Es san Lucas quién hace coincidir la transfiguración del SEÑOR con la oración en la montaña (Cf. Lc 9,28). JESÚS nos ofrece una oración nueva: entrar en comunión con el PADRE. La unión del PADRE y JESÚS tiene rasgos propios, que no pertenecen al resto de sus seguidores. Los evangelios refieren como JESÚS dedicaba tiempos específicos para la oración particular, pero deja constancia de su constante unión consciente con el PADRE fuera de los tiempos dedicados a la actividad de la oración. Recordamos a JESÚS cuando nos dice, “YO y el PADRE somos una sola cosa” (Cf. Jn 10,30); o cuando testimonia ante los congregados por la muerte de su amigo Lázaro, que el PADRE siempre lo escucha (Cf. Jn 11,41-42). Mateo y Marcos mantienen la transfiguración como un acontecimiento que sucede ante los ojos de los tres discípulos, sin oración especial alguna. JESÚS manifiesta con su trayectoria, que es un contemplativo en la acción: “YO digo lo que oigo decir al PADRE, y hago lo que veo hacer al PADRE” (Cf. Jn 5,19;8,26;12,49). La conciencia de HIJO de DIOS por parte de JESÚS es consecuencia directa de la unión singular con el PADRE. DIOS ha venido a nuestro mundo para manifestarse tal y como es en la medida que seamos capaces de recibirlo. Para nosotros la oración es una conquista permanente, pues no es natural el mantener un espíritu elevado hacia DIOS. La perseverancia en el tiempo es una Gracia de DIOS, lo mismo que alcanzar una transformación personal. La oración que perdura a lo largo de los años modifica nuestra condición. La oración no es tan sutil que no deje su huella. Con mayor éxito o menor, la oración nos aproxima a DIOS. Una vez que JESÚS nos descubre quién es el PADRE ya no podemos dejarlo de lado. JESÚS nos enseña el Padrenuestro y en él encontramos el patrón o modelo de toda oración, una síntesis del Evangelio y una oración que por sí misma tiene el máximo valor para ser recitada y repetida miles de veces a lo largo de la vida. Cada repetición del Padrenuestro nos acerca a la densidad espiritual del Padrenuestro enseñado por el propio JESÚS. La oración que realiza JESÚS es inigualable por la singularidad de quien la recita. Para nosotros la oración es don de DIOS y tarea, que confirma la voluntad personal de acercarse a DIOS. En cierta medida, todo en la oración es Gracia desde los prolegómenos hasta la cima más alta en la que ésta se pueda vivir. La oración es considerada al comienzo de la Cuaresma como uno de los medios ascéticos para participar de los grandes beneficios espirituales de este tiempo litúrgico. La ascesis de Adviento nos encaminó hacia Belén, y la ascesis de la Cuaresma lleva directamente por la Vía Sacra que culmina en el Gólgota, que es Cruz y Resurrección. La Cuaresma sigue el camino del Padrenuestro.
Sabemos que DIOS es PADRE
DIOS es PADRE del HIJO en comunión íntima con el ESPÍRITU SANTO. Esta revelación nos la da JESUCRISTO en su enseñanza y la confirma el ESPÍRITU SANTO con su unción a cada uno de los bautizados, que puede rezar con propiedad el Padrenuestro. El Padrenuestro es la oración específica de la Cuaresma y se hace entrega de ella a los catecúmenos que se están preparando, en su tramo final, para recibir los sacramentos de la Iniciación cristiana, en la celebración de la Vigilia Pascual. La oración es un tesoro escondido y el Padrenuestro la joya más preciada de ese tesoro, porque JESÚS y el ESPÍRITU SANTO la rezan con cada creyente. Es JESÚS el que establece esta oración (Cf. Mt 6,9-13); y es el ESPÍRITU SANTO quien se une a nuestro propio espíritu para confirmar que somos hijos de DIOS (Cf. Rm 8,16). San Pablo asegura que no sabemos orar como conviene y por eso el ESPÍRITU SANTO viene en nuestra ayuda (Cf. Rm 8,26). Oramos correctamente con las palabras para la oración enseñadas por JESÚS, y nuestro espíritu está revestido de los sentimientos y actitudes debidos, en el momento que la unción del ESPÍRITU SANTO toma parte en nuestra oración. Al entrar en el propio aposento para la oración y orar en “lo secreto al PADRE” estamos, entonces, en la cima más alta. Lo escondido de nuestro interior se convierte en la cima alta a la que DIOS desciende con su Gracia. Los beneficios espirituales se dejan sentir y la paz, la alegría y la caridad aparecen como frutos inmediatos de la Divina Presencia. Esta es la recompensa inmediata de la que JESÚS habla en la oración desde el aposento secreto interior disponible en el corazón de todo cristiano. Sabemos que somos hijos, porque JESÚS nos lo ha dicho en su Palabra y nos lo ratifica con la experiencia de la oración cifrada en el Padrenuestro.
Somos una gran familia
El PADRE extiende su paternidad a infinidad de hijos que lo somos por llevar la imagen de el único HIJO, JESUCRISTO (Cf. Ef 1,5). En el nuestro referido en la oración entran los Apóstoles, que son los primeros destinatarios, y todos los pertenecientes al género humano, dotados del hálito de Vida dado por DIOS. Pertenecemos a una gran familia y lo reconocemos de modo inmediato al iniciar esta oración del Padrenuestro. No se nos debe borrar la imagen ofrecida por el Apocalipsis, que ofrece al vidente la visión de una muchedumbre de redimidos incontables (Cf. Ap 7,9) No es cosa de unos miles de redimidos, sino de una muchedumbre innumerable, que a lo largo de los siglos ha ido entrando en las moradas celestiales, y seguirán abiertas hasta que se cierre el curso de la historia. La misma oración del Padrenuestro señala que la historia humana no se disuelve en la caducidad del mundo presente, sino que está dispuesta al nosotros eterno con el PADRE que está en los cielos.
El Cielo o los cielos
Decimos inicialmente: “PADRE nuestro, que estás en el Cielo; o, PADRE nuestro que estás en los cielos”. Cualquiera de las dos formas es posible. DIOS es trascendente a todo: está por encima de todas las cosas, y su estado en SÍ mismo constituye la máxima santidad, beatitud y bienaventuranza. En atención a lo que nos dice JESÚS: “en la casa de mi PADRE hay muchas estancias. Me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré CONMIGO” (Cf. Jn 14,1ss). JESÚS está con el PADRE y el ESPÍRITU SANTO: es uno de la TRINIDAD. JESÚS nos promete lo más alto de los cielos: “estar donde está ÉL”. Las moradas o estancias, de las que JESÚS habla están llenas de DIOS como lo confirma también el Apocalipsis: “santuario no vi, pues DIOS lo era todo en todos” (Cf. Ap 21,22). Por todo esto se puede decir, que DIOS está manifiestamente en todos los ámbitos celestiales, y al mismo tiempo está por encima de todos ellos.
DIOS es el SANTO
“Santificado sea tu NOMBRE” (Cf. Mt 6,9). Recordamos las palabras del libro del Levítico: “seréis santos, porque YO, YAHVEH, vuestro DIOS soy SANTO” (Cf. Lv 17,2). La santidad llega bajo la influencia y protección del único SANTO y aquellos que pertenecen al Pueblo elegido por YAHVEH viven bajo la acción de su santidad. DIOS es SANTO, porque es trascendente y perfecto. Atribuimos a DIOS tres rasgos que se identifican con ÉL: DIOS es BUENO, VERDADERO y BELLO. La máxima belleza está en DIOS así como la bondad. JESÚS lo aclaró: “sólo uno es BUENO” (Cf. Mc 10,18). En DIOS no existe falsedad ni mentira alguna, por eso es absolutamente fiable o digno de confianza. En el Padrenuestro pedimos a DIOS inicialmente “santificar su Nombre”, pero no es que nuestras acciones vayan a incrementar la santidad que DIOS ya posee. Nosotros en cambio nos santificamos cuando reconocemos e imitamos la bondad y la veracidad de DIOS. Por otra parte la santificación del Nombre de DIOS nos lleva a la adoración y la alabanza, que reconocen a DIOS por lo que ÉL es, y no tanto por lo que nos ofrece o regala. Las palabras y acciones personales derivadas de la bondad y veracidad de DIOS iluminan a otros y los atraen hacia DIOS.
El Reino que llega
“Venga a nosotros tu Reino” (Cf. Mt 6,10a). El Reino de DIOS está cerca o llegando mientras transitemos por este mundo. El Reino de JESÚS no es de este mundo (Cf. Jn 18,36). La tensión entre el Reino que llega y la realidad presente será un hecho mientras estemos en este mundo. El Reino de DIOS en medio de nosotros se construye diariamente, tanto en lo particular como en lo institucional. La Iglesia como institución tiene el encargo principal de hacer visible el Reino de DIOS en medio del mundo. De no realizar la función mencionada deja de ser sal y luz del mundo. La preocupación por DIOS en las sociedades occidentales actualmente es muy vaga. Cualquier encuesta señala que DIOS ocupa un lugar bastante alejado de las primeras preocupaciones del hombre de hoy. Aumentan de forma alarmante los suicidios en personas jóvenes y se multiplican los casos de ansiedad y depresión, pero DIOS no aparece en el horizonte como razón suficiente para el sentido de la vida. Las fuerzas disolventes que planificaron la erradicación de DIOS, casi lo han conseguido. La mayor parte de las personas en nuestra sociedad tienen como norte principal en su vida estar entretenidas. Para construir el Reino en lo personal y comunitario hay que modificar progresivamente la escala de valores y aproximarla en lo posible al Evangelio.
La Voluntad de DIOS
“Hágase tu Voluntad en la tierra como el Cielo” (Cf. Mt 6,10b). Sabemos lo que una persona quiere cuando nos lo dice de palabra y con claridad. Los gestos por sí solos no son suficientes para conocer lo que alguien desea. La palabra expone el razonamiento, y éste esclarecer lo que se podía intuir o prever. DIOS ha hablado y su Voluntad está definida. La Biblia contiene partes concretas en las que DIOS indica lo que quiere de nosotros sus hijos. Las diez palabras del Decálogo constituyen el núcleo de preceptos básicos con los que la conducta humana estará siempre bien orientada. Si estas diez palabras del Decálogo fueran insuficientes, DIOS nos ofrece la PALABRA definitiva en su mismo HIJO. Con la PALABRA del Nuevo Testamento viene la ayuda del ESPÍRITU SANTO para ofrecernos gracias del Cielo que no estaban presentes en los siglos anteriores al nacimiento de JESÚS. La vida del cristiano en la corriente del ESPÍRITU SANTO no exige voluntarismos estériles, sino la pobreza de aquel que se sabe dependiente de DIOS.
El pan material y el alimento espiritual
“Danos hoy nuestro pan de cada día” (Cf. Mt 6,11). Nuestra vida es material y espiritual. La materia nos constituye y el espíritu también. No existe desarrollo espiritual sin las condiciones materiales básicas cubiertas. El hombre está llamado a vivir una vida espiritual en medio de un mundo corpóreo y material, que constituye la naturaleza humana. El VERBO de DIOS no se hizo hombre aparente, ni adoptó un cuerpo como si fuera una cápsula externa, temporal y desechable. El alimento, la casa o el vestido adquieren un rango nuevo porque contribuyen a la dignificación de los hijos de DIOS:”tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis…; cada vez que lo hicisteis con uno de estos a MÍ me lo hicisteis” (Cf. Mt 25,35-41). El alimento material que necesitamos para vivir en todos los órdenes de este mundo, es también un don especial de DIOS que debemos agradecer, sin dar por hecho que las cosas tienen que ser así. Aceptemos que también DIOS nos provee del alimento material que consumimos diariamente. El campesino hará bien en planificar sus cosechas, y el distribuidor en llevar a tiempo los productos para ser consumidos; y el consumidor acertará si todo ello lo presenta en una sencilla acción de gracias a DIOS que ha tenido a bien favorecernos de forma providencial con todo ese conjunto de acciones ajenas a nuestra competencia particular. De otra forma, los israelitas debían salir cada mañana temprano a recoger la ración diaria de mana para el sustento de esa jornada (Cf. Ex 16,4). DIOS garantizaría todos los días la existencia del maná, por lo que nadie debía recoger más de la medida establecida. De esta manera el Pueblo de DIOS fue educado, tras su paso por el desierto, en la acción providencial de DIOS. Cada día que amanece reedita el conjunto de necesidades que nos hacen altamente dependientes de los otros. Esto es así en lo material, pero todavía nuestra dependencia es mayor con respecto a los dones espirituales, sin los cuales nuestra vida en este mundo caería en la más absoluta esterilidad. El crecimiento es una condición esencial a nuestra naturaleza. Nos dice san Lucas: “JESÚS iba creciendo en estatura, sabiduría y Gracia ante DIOS y los hombres” (Cf. Lc 2,52). No olvidemos de incluir en el pan de cada día el PAN de la EUCARISTÍA. De la asidua meditación del capítulo seis del evangelio de san Juan, debemos extraer una estima creciente por este sacramento, que es el propio JESÚS, en toda su humanidad y divinidad.
El perdón
“Perdona nuestras ofensa como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Cf. Mt 6,12). El mismo evangelio de san Mateo es suficientemente explícito con respecto al perdón: “si perdonáis a los hombres sus ofensas, también perdonará vuestras ofensas el PADRE celestial; pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco perdonará el PADRE celestial vuestras ofensas” (Cf. Mt 6,15). Se establece el perdón como una ley con sentido de reciprocidad: “con la vara que midas, serás medido” (Cf. Mt 7,2;Lc 6,38). Dadas nuestras grandes deficiencias, hacemos daño y nos lo hacen también; entonces, ¿cómo se rompe la espiral del daño causado y recibido? Sólo queda el perdón, que nace de un corazón misericordioso. El residuo que deja el daño o la ofensa es el resentimiento. Se vive muy mal acumulando resentimiento; y el propio corazón puede verse incapaz de generar comprensión y perdón. San Mateo había recogido unas líneas más atrás: “sed perfectos como vuestro PADRE celestial es perfecto, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y caer la lluvia a justos e injustos” (Cf. Mt 5,45). JESÚS afirma que lo producido a través de los fenómenos naturales no cae fuera de la Divina Providencia: el sol que sale todos los días y la lluvia que fecunda la tierra forman parte del inmenso conjunto de bienes con los que DIOS cuida del hombre. Ahora el acento se pone en la universalidad de los beneficios que DIOS dispensa para que sus buenos hijos se lo agradezcan y los rebeldes sientan en algún momento la bondad de su DIOS, a pesar de su mala conducta. A través del perdón, DIOS quiere resaltar la Divina Misericordia ante los ojos del pecador. El Sermón de la Montaña lleva el perdón al límite: el perdón al enemigo (Cf. Mt 5,44). Decimos que el perdón al enemigo es heroico, pero en realidad es un imposible. El héroe con sus fuerzas vence a un enemigo muy superior; el acto de Fe deja a DIOS actuar, pues las propias fuerzas se muestran del todo insuficientes. En el caso del perdón, quien debe vencer es DIOS, que sabe sanar y corregir. La última bienaventuranza nos lo dice: “bienaventurados seréis cuando os insulten, calumnien y persigan” (Cf. Mt 5,11). Pedro y Juan estaban contentos de haber padecido por predicar el Nombre de JESÚS (Cf. Hch 5,41-42).
La tentación
“No nos dejes caer en la tentación” (Cf. Mt 6,13a) No por antigua la fórmula es menos cierta: los enemigos del hombre son tres y provocadores de la tentación, el mundo, el demonio y la carne. Muchas cosas del mundo se presentan como el árbol prohibido en el origen: atrayente a la vista y apetecible para extraer sabiduría (Cf. Gen 3,6). Lo segundo siempre es una gran mentira: la tentación tramposa nunca da autentica sabiduría. El único conocimiento válido que da la tentación consumada es el camino que condujo hasta ese punto para advertir a otros del mismo. “El demonio ronda como león rugiente, buscando al que puede devorar” (Cf. 1Pe 5,8). Nuestro propio corazón está dañado y san Pablo lo declara con tintes dramáticos: “no hago el bien que quiero, y hago el mal que no quiero, ¿quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” (Cf. Rm 7,19-24). Nada se libra de la cizaña que está mezclada con el trigo (Cf. Mt 13,26). La tentación como bien sabemos no es motivo de pecado, mientras nuestra inteligencia y voluntad luchen para vencerla. Nos referimos a la tentación como un episodio de lucha espiritual, que lo es en realidad. En un combate vence el más fuerte o el mejor estratega. Por nosotros mismos carecemos de las fuerzas suficientes para vencer la mayoría de las tentaciones, y carecemos del conjunto de estrategias para contrarrestar los embates del enemigo que pretende asediarnos y vencernos. Ganamos en la tentación cuando DIOS interviene con su fuerza y protección. La audacia del salmista nos sorprende: “ponme a prueba, SEÑOR, y conoce mis sentimientos” (Cf. Slm 139,23).
El mal
“Líbranos del Malo” (Cf. Mt 6,13b). Hemos suavizado la séptima petición del Padrenuestro y en vez de decir “líbranos del Malo”, lo sustituimos por “líbranos del mal”. Desde hace décadas la figura de Satanás se discute y se lo ha eliminado de distintos foros por considerarlo un mito inaceptable para la mente moderna. Se afirma que los males de este mundo en general son explicables por la condición errática o malévola del hombre; sin embargo las cosas no son así. Los exorcismos muestran después de un diagnóstico diferencial, que algunas personas sufren episodios de posesión diabólica. Existen fenómenos que pertenecen a una esfera distinta de nuestro mundo, aunque influyen directamente en nuestros acontecimientos. Todo el Nuevo Testamento y el Magisterio de la Iglesia mantienen la existencia de Satanás como una personalidad espiritual malévola, pervertida y pervertidora con capacidad para actuar en nuestro mundo, en la medida que nosotros de forma voluntaria le abrimos puertas para hacerlo. En la última petición del Padrenuestro, pedimos a DIOS que la influencia de Satanás en el mudo no se extienda, y sus sicarios no nos afecten personalmente. En esta última petición imploramos que DIOS nos libre de cualquier influencia satánica y de la acción de los emisarios de Satanás, que de forma organizada trabajan por el reinado de Lucifer, que es el príncipe de la mentira y homicida desde el principio (Cf. Jn 8,44). Este final dado por JESÚS para la oración del Padrenuestro le confiere un motivo de seria preocupación. La existencia del hombre pese a toda la ayuda de la Gracia está abierta a la elección entre los dos caminos: el bien y la vida, y el mal y la muerte. El Malo no está mencionado de forma frívola en la oración del Padrenuestro. La frivolidad se ha instalado en nuestros ambientes al rebajar e incluso eliminar su importancia. El Malo del Padrenuestro no es una figura mítica Satanás tiene en parte el poder que los hombres le hemos permitido ejercer, y en estos momentos Satanás siembra de muerte lo que va tocando, como no puede ser de otra forma. El principal triunfo de Satanás en estos momentos es la apostasía, por la que se niega a JESUCRISTO y la eficacia de su obra salvadora.
Sal de tu tierra
La primera lectura de este domingo aborda el eje central del hombre religioso: la Fe. DIOS puede construir algo en el mundo de los hombres si encuentra Fe, que al mismo tiempo es un don de DIOS. Abraham es el padre de la Fe reconocido por la Biblia, pues con él DIOS comienza a escribir las páginas de la Escritura, que tienen como objetivo al MESÍAS. No consta que Abraham fuera consciente de los objetivos encerrados dentro de la Divina Providencia que movían sus pasos. Abraham manifiesta una gran preocupación por la descendencia, sobre la que DIOS le renovará de tiempo en tiempo grandes promesas. Para iniciar la Historia de la Salvación Abraham tiene que desarraigarse de la tierra de sus mayores: “YAHVEH dijo a Abraham, vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que YO te mostraré” (Cf. Gen 12,1). Abraham recibe una locución divina por la que ha de estar dispuesto a realizar cambios radicales en su existencia. Va a empezar a vivir como extranjero en otros lugares; la patria o el territorio en el que se sentía amparado ya no lo acogerá; y por si fuera poco, dejará a un lado los lazos familiares excepto a su mujer, Sara. De forma implícita se incluyen también los dioses familiares que Abraham tiene que dejar atrás. YAHVEH será el que guíe sus pasos y no las entidades protectoras de la familia. Abraham se queda desprendido de todo aquello en lo que era posible depositar alguna seguridad o confianza. Ahora Abraham va a ejercitarse en el entendimiento y confianza en DIOS. Comienza para Abraham un camino de Fe, que abrirá la fuente de la Gracia para toda la humanidad. También nosotros tenemos una deuda con Abraham, pues de su actuar resto y confiado se dieron los pasos siguientes en la Historia de la Salvación hasta nuestros días. La VIRGEN MARÍA, en el canto del Magníficat, expresa el reconocimiento a Abraham en nombre del Pueblo elegido: “auxilia a Israel su Siervo acordándose de la Misericordia, según lo había prometido a nuestros padre, en favor de Abraham y su descendencia por siempre” (Cf. Lc 1,54-55). Mil setecientos años, aproximadamente, separan a la VIRGEN MARÍA del patriarca Abraham, pero ELLA sabe que DIOS empezó aquel camino de Fe con Abraham confiado a su acción providencial.
Una bendición
“De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y serás tú una bendición” (v.2) Aquel que es bendecido por DIOS bendice a otros por la bendición recibida. La bendición de DIOS representa para Abraham la protección incondicional de DIOS, que va a estar presente en los momentos controvertidos por los que va a atravesar el patriarca. La bendición es la respuesta de DIOS mismo a la Fe de Abraham, que había recibido también como don. Fe, bendición y promesas se irán concatenando con el objetivo de purificar la Fe, consolidar la promesa y convertir al patriarca en un modelo a seguir.
Figura mesiánica
DIOS dispone en la persona de Abraham a un enviado suyo muy especial: “bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (v.3). La bendición es también una promesa: “todos los linajes de la tierra se bendecirán por la descendencia que saldrá de este linaje”. La descendencia será el mismo JESUCRISTO, por quien se destinan para los hijos de DIOS toda clase de bienes espirituales y celestiales (Cf. Ef 1,3). En los siguientes capítulos del libro del Génesis se va cumpliendo este versículo, y aquellos que favorecen a Abraham son bendecidos por DIOS; y los que intentan perjudicarlo, incluidos los que de forma inadvertida dañan al patriarca van a recibir la reprensión o castigo del Cielo, como en el caso del Faraón de Egipto. (Cf. Gen 12,10ss). El modo de recibir a Abraham dispone para el bien y la bendición, o el mal y la maldición. Abraham va caminado por la tierra extranjera como hombre de DIOS, y ÉL lo bendice y protege.
Obediencia
”Marchó, pues Abraham como se lo había mandado YAHVHE, y con él se marchó Lot” (v.4a). La Fe de Abraham se muestra inicialmente en perfecta obediencia. La Fe se transforma en confianza y mueve el conjunto de fuerzas personales, y se dispone a ejecutar todo lo que ha aceptado. De momento Abraham tiene por delante vivir de la Fe, confiando en unas promesas y protegido por la bendición de DIOS. La carta a los Hebreos hace su lectura de la respuesta de Abraham que se mantiene a lo largo de toda su vida: “en la Fe murieron todos, sin haber conseguido el objeto de las promesas, viéndolas y saludándolas de lejos, viéndose como extranjeros sobre la tierra; pero los que tal dicen van en busca de una patria no de este mundo, sino a la celestial” (Cf. Hb 11,13-16). Abraham y los suyos creen en las promesas que se realizarán en futuras generaciones, ni siquiera en los años inmediatamente posteriores dentro de su historia personal. Abraham cree y saluda de lejos aquel día en el que una multitud tan grande como las estrellas del cielo y las arenas de las playas surjan como herederas de una Fe iniciada en el territorio de Harán, al norte de Ur de los caldeos. Las decisiones de Abraham y su familia aparecen como el punto inicial donde surge un nuevo universo espiritual cuyo término aún no ha tenido lugar. Desde hace dos mil años, esta tierra se ha convertido en el comienzo del Reino de DIOS, que tiene su realización en la Vida Glorificada, que es el resultado último de la Redención de JESUCRISTO.
Seis días antes
El tiempo litúrgico de Cuaresma se enmarca en gran medida en lo que los evangelios sinópticos designan como la subida a Jerusalén, y en ese camino nos encontramos con la gran revelación de la Trasfiguración. Esta es una cristofanía de la que sólo tres discípulos son testigos directos, Pedro, Santiago y Juan. El evangelio de san Mateo, que se proclama en este año litúrgico, al relatar la Transfiguración hace una precisión de carácter temporal y dice: “unos seis días después toma JESÚS consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan” (Cf. Mt 17,1). Este dato temporal está para que tengamos en cuenta lo sucedido en los días anteriores, pues con toda probabilidad darán más razones y contenido al hecho mismo de la Transfiguración.
La enseñanza suprema
Entendemos que alguien dedicado a la enseñanza debe dominar la materia que imparte y poseer la pedagogía adecuada para transmitir esos contenidos. No se les pedía mucho más a los rabinos o los doctores de la Ley, que formaban escuela a su alrededor, y sobrada iba la cosa cuando al cabo del tiempo los discípulos del rabino en cuestión lo recordaban con estima y agradecimiento. Pero el caso de JESÚS de Nazaret muestra un carácter único: de hecho son vitales las enseñanzas del MAESTRO, pero aún más está el conocimiento y la vinculación con el MAESTRO mismo. JESÚS elige a los suyos -los discípulos- para que estuvieran con ÉL y enviarlos posteriormente (Cf. Mc 3,13-14) Es el mismo fundamento que establece el evangelio de san Juan: el discípulo pregunta por la condición de su MAESTRO, “MAESTRO, ¿dónde vives?” (Cf. Jn 1,38). Esa pregunta no se les ocurre a los discípulos por ellos mismos, sino que es una verdadera premisa dada por inspiración para ser adoptada como principio del discipulado. La gran lección que el discípulo de JESÚS debe aprender está determinada por la propia identidad del MAESTRO: ¿quién es JESÚS de Nazaret? En el intervalo de una semana aproximadamente los discípulos iban a recibir las revelaciones principales sobre la identidad de JESÚS.
Cesarea de Filipo
JESÚS suspende por un breve tiempo la actividad misionera y se encamina con los discípulos a Cesarea de Filipo. Tres rasgos de la persona de JESÚS cobran máxima importancia: JESÚS es el CRISTO, JESÚS va a ser ajusticiado y vendrá posteriormente en Gloria (Cf. Mt 16,13-28). Los discípulos entendían mejor lo que se refería a la condición de MESÍAS reconocido y favorecido por toda clase de bendiciones divinas; pero, como a nosotros, el lenguaje de la Cruz les resultaba ininteligible. De nuevo JESÚS plantea la regla de oro del discipulado: “el que quiera venir en pos de MÍ que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Cf. Mt 16,24) La condición mesiánica del Siervo de YAHVEH no es fácil de aceptar y entender, pero ha sido el pecado del hombre el que lo determinó. El pecado llevado a sus últimas consecuencias no dejó al REDENTOR otra alternativa más que la entrega total de SÍ mismo por Amor a los hombres. No olvidemos que el pecado trajo la muerte a los hombres; y JESÚS se vio obligado a invertir la trayectoria: destruir el pecado aceptando la muerte con todo el dolor, sufrimiento y tortura añadidos. Algo de luz nos dieron las lecturas del domingo anterior para aproximarnos al misterio del pecado y de la muerte. JESÚS va a destruir y arrebatar el poder sobre la muerte al que lo poseía por razón del pecado. JESÚS el JUSTO entra en las regiones de la muerte y elimina la fatalidad que pesaba para el género humano. JESÚS es el VIVIENTE, que tiene en sus manos las llaves de la muerte y del hades (Cf. Ap 1,18). Los Apóstoles tardarán un tiempo en entender la poderosa acción de JESÚS muriendo en la Cruz, pero como refuerzo espiritual JESÚS se va a manifestar a tres de sus discípulos como MESÍAS glorioso de forma anticipada: “YO os aseguro, entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte, hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino” (Cf. Mt 16,28).
Un monte alto
“Unos seis días después toma JESÚS a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva a parte a un monte alto” (Cf. Mt 17,1). Recordamos a estos tres discípulos más próximos a JESÚS en Getsemaní; y con anterioridad fueron testigos de la revivificación de la hija de Jairo, la niña de doce años que había fallecido (Cf. Mc 5,37). Cuando bajen del monte alto serán advertidos por JESÚS para que guarden silencio sobre lo que han visto, pero esa experiencia se les ofrece para reforzar los ánimos del grupo apostólico ante los acontecimientos que están por llegar. Como sabemos, la tradición nos sugiere que es el monte Tabor, en la Galilea, el que fue elegido por JESÚS para mostrarse ante los tres discípulos. Según algunas revelaciones privadas, concretamente a santa María Valtorta, el monte Tabor será también el lugar de aparición a más de quinientos hermanos referidos por san Pablo (Cf. 1Cor 15,5-6). Este monte de escasa altura ofrece sin embargo el retiro suficiente para el silencio y la oración, y podría haber sido frecuentado por JESÚS en su vigilias de oración.
JESÚS transfigurado
“Su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (v.2). La luz dorada viene representando la divinidad en las distintas manifestaciones artísticas; y la luz blanca representa la bienaventuranza. JESÚS muestra algo de su Divina Naturaleza a los discípulos, pues esta transformación inicial no agota la condición divina de JESÚS. Vendrán otras apariciones y manifestaciones, a las que habrá de prestarse especial atención como la vivida por san Pablo camino de Damasco (Cf. Hch 9). La transformación de JESÚS modifica todo el escenario presente y abre el intercambio entre los del Cielo y la tierra. “Aparecen Moisés y Elías que conversaban con ÉL” (v.3) San Mateo no aclara el contenido de la conversación, pero sí lo hace san Lucas, que señala los padecimientos de JESÚS en Jerusalén (Cf. Lc 9,31). Pero los discípulos están ajenos a lo que trataban, sumidos en el estado extático del momento: “tomando Pedro la palabra dijo a JESÚS, bueno es estarnos aquí. Si quieres haré tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (v.4) El comentario de Pedro revela el estado de beatitud que despierta las mejores actitudes de disponibilidad y olvido de sí mismo. Pedro tampoco hace mención a sus compañeros Santiago y Juan.
La nube
“Todavía estaba hablando Pedro cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y de la nube salía una voz que decía, éste es mi HIJO amado en quien me complazco, escuchadle. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo” (v.5-6). La manifestación celestial fue incrementándose, y las fuerzas humanas se muestran escasas para soportar la presencia de DIOS. Nos recuerda el caso de los israelitas en el desierto, al pie del monte Sinaí, que tampoco podían soportar la manifestación de DIOS, y encargan a Moisés que sea él quien hable con DIOS (Cf. Ex 20,19). Las palabras del PADRE en la transfiguración de JESÚS son prácticamente las mismas de las que fue testigo Juan Bautista (Cf. Mt 3,17). Si el ambiente espiritual no era suficiente, los discípulos se ven inmersos en una nube luminosa de la que se escucha la voz del PADRE dando testimonio de quién es JESÚS. Por muy difíciles que se pusieran las cosas, ellos no podían olvidar lo que acababan de presenciar y escuchar. La experiencia vivida no era fruto de una alucinación, pues fueron conscientes que estuvo por encima de sus capacidades. Aunque las reacciones de los discípulos ante estas manifestaciones parezcan de principiantes en la vida espiritual, sin embargo la realidad no era esa. Habían presenciado y vivido acontecimientos de gran calado y por otra parte en su momento fueron enviados a evangelizar con poder de echar demonios y curar enfermos (Cf. Mt 10,1); por tanto no eran recién llegados a las manifestaciones extraordinarias, pues en el fondo todo en JESÚS era extraordinario.
Levantaos
“JESÚS acercándose a ellos los tocó y les dijo, levantaos no tengáis miedo. Ellos levantaron los ojos y no vieron a nadie más que a JESÚS solo” (v.7-8). El poder de JESÚS los llevó a la contemplación de realidades que los derribaron por tierra como a Saulo de Tarso (Cf. Hch 9,4); y el mismo Poder de JESÚS los tocaba ahora para devolverlos a la normalidad de este mundo, pero muchas cosas habrían cambiado en su interior, aunque quedaba un largo camino por recorrer. Debían guardar silencio sobre todo lo que habían vivido en aquella montaña; pues ellos tenían que asimilarlo y los otros por el momento no los iban a entender. Es muy difícil encontrar las palabras adecuadas para describir de forma aproximada lo que DIOS tiene preparado para los que lo aman (Cf. 1Cor 2,9).
San Pablo, segunda carta a Timoteo 1,8-10
De distintas maneras san Pablo alienta en la Fe a las comunidades y a cada cristiano en particular. Timoteo es uno de sus discípulos mejor considerados por la Fe recibida, su juventud y las grandes responsabilidades afrontadas en el campo de la evangelización. Las lecturas de este domingo alimentan la experiencia de Fe, que en ningún caso es una gracia dada para la exclusiva privacidad, sino que la Fe es expansiva por naturaleza: “no se enciende una lámpara para esconderla debajo de la mesa, sino para que alumbre a todos los de la casa” (Cf. Mt 5,15). La evangelización no fue fácil en los comienzos del Cristianismo, como tampoco lo es en nuestros días. Cada época tiene sus ventajas e inconvenientes, pero tanto unos como otros tienen que servir de argumento para evangelizar. También la oposición al Evangelio tiene que convertirse en uno de los principales motivos para anunciar a JESUCRISTO como el único SALVADOR. Cualquier oposición a esta verdad viene del lado de la mentira y la falsedad, para arruinar la vida de los hombres. La victoria es de JESUCRISTO frente al pecado personal que hiere y mata; y también frente a las estructuras de poder mundano que desafían a DIOS y lo quieren reducir a la irrelevancia.
Testimonio
“No te avergüences del testimonio que has de dar de JESUCRISTO” (v.8). El Evangelio es la gran oferta o don, que DIOS propone a los hombres con la posibilidad de aceptarlo o rechazarlo. El Evangelio se ofrece a los otros como lo mejor y más valioso, porque colma de sentido esta vida y garantiza la eternidad, pero a ejemplo de JESÚS el Evangelio no se impone. Hechas las anteriores consideraciones, es necesario reconocer que evangelizar no es fácil. Hay que disponer siempre de fuerzas añadidas, porque las propias no son suficientes. Evangelizar no es un voluntarismo, aunque se ponga en la tarea toda la inteligencia y voluntad. Los obstáculos y dificultades de la evangelización pueden amedrentar, y san Pablo previene a su discípulo Timoteo contra este virus espiritual. El miedo puede paralizar. Un discreto nivel de miedo favorece la prudencia, pero el miedo de suyo atenaza y paraliza la acción. No es compatible el miedo con el verdadero evangelizador.
La cárcel
”Soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio ayudado por la Fuerza de DIOS” (v.8b) San Pablo está en la cárcel y es una situación que puede afectar a su discípulo Timoteo, ante la cual no se debe echar atrás. La Fuerza de DIOS o el Poder del ESPÍRITU SANTO viene en ayuda de los que son testigos de JESUCRISTO, por eso el discípulo debe dejar a un lado cualquier reserva. También hoy tenemos a evangelizadores denunciados y a la espera de juicio, para los que se piden penas de cárcel por evangelizar.
Vocación
“JESUCRISTO nos ha llamado por una vocación santa no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su Gracia que nos dio desde toda la eternidad” (v.9). La condición de creyente y evangelizador pertenece al designio de DIOS, que permanece en su gran misterio de AMOR. No se debe a las propias obras la Fe recibida, y tampoco la elección para anunciar el Evangelio. Timoteo recibió el carisma o ministerio por la imposición de manos de los presbíteros y del propio Apóstol (Cf. 1Tm 4,14; 2Tm 1,6), pero en definitiva el don de la vocación está dentro del Designio de Amor Eterno de DIOS. Esta consideración representa una gran responsabilidad para Timoteo que habrá de llevar ese tesoro como en vasija de barro (Cf. 2Cor 4,7).
JESUCRISTO nos revela la vocación particular
”Esta gracia se ha revelado ahora con la manifestación de nuestro SALVADOR, CRISTO JESÚS, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar la inmortalidad por medio del Evangelio” (v.10). Nuestro destino está en CRISTO JESÚS, que es el HIJO de DIOS venido a este mundo de los hombres para anunciarnos lo que el PADRE desde siempre había previsto para cada uno de nosotros. Muchas veces y de muy distintas maneras habremos de considerar y meditar estas palabras que nos sintetizan nuestro verdadero origen y destino último. No es el ser humano cualquier ser, animal o cosa a los ojos de DIOS. Cada uno de los seres humanos somos llamados a participar de una eternidad con DIOS que nos viene amando desde siempre. Todas las dudas y reservas que se puedan formular sobre la afirmación anterior se resuelven mirando a la Cruz, en la que de forma real aunque misteriosa, yace el HIJO de DIOS.