Al César lo que es del César; a Dios lo que es de Dios

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Augusto fue el principal título que llevaron los emperadores y se traducía como majestuoso o venerable. Este título surgió por el acumulamiento de poderes en una sola persona: primer senador, pontífice máximo, cónsul y tribuno.

Cesar inicialmente designaba el nombre de la familia a la que se pertenecía (cognomen: Julio Cesar), después designó un calificativo imperial y posteriormente al que era nombrado sucesor del Emperador. Se escribía su nombre y el título “Cesar Augusto”

El Cesar Augusto representa el poder, la gloria y la divinidad.

La moneda del tributo significaba sujeción, esclavitud, opresión, tiranía, servidumbre, vasallaje, dominación. Por supuesto que Cristo no estaba de acuerdo con la esclavitud, él no contestó con palabras pero si con hechos, pues desde la Cruz nos hizo verdaderamente libres (del pecado y de la muerte).

Cuando alguien rinde honores a otro ser humano está cometiendo el pecado de la idolatría. En México, se está volviendo común que se rinde honores a los hombres.

A Dios le corresponde la dignidad de la persona, sólo Él es dueño de su dignidad. Somos creados a imagen y semejanza de Dios, sólo le correspondemos y pertenecemos a Él. Nadie debe tener poder sobre nuestra voluntad sino solo Dios, pues somos sus hijos.

Ningún ser humano debe estar sujeto a la voluntad de nadie, pues Dios nos hizo libres y debemos ser dueños de nuestra libertad.

A Dios no debemos tenerle miedo, sino amarle, respetarle, honrarlo y darle gloria, pues es nuestro creador y salvador.

Al pertenecer a Dios, debemos estar sujetos a su voluntad, cumplir lo que el nos manda, cumplir la ley del amor. 

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