* «No dar lecciones, sino transmitir con alegría»
En el segundo día de su visita a Guadalajara, el prelado mantuvo una tertulia con universitarios en la Universidad Panamericana.
De parte de todos los jóvenes que frecuentan el club Cauda, Álvaro regaló a Mons. Ocáriz un álbum del mundial, en el que en vez de los jugadores de fútbol puede verse a los chicos que acuden a recibir formación cristiana en ese centro. Luego, Álvaro contó que ha empezado a impartir catecismo a niños pequeños. Como no sabe si lo está haciendo bien, preguntó cómo explicar el amor de Dios a una persona a quien parece no interesarle. “Depende de las circunstancias –dijo el Prelado–; no hay una fórmula mágica. Lo que siempre es necesario es acompañar la formación con la oración, con tu oración. A veces no es fácil enseñar porque no conoces a esa persona o a ese niño, pero por eso le pides al Espíritu Santo el don de lenguas, le pides luz para que el mensaje de la fe llegue a él”.
A continuación preguntó Diego: “¿Cómo podemos saber qué es a lo que Dios nos llama?”. La voluntad del Señor, contestó don Fernando, no se manifiesta normalmente de modo evidente, “por lo que es muy importante rezar, pedir luz y fuerza para decidir. A veces sabemos que nos llama, pero nos falta querer seguirlo”. El Prelado habló sobre el celibato y comentó que supone –para quien recibe esa llamada– un don muy grande: “El celibato apostólico es una donación de amor inmenso a Dios, y, por Dios, al mundo entero”. Expresó que sería un error ver el celibato como un gran sacrificio, y recordó las palabras que Jesús dirige en los evangelios numerosas veces a sus apóstoles: “No tengáis miedo”.
Entre una pregunta y otra también hubo tiempo para breves espectáculos: José Andrés, que vive en la residencia universitaria Altovalle, cantó la canción “Cuando Sale La Luna”. Santiago hizo un truco de magia que despertó los aplausos de los asistentes.
Poncho, un muchacho de Aguascalientes, y José María, de San Luis Potosí, hicieron preguntas similares: ¿cómo acercar a mis amigos a Dios? El prelado del Opus Dei habló de la importancia de la amistad y de la oración en el apostolado: “Se trata de saber transmitir, por el afecto y el cariño, lo que uno lleva dentro, que es la verdadera alegría de la propia relación a Dios, que no limita nuestra vida, sino que multiplica la felicidad”. Citando a san Josemaría, recordó que “lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.
Viernes 28 de octubre
El prelado se trasladó a Aguascalientes, ciudad ubicada en el centro norte de México. Allí tuvo lugar un encuentro general de catequesis en el Centro de Convenciones San Marcos.
Una de las intervenciones fue la de Francisco, que se definió como “el hombre más joven del recinto”, pese a sus 105 años. Su hija relató la devoción tan grande de su padre por el Santo Rosario. A propósito de esta referencia, el prelado invitó a los presentes “a rezar y acudir a María con mayor devoción”.
También comentó que el espíritu cristiano no puede imponerse, «sino que hay que transmitirlo, porque es lo que tenemos en el corazón: no dar lecciones, sino transmitir con alegría”. Mons. Ocáriz habló también de la importancia de la Santa Misa, y volvió a invitar a todos a vivir muy unidos al Papa y a rezar por él.
Otra de las preguntas fue de Gonzalo Quesada, un padre de familia de la ciudad de Querétaro, que trabaja como organizador de eventos, especialmente de bodas. Contó que aprovecha esas celebraciones para animar a los futuros esposos y transmitirles experiencias para mantenerse unidos y crecer en el amor a lo largo del tiempo. Preguntó al Prelado cómo mantener el trato con Dios a lo largo del día, y éste le aconsejó que pensara que Jesús lo espera en cada rato de oración y en cada acto de piedad, porque “Él, en su grandeza, ha querido necesitar de nuestro afecto”.
Otra persona contó la ayuda que había recibido un amigo gracias a la intercesión del beato Álvaro tras un accidente automovilístico, y que hoy goza de buena salud. Mons. Ocáriz agradeció ese favor a Dios e invitó a todos a tener fe en la oración, a creer que Él nos escucha cuando le pedimos algo: “Su acción siempre es eficaz, aunque no veamos el resultado, pues la oración no se pierde”.
Michelle Raymond, directora del departamento de Arte y Cultura de la Universidad Panamericana, relató que había trabajado junto con los estudiantes en un musical basado en “Los Miserables”; algunos alumnos involucrados presentaron la pieza “Un día más”.
El encuentro continuó adelante con una cuestión sobre cómo vivir la castidad en el noviazgo; por su parte, una niña quiso saber cómo se llamaba el ángel de la guarda del Prelado. Unas jóvenes cantaron una canción usando la tonada de “Pescador”, compuesta para la venida del Papa Juan Pablo II a México, cambiando su letra para hacer alusión a la venida del Prelado.
El encuentro terminó con otra canción: “Pelea de gallos”, una canción emblemática de Aguascalientes, cantada por una profesora y un profesor de la Universidad Panamericana, que fueron acompañados por un joven charro que floreaba la reata al son de la música.
Jueves 27 de octubre
Por la mañana, el Prelado saludó a algunas familias mexicanas, que aprovecharon para felicitarle por su cumpleaños, que coincidía con su primera jornada en tierras mexicanas.
Por la tarde, acudió a la Basílica de Guadalupe, para celebrar la Misa [enlace a la homilía]. Durante la homilía, invitó a los presentes a «no admitir el pesimismo ni el desánimo», sino a “fortalecer nuestro ánimo mediante la fe en la asistencia, en la presencia de Dios en nosotros, reconociéndonos hijos de Dios en Jesucristo; hijos de un Dios que es amor y que todo lo sabe y todo lo puede”.
Pidió a los numerosos fieles asistentes que acompañaran al Papa Francisco y a toda la Iglesia con la oración y recordó que México, “que ha recibido tantas bendiciones de Dios, tiene una especial responsabilidad para ser sal y luz en los cinco continentes, comenzando por los hogares de familia y los lugares de trabajo”.
Al finalizar la Misa, todos los asistentes cantaron “Morenita mía”, recordando la visita hecha por san Josemaría Escrivá en 1970 en la Antigua Basílica de Guadalupe, en la que también se entonó esa canción.