Cerca de cumplir 88 años, Alcohólicos Anónimos (A.A) es una de las organizaciones asistenciales más conocidas y exitosas del mundo con presencia en 168 países. Durante estas nueve décadas, más de 3 millones de personas se han recuperado de su adicción al alcoholismo, considerada por muchos como una enfermedad incurable.
Dos alcohólicos, Bill W –William Griffith Wilson-, un corredor de bolsa de Nueva York, y el Dr. Bob S –Robert Holbrook Smith-, un cirujano de Akron, fueron los responsables iniciales de esta iniciativa (según los archivos de A.A) tras una primera reunión en 1935. También contaron con una incipiente ayuda del clérigo episcopal Samuel Shoemaker. Sin embargo, la agrupación no terminó de despegar. Todo cambió a partir de 1939 cuando un sacerdote en gran parte olvidado, Ed Dowling, conoció Alcohólicos Anónimos… y decidió ayudar.
Mediano, «gordito» y con la nariz chata
El padre Ed Dowling nació en St. Louis (Missouri) en 1898, en el seno de una familia de inmigrantes irlandeses que acabó prosperando y accediendo a relevantes puestos locales, propiedades y tierras. Era el mayor de cinco hermanos.
Los archivos de Alcohólicos Anónimos le recuerdan como un joven «de mediana estatura, gordito y con una nariz chata que le valió el apodo de `puggy´». Tras graduarse en una escuela parroquial, estudió en Kansas desarrollando una gran afición por el béisbol y dos vocaciones. Una fue de cara al periodismo. La otra, al sacerdocio.
Dio prioridad a la segunda de ellas y en 1919 pasó a engrosar las filas de la Compañía de Jesús. Durante sus estudios en el seminario, caminaba con un compañero cuando comenzó a notar un dolor agudo en la pierna que resultó ser un principio de artritis. Esto le haría añadir a su característica estampa un bastón de uso diario antes de los 30 años, por lo que también sería recordado. Fue ordenado en 1931.
¿Borrachos hablando con borrachos… para seguir sobrios?
No tardó en explotar su otra llamada, la del periodismo, y según fue asignado a la Cofradía de Nuestra Señora en 1932, se desempeñó como un prolífico escritor de artículos religiosos en el boletín de noticias.
No fue hasta 1939 cuando conoció la incipiente organización de ayuda a personas adictas al alcohol. Todo comenzó por una de sus pasiones, «ayudar a los demás», materializada en el intento de sacar del alcohol a un amigo, también periodista.
Fue así como visitó una reunión de Alcohólicos Anónimos, un grupo por entonces nuevo, incipiente y sin muchas expectativas de futuro.
«¿Un grupo de borrachos hablando con otros borrachos para mantenerse sobrio?«, pensó el padre Ed. Sin embargo, también pensó que el proyecto podía funcionar.
Un… ¿vagabundo? llamó a la puerta de A.A.
Por las mismas fechas tuvo lugar el primer encuentro entre Dowling y Willson, cuando A.A. se encontraba en un punto crítico, sin que los miembros alcanzasen las expectativas previstas y con una situación económica delicada.
Bill ya dormía cuando sonó el timbre de su puerta y aunque era Dowling, el vigilante le confundió con un vagabundo. «¿Otro más? Y a estas horas… Bueno, dile que suba», respondió.
«Escuché unos pasos pesados en la escalera. Luego, le vi entrar en mi dormitorio, apoyándose precariamente en su bastón, llevando en sus manos un sombrero negro magullado y empapado de aguanieve. Cuando abrió su sobretodo, vi su cuello de sacerdote. Se alisó con la mano un mechón de pelo canoso y me miró con los ojos más extraordinarios que jamás haya visto«, relata Willson.
«Gordito, mediano y con la nariz chata», el padre «Ed» entregó su vida a rescatar a los afectados por el alcoholismo, y aplicó los famosos «12 pasos» en multitud de ámbitos de su vida: así invitó a hacerlo a todos los católicos.
Entonces habló Dowling: «Soy el Padre Ed Dowling, de St. Louis. Un jesuita amigo mío y yo nos que damos asombrados por la similitud que hay entre los Doce Pasos de A.A. y los Ejercicios Espirituales de San Ignacio«.
«Me di cuenta de que este hombre irradiaba una gracia que llenaba el cuarto con una sensación de presencia. Esta sensación me impresionó mucho; fue una experiencia emocionante y misteriosa. En años posteriores he visto muchas veces a este buen amigo, y ya me encontrara triste o alegre, siempre me produjo esa misma sensación de gracia y de presencia de Dios», añadió Willson.
De la desesperación al mejor año de su vida
Tras el encuentro, el sacerdote formalizó su compromiso y empezó a recomendar a sus conocidos en apuros el programa. Pocos meses después, en verano, su ciudad natal de St. Louis ya tenía un grupo de A.A. en funcionamiento.
Los archivos de A.A. relatan una bonita anécdota de Dowling, que mostró un compromiso muy superior al de un simple «apadrinamiento virtual». Es el caso de Carlos G., un abogado de Sioux City (Iowa) quien a principios de 1944 había perdido toda esperanza de recuperación de la adicción. Se fue a St. Louis para morir y de alguna manera se encontró con el Padre Dowling, quien inmediatamente lo dirigió a A.A.
Ya sobrio, regresó a Sioux City, formó el primer grupo de A.A. de la ciudad y también llevó el mensaje a las comunidades de los alrededores. En una carta dirigida al Padre Dowling el 5 de febrero de 1945, Carlos indicó que el 24 de febrero se cumpliría un año de su encuentro con el Padre Ed y su comienzo en A.A. «Muchas cosas maravillosas habían pasado desde entonces», dijo Carlos, «incluyendo haber conocido a otro sacerdote que estaba ayudando a los A.A. de Sioux City. Había sido un año maravilloso, el mejor de mi vida«.
«CANA»: Llevando los 12 pasos a la rehabilitación matrimonial
Los miembros de A.A. probablemente supieron por primera vez del Padre Ed cuando apareció una cita suya en la sobrecubierta del libro Alcohólicos Anónimos, en la novena impresión de la primera edición en abril de 1946: «Dios se resiste a los orgullosos, ayuda a los humildes. El camino más corto a la humildad son las humillaciones, de las que A.A. tiene en abundancia«.
La ayuda a los alcohólicos no fue su única pastoral. De hecho, empleó los famosos «Doce Pasos» de A.A. para la rehabilitación en otros ámbitos, como el matrimonial. Así, paralelamente, Dowling dio comienzo a las conferencias del exitoso CANA -cuyo significado en español es «las parejas no están solas»-, tras añadir a su cita la importancia de aplicar los Doce Pasos en ámbitos ajenos al alcoholismo: «Los no-alcohólicos deberían leer las últimas nueve palabras del Paso Doce: ‘y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos».
Al parecer, según afirma la experiodista católica de música Rock Dawn Eden Goldstein, Dowling habría llegado a desafiar el encarcelamiento de una monja durante el Tercer Reich cuando las críticas a Alemania no solían salir gratis. La misma Goldstein destacó cómo la humildad y la devoción de Dowling se convirtieron en el centro del movimiento de AA.
Consigue gratis en este enlace los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, estrechamente relacionados con la Teología ignaciana, según el padre «Ed».
«De la madera de los santos»
Bill Willson y Dowling mantuvieron una relación que se estrechó conforme sus iniciativas maduraban. Hasta el punto de que, aunque el propio Willson era más mayor, acabó considerando al sacerdote como a un padre.
Tanto fue así que en la Segunda Convención Internacional de A.A. celebrada en St. Louis, Willson presentó al sacerdote de esta manera: «De todas las personas que yo conozco, nuestro amigo el Padre Ed es la única que a la que nunca he escuchado una palabra de resentimiento o una simple crítica. Para mí ha sido continuamente un amigo, consejero, un gran ejemplo y fuente de gran inspiración hasta el punto que yo mismo no alcanzo a describir. El Padre Ed está hecho de la madera de los santos«.
Falleció el 3 de abril de 1960, a los 61 años.
Uno de muchos testimonios: salvada gracias a A.A… y la Iglesia
Casi 90 años después, los testimonios de superación de la adicción continúan surgiendo sin freno.
«Bebía muy rápido. Tanto que no lo saboreaba. Cada vez necesitaba más el alcohol y así fue como empecé a beber a diario», relató M. a Lanza. Diario de La Mancha con motivo del 87 aniversario de A.A. Pertenece al Grupo Larache, que se reúne religiosamente desde hace años todos los martes y viernes de 20 a 22 horas en un local cedido por la parroquia de San José Obrero.
Con 15 años se emborrachó por primera vez, a los 20 bebía cada fin de semana y pronto empezó a beber a diario. Un día fue consciente del problema que, sin darse cuenta, se había apoderado de su voluntad y de su vida: «No me acordaba de nada, me levantaba, me volvía a tomar mi dosis y tapaba y negaba la realidad».
Trató de dejar de beber desesperada, «quería parar, pero no lo lograba», admite. Así llegó a su primera reunión de A.A., que no ha abandonado desde hace 33 años. «Fue un milagro que dejara de consumir alcohol. Lo daba todo por perdido. A esa primera reunión llegué bebida y no me enteré de mucho. Al día siguiente dejé de beber y llevo 33 años», añade.
Por J.M.C.
Lunes 13 de febrero de 2023.
ReL.