XII DOMINGO ORDINARIO
EL TEMOR DEL SEÑOR.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
No faltan situaciones que pueden infundir temor o terror en la vida de las personas; asesinatos a plena luz del día, asaltos a mano armada que terminan sembrando el luto en las familias dedicadas al trabajo; hallazgos de fosas clandestinas con restos humanos cuya identidad tal vez nunca conoceremos… Abusos de poder, torciendo la ley para acomodarla al gusto del que la aplica, la descomposición social sigue cobrando víctimas.
No obstante, el peligro más frecuente que nos acecha es aquel de querer huir al compromiso de vivir cristianamente y contaminarse con algunas mentalidades contemporáneas. En un comportamiento como este, no se niega a Cristo o a Dios por medio de las palabras sino con los hechos; entonces ante alguna situación de hostilidad uno adopta la posición más cómoda o practica una especie de pseudo irenismo para adaptarse al pensamiento de los demás con el objeto de complacerlos o para quedar bien y no asumir una posición de riesgo. Se “dice o hace” lo que quieren oír o ver los demás; se adopta en definitiva una posición de conveniencia.
Ante situaciones como estas que pueden causar temor a cualquier creyente, el señor nos dice hoy NO TENGAN MIEDO, cfr Mt 10, 26-33.
La Sagrada Escritura nos muestra varios pasajes donde diferentes personajes reciben un mensaje parecido: Moisés, Elías, Jeremías, Isaías, los apóstoles, la virgen María. El Señor les dice: “no temas yo estaré contigo”, Es decir, soy consciente de que la misión que te encomiendo supera tus capacidades y que enfrentarás adversidades que te harán sentir el rechazo, la persecución y por consecuencia el miedo… pero yo estaré contigo, no te abandonaré porque la misión es mía. No te rechazan a ti sino mi proyecto de salvación. Estas palabras llenaron de fortaleza a los discípulos y los impulsaron a llevar a cabo su misión convencidos de esta cercanía y protección divinas.
¿Por qué no hay que tener miedo ni temor a los poderes de este mundo? El mismo evangelio nos da algunas razones:
En principio, ninguna potencia humana puede opacar el éxito que ha tenido la palabra de Dios. La fuerza divina del evangelio nunca podrá ser sofocada o encadenada. Este es el primer motivo por el que un creyente no debe tener miedo.
Por otra parte el creyente no debe temer las persecuciones ni las amenazas de los hombres de este mundo porque Dios lo sostiene con su bondad. “El Señor guerrero está a mi lado por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo, dice el profeta Jeremias” cfr Jr 20, 11.
Por último, los creyentes tenemos además esta hermosísima experiencia: Dios está a nuestro lado en todo tipo de circunstancias, no obstante las persecuciones o las insidias del mal. Como ha dicho también Jesús al final del evangelio de San Juan: “les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí, en el mundo vivirán tribulaciones, pero tengan buen ánimo: yo he vencido al mundo”. Jn 16,33.
San Pablo lo expresará de otra manera,” si el amor de Dios está con nosotros, quien contra nosotros”. En efecto esta convicción es la fortaleza del creyente, Dios camina de nuestro lado y él nos salva.
¿Cuál es el temor que el creyente debe cultivar? Lo dice también Jesús cuando afirma: “No teman a los hombres… no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a quien puede arrojar al lugar del castigo el alma y el cuerpo”, por lo tanto el temor que hay que cultivar es el Temor del Señor.
El Temor del Señor es la conciencia de que Dios es absolutamente Grande y Santo, él es todo poderoso y no hay nadie como él. El Temor del Señor conduce a la persona a mantener una relación de respeto, admiración y reconocimiento hacia Dios. Los sabios de Israel enseñaban: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría» (Prov 1,7). «Corona de la sabiduría es el temor del Señor» (Sir 1,18). «El temor del Señor sobresale por encima de todo…» (Sir 25,11). El temor del Señor es también un don del Espíritu Santo.
El Temor del Señor es lo que nos hace confiar siempre en el Señor, sobre todo en los momentos de prueba. Dios está en medio de nosotros y nos acompaña siempre.