda implicación existencial. Para concluir toda propuesta académica se genera un proyecto político, se va del currículo pensado a la estructura formal y, de ésta, a la práctica experimental. ¡Lo académico es político!, sin embargo, los tiempos del político son electorales, mientras que los del académico son lógicos y metodológicos. El político trabaja para su imagen y para el voto, mientras que el académico para comprobar las hipótesis y teorías.
¡Eso pienso, eso creo y eso vivo!