* Polémica que cobra vida. La crónica de Sandro Magister.
En una entrevista en el último número de “ Herder Korrespondenz ”, el cardenal Gerhard L. Müller llamó nada menos que “hereje” a un tipo que pasa como “uno de los asesores más cercanos del Papa”.
Esto es lo que dijo el prefecto de la congregación para la doctrina de la fe:
“La enseñanza sobre el papado como institución divina no puede ser relativizada por nadie, porque eso sería querer corregir al mismo Dios. […] Tiempo atrás hubo quienes fueron presentados por ciertos medios sesgados como uno de los más cercanos asesores del Papa, según los cuales es muy posible trasladar la sede del Papa a Medellín o dispersar las curias en diferentes Iglesias locales. Esto es fundamentalmente erróneo y también herético [sogar häretisch]. A este respecto, basta leer la constitución dogmática ‘Lumen gentium’ del Concilio Vaticano II para reconocer el absurdo eclesiológico de estos juegos mentales. La sede del Papa es la Iglesia de San Pietro en Roma.
Müller agregó que la misión explícita de San Pedro, de «conducir a toda la Iglesia como su pastor supremo», fue transmitida «a la Iglesia en Roma y, con ella, a su obispo, el Papa». Y esto «no es un juego organizativo, sino para preservar la unidad dada por Dios» y se refiere también «al papel del alto clero de la Iglesia romana, los cardenales, que ayudan al Papa en el ejercicio de su primado».
No es difícil adivinar a quién apunta Müller. Es el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina en Buenos Aires y confidente de mucho tiempo de Jorge Mario Bergoglio, así como, efectivamente, su teólogo de confianza y principal redactor de sus principales documentos, desde «Evangelii gaudium» hasta «Amoris laetitia ”, este último incluso saqueando extractos de artículos escritos por el propio Fernández hace diez años:
> “Amoris laetitia” tiene autor en la sombra. Su nombre es Víctor Manuel Fernández.
Lo que el cardenal Müller no se tragó sobre Fernández es lo que éste dijo en una entrevista con el Corriere della Sera el 10 de mayo de 2015:
“La curia vaticana no es una estructura esencial. El Papa podría incluso irse a vivir fuera de Roma, tener un dicasterio en Roma y otro en Bogotá, y tal vez conectarse por teleconferencia con los expertos en liturgia que residen en Alemania. Alrededor del Papa lo que hay, en sentido teológico, es el colegio de obispos para servir al pueblo. […] Los mismos cardenales pueden desaparecer, en el sentido de que no son esenciales”.
Y de nuevo Fernández decía, refiriéndose al propio cardenal prefecto, que en una entrevista concedida a «La Croix» el 29 de marzo había encomendado a la congregación para la doctrina de la fe la «misión de estructuración teológica» de un pontificado eminentemente «pastoral» como que de Francisco:
“He leído que algunos dicen que la curia romana es parte esencial de la misión de la Iglesia, o que un prefecto vaticano es la brújula segura que impide que la Iglesia caiga en el pensamiento ligero; o que ese prefecto asegure la unidad de la fe y garantice al pontífice una teología seria. Pero los católicos, al leer el Evangelio, saben que Cristo ha asegurado una guía e iluminación especiales al Papa y. a todos los obispos, pero no a un prefecto o. a otra estructura. Cuando escuchas cosas como esta, casi parecería que el Papa fuera su representante, o alguien que ha venido a molestar y necesita ser controlado”.
Ha pasado más de un año desde estas diatribas del autodenominado teólogo argentino, de las que el Papa Francisco no se arrepintió en absoluto, dado que lo tenía aún más cerca de sí.
Y ahora que Müller ha emitido el veredicto de “herejía” contra Fernández, es seguro que él, el cardenal, caerá aún más bajo en la puntuación del Papa. Ya no cuenta para nada como prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, y mucho menos para la «estructuración teológica» de este pontificado.
En este sentido, no se excluye que el Papa Francisco la tomó especialmente contra Müller cuando, en su tercer sermón a los sacerdotes en retiro espiritual, el pasado 2 de junio, dijo, comentando el encuentro entre Jesús y la adúltera:
“A veces me da una mezcla de lástima e indignación cuando alguien se toma el tiempo de explicar la última recomendación, ‘no peques más’. Y usa esta frase para ‘defender’ a Jesús y que no permanezca el hecho de que la ley ha sido saltada”.
De hecho, el cardenal Müller había escrito, al tomar posición en 2013 con vistas al sínodo sobre la familia:
“Otra tendencia a favor de admitir a los divorciados vueltos a casar a los sacramentos es la que invoca el argumento de la misericordia. Dado que el mismo Jesús se solidarizó con los que sufrían dándoles su amor misericordioso, la misericordia sería, por tanto, un signo especial de auténtico discipulado. Esto es cierto, pero es un argumento débil en materia teológico-sacramental, también porque todo el orden sacramental es precisamente obra de la misericordia divina y no puede ser revocado refiriéndose al principio mismo que lo sustenta.
“A través de lo que objetivamente parece una falsa apelación a la misericordia, se corre el riesgo de banalizar la imagen misma de Dios, según la cual Dios sólo puede perdonar. Además de la misericordia, la santidad y la justicia también pertenecen al misterio de Dios; si se ocultan estos atributos de Dios y no se toma en serio la realidad del pecado, no se puede ni siquiera mediar su misericordia a las personas.
“Jesús se encontró con la mujer adúltera con gran compasión, pero también le dijo: ‘Vete’, y no peques más’ (Juan 8:11). La misericordia de Dios no es una dispensación de los mandamientos de Dios y las instrucciones de la Iglesia; al contrario, les concede la fuerza de la gracia para su plena realización, para la recuperación después de la caída y para una vida de perfección a imagen del Padre Celestial”.
Y lo mismo escribió Müller en un libro-entrevista de 2014 y otro de 2016.
Por SANDRO MAGISTER.
10 DE JUNIO DE 2016.
CIUDAD DEL VATICANO.
SETTIMO CIELO.