Catecismo Mayor de San Pío X. Adviento
1
P. ¿Por qué las cuatro semanas que preceden a la solemnidad de la Santa Navidad se llaman Adviento?
R. Las cuatro semanas que preceden a la solemnidad de la santa Navidad se llaman Adviento, que significa venida, porque en este tiempo la Iglesia nos prepara para celebrar dignamente el recuerdo de la primera venida de Jesucristo a este mundo con su nacimiento temporal.
2
P. ¿Qué nos ofrece la Santa Iglesia para considerar en el Adviento?
A. La Iglesia en Adviento nos invita a considerar cuatro cosas: las promesas que Dios había hecho de enviarnos al Mesías para nuestra salvación; los anhelos de los antiguos Padres, que suspiraban por su venida; la predicación de San Juan Bautista, que exhortaba al pueblo a hacer penitencia para disponerlo a recibir al Mesías; la última venida de Jesucristo en su gloria para juzgar a vivos y muertos.
3
P. ¿Qué debemos hacer en Adviento para secundar las intenciones de la Iglesia?
R. Para secundar las intenciones de la Iglesia, en Adviento debemos hacer cinco cosas: meditar con fe viva y amor ardiente sobre el gran beneficio de la encarnación del Hijo de Dios; reconocer nuestra miseria y la gran necesidad que tenemos de Jesucristo; oradle al instante para que venga a nacer y crecer espiritualmente en nosotros con su gracia; prepárale el camino con obras de penitencia, y especialmente con la frecuentación de los santos sacramentos; pensar a menudo en su última y terrible venida, y en vista de ello conformar los nuestros a su vida santísima para poder ser parte con él de su gloria.
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El espíritu de Adviento
Por Cardenal AI Schuster, osb.
A diferencia de la Cuaresma, en la que predomina el concepto de penitencia y duelo por el deicidio que ahora tiene lugar en Jerusalén, el espíritu de la sagrada liturgia durante el Adviento, con el anuncio feliz de la liberación inminente, Evangelízo vobis gáudium magnum quod erit omni pópulo ( Luc., II, 10.), es la de un santo entusiasmo, una tierna gratitud y un intenso deseo de que la Palabra de Dios llegue a todos los corazones de los hijos de Adán. Nuestro corazón, como el de Abraham que exultávit , dice Jesucristo, ut vidéret diem meum, vidit et gavísus est (Joan., VIII, 56.), debe estar lleno de santo entusiasmo por el triunfo definitivo de la humanidad, el cual a través de la unión hipostática de Cristo se sublima al trono de la Deidad.
Los cantos de la misa, los responsorios, las antífonas del Oficio Divino están, pues, todos enjoyados con Aleluya; parece que toda la naturaleza, como también la describe el Apóstol en espera de la parusía final, » Expectátio enim créaturæ revelatiónem filiórum Dei expéctat » (Rom., VIII, 19.) se siente como exaltada por la encarnación del Verbo de Dios , quien, después de tantos siglos de espera, por fin viene a esta tierra para dar la máxima perfección a la obra maestra de sus manos, Instauráre ómnia in Christo (Ef., 1, 10.).
La sagrada liturgia durante este tiempo recoge de las Escrituras las expresiones más vigorosas y más adecuadas para expresar el intenso deseo y la alegría con que los santos Patriarcas, los Profetas y los justos a lo largo del Antiguo Testamento apresuraron la venida del Hijo con sus votos de Dios No podemos hacer nada mejor que asociarnos a sus piadosos sentimientos, rogándole al Verbo humano que se digne nacer en todos los corazones, extendiendo también su reino por muchas regiones donde hasta ahora su santo nombre no ha sido anunciado, donde el habitantes aún duermen en la oscuridad y las sombras de la muerte.
Cardenal AI Schuster, osb, Liber Sacramentorum. Notas históricas y litúrgicas sobre el misal romano , II, Turín-Roma, Marietti, 1930, pp. 109-113
Fuente: centrostudifederici.
Aldo María Valli.
Domingo 27 de noviembre de 2022.