En los últimos días, las noticias han dado cuenta de un singular episodio referente al Papa Francisco. Ahora, con la cabeza fría, vale la pena dedicar algunas consideraciones a este episodio y a lo que puede significar para un cristiano.
Es el mismo Papa quien lo cuenta, explicando que una dama le había hecho perder los estribos. «Salía de la sacristía y había una señora muy elegante, también rica, con un niño y una niña. Y esta señora que hablaba español me dijo:
-«Padre, estoy feliz porque he convertido a estos dos».
«Me enoje», contó Francisco.
¿Y por qué el anciano jesuita se lo tomó tan a pecho?
“Porque no hay proselitismo”, explicó. [Nota del Editor: «“Perché non si fa proselitismo”, dijo textualmente Francisco, que podría traducirse «Porque no se hace proselitismo»]
En este punto, como se dijo, es necesaria una reflexión, para que los simples fieles o incluso los sacerdotes en el cuidado de las almas no tengan que pensar que convertir a las personas, o más bien llevarlas a la Fe, es algo malo.
Quizás el Papa en lugar de ceder a la ira y los prejuicios (la señora era «rica«, ¿y cómo lo supo el Papa? ¿Quizás había visto su declaración de impuestos?) debería haberle preguntado a la señora cómo le fue. ¿Cómo vivían esos dos muchachos antes de la conversión? ¿Qué creían? Y sobre todo podría habérselo preguntado a los propios muchachos, haciéndoles también una pregunta muy sencilla pero fundamental: ¿estáis contentos de haberos convertido?
Probablemente la respuesta gozosa de los jóvenes habría amortiguado la ira y el celo amargo del pastor argentino. La conversión es siempre una experiencia de alegría y emoción.
En este año en que se celebra el 150 aniversario de la muerte de Alessandro Manzoni, se podría aconsejar al Papa que relea los Promessi Sposi, en particular las conmovedoras páginas de la conversión del Innominado. Un hombre malvado, un pecador empedernido, a quien el Cardenal Borromeo trae la luz de la Fe. El arzobispo no se preocupó por evitar el proselitismo, no quiso limitar su encuentro con el pecador a un diálogo respetuoso, sino que le anunció la salvación traída por Cristo.
El Papa argentino probablemente razona con categorías puramente sociológicas, por lo que el término «proselitismo» generalmente indica una actitud por la cual un nuevo adepto se «alista» en un determinado rol religioso o político, al que casi se impone en un determinado sistema de ideas unilateralmente. No es la primera vez que el Papa crea malentendidos entre el concepto de conversión y el de proselitismo. Ya sucedió hace años, precisamente en un diálogo entre él y el periodista Eugenio Scalfari, uno de los gurús de la laicidad antirreligiosa, en el que subrayó el carácter negativo del proselitismo, afirmando que es un “solemne disparate”.
Pero la conversión es otra cosa completamente distinta, y el ejemplo del Sin nombre es el más evidente.
La conversión significa finalmente encontrarse con la Verdad, llegar al final de una búsqueda, encontrar las respuestas a las propias preguntas.
La dama despreciada por el Papa le trajo esta noticia, que había traído a la Fe a alguien que no la conocía. «Estoy feliz«, le dijo. Pero Bergoglio lamentablemente no había prestado atención a esta alegría, juzgándola por las apariencias («elegante», la define, y por lo tanto rica, y por lo tanto mala). Y ni siquiera había reparado en la alegría de aquellos dos jóvenes a los que la señora, podemos imaginarnos con cuánto temor, había llevado a conocer nada menos que al Papa. Y quién sabe qué sintieron esos muchachos cuando los definieron como «prosélitos», como si fueran nuevos hinchas de San Lorenzo.
Esperamos y oramos para que la frialdad y hostilidad con la que han sido acogidos no afecte la alegría de haber encontrado finalmente a Cristo en sus vidas, y de haber comenzado una nueva vida.
Que sepan que antes que ellos muchos otros han tenido esta experiencia, que fue querida por el mismo Cristo Salvador.
Uno de los pasajes fundamentales del Evangelio según Mateo relata la exhortación de Jesús a sus apóstoles para que vayan por todo el mundo haciendo discípulos, bautizándolos y difundiendo las enseñanzas del Mesías.
Convertir significa evangelizar, hacer apostolado, llevar la salvación a cada persona.
Gran santo y gran converso, el inglés John Henry Newman, en el umbral de los ochenta años de vida, con motivo de su elevación a la dignidad cardenalicia, escribió lo que había vivido en su primera conversión, el encuentro con la Verdad. . .
Reiteró, una vez más, que la gran plaga de nuestro tiempo es “el espíritu del liberalismo en la religión”. Hoy podríamos llamarlo relativismo, una «plaga que combate todo dogma, afirmando el suyo propio, rígido e indiscutible:
«La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento y una preferencia personal», según el relativismo.
Por lo tanto, según el relativismo, la conversión ya no es necesaria y, de hecho, debe ser impedida. Tal vez etiquetándolo con el término «proselitismo». Sin duda, pues: más que nunca es necesario hacer apostolado, evangelizar, convertir.
Por Paolo Gulisano (*)
Domingo 18 de junio de 2023.
Roma, Italia.
MIL.
(*) PAOLO GULISANO: Nació en Milán en 1959, de una familia de origen trentino, y vive en Lecco. Licenciado en Medicina y Cirugía, médico epidemiólogo y profesor de Historia de la Medicina en la Universidad de Milán-Bicocca, toda su carrera como médico ha estado impregnada culturalmente por su actividad como ensayista y novelista.
Tolkienista apasionado, ha dedicado al autor británico y a su mundo fantástico artículos, estudios, traducciones y cuatro libros: La mappa della Terra di Mezzo (‘El mapa de la Tierra Media’, Rusconi, 1997), La mappa del Silmarillion (‘El mapa de El Silmarillion’, Rusconi, 1999), Tolkien il mito e la grazia (‘Tolkien, el mito y la gracia’, Àncora, 2001) y Gli eroi de Il Signore degli Anelli (‘Los héroes de El Señor de los Anillos’, Àncora, 2003).
También ha publicado sobre aspectos poco conocidos de la historia del cristianismo, como los recogidos en su obra dedicada a los mártires mexicanos de los años 1920 en la Guerra Cristera: Cristeros! L’insorgenza cattolica e popolare del Messico 1926-1929 (1996), Rímini: Il Cerchio.