Estamos en una batalla espiritual en la que algunos católicos aún creen que el demonio no existe a pesar de que proliferan sectas satánicas en todo el mundo, los cantantes y actores se declara abiertamente satánicos o masones, y la juventud practica juegos diabólicos, brujería, astrología y nueva era.
Quienes dudan de la existencia del maligno, deberían escuchar los testimonios de los grandes exorcistas de la Iglesia Católica, que cuentan cómo una y otra vez vencen al enemigo con el poder de Cristo.
De la misma forma en que un sacerdote expulsa una entidad maligna, quiero compartirte algunas pautas para que te protejas de ataques espirituales. Por eso hoy, si quieres saber cómo entregarle tu alma a Cristo para ser un servidor de su ejército contra Satanás, te invito a que sigas estos pasos que te ayudarán a dar la batalla en fe.
- Confía: Si Jesús tiene en su iglesia un ejército de exorcistas que no le temen al demonio, ¿por qué deberíamos temerle nosotros al enemigo? Dios nos ha dado la protección, el poder y la autoridad de Jesús para derrotar demonios. Es por eso que no debemos tener miedo. Si tenemos miedo es porque estamos dudando del poder de Dios y ese es un síntoma de cómo es nuestra vida espiritual.
- Mantente en gracia: Confesarnos al menos una vez a la semana es el primer paso, así como ir a misa y comulgar a diario. Esta es la base de una vida espiritual sana en la que Jesús obra en nosotros de manera tangible.
- Conságrate a Dios: Ya sea que te unas al Padre por el Sagrado Corazón de Jesús, por la intercesión de María o de San José, debes entregarte al poder de Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo. A veces nos cuesta hacer compromisos a largo plazo, especialmente de castidad, obediencia, pobreza o lo que fuere, pero eso no puede detenernos de acercarnos al “sí” que Dios nos pide. Si queremos hacerle frente a los ataques y potestades que nos atacan, debemos buscar el resguardo de toda nuestra familia celestial.
- Dios primero: La tentación más grande es creer que somos nosotros quienes tenemos la capacidad mínima de hacer algo sin Dios. Tan simple como levantarnos de la cama, respirar o luchar contra una maldición, entendamos de una vez que es Cristo quien vive en nosotros y solo somos un instrumento suyo. Entreguemos con fuerza y fe y entendamos en fe que todo es posible en su nombre. Te recomiendo que cada pequeña cosa que hagas, le pidas ayuda a Dios o a tu ángel guardián.
- Conviértete en un instrumento de la paz de Dios: La fe, la caridad y el amor, son la clave del Reino. Desapégate de lo material y entrégate a los demás, ya que en Cristo lo tenemos todo, y al buscarlo, lo demás viene por añadidura.
- Ponte en paz con tus hermanos: No existe otra forma. Perdonar y en especial bajar la cabeza para pedir perdón, incluso cuando nosotros creemos tener la razón, es la mejor manera de volver a estar en paz. No esperemos que sea el otro quien vuelva con un acto de humildad. Demos el primer paso y permitamos hoy mismo la venida del Reino de Dios a nuestras vidas. Si nos cuesta, recordemos que Jesús es especialista en reparar y restaurar relaciones dañadas. Pongamos todo en sus manos y en una profunda entrega a Dios, digámosle “Señor, encárgate tú”, o como diríamos en el Padre Nuestro, “hágase tu voluntad”.
- Humildad, humildad, humildad: Ese es el superpoder del cristiano. “Velen y oren” porque la tentación vendrá en el momento justo y si no estamos listos, ¿qué será de nosotros? No creamos erróneamente que estamos salvados, que no pecamos o que no es nuestra hora. Estemos atentos y humildes, reconociendo que no somos dignos y que debemos estar atentos.
Así como en cada exorcismo nuestros sacerdotes son testimonio del poder de Cristo, en mi carrera como psicólogo he visto milagros de sanación y liberación a través de la persistencia en la oración y la ayuda de la ciencia para identificar heridas emocionales y espirituales. Por eso creé el Diplomado en Sanación Interior, en el que a través de técnicas psicológicas y la gracia de Dios, miles de personas han logrado entregar su vida a Jesús para convertirse en instrumentos de su paz.
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