Las buenas preguntas predisponen las respuestas con sentido. El evangelio de san Juan, en sus versículos iniciales, recoge la primera pregunta dirigida a JESÚS: “Maestro, ¿dónde vives?” (Cf. Jn 1,1). Aquella pregunta no provenía de una curiosidad superficial, pues los primeros discípulos, Juan y Andrés, llevaban tiempo escuchando a Juan Bautista. Juan y Andrés eran hombres religiosos y vivían con intensidad la espera del MESÍAS y su manifestación al Pueblo de Israel. Hacemos buenas preguntas cuando vamos elaborando un sistema de pensamiento y creencias, al que necesariamente le faltan elementos que lo completen. Las preguntas no representan necesariamente dudas de Fe, sino la inquietud por completar una visión de algo que notamos le falta algún elemento. Por otra parte, la formulación de preguntas no significa que no tengamos algunas certezas fundamentales como principios bien ordenados y asumidos. Permaneceríamos en un estado de infancia, si las preguntas de la Fe no siguiesen su curso de maduración. La respuesta a una pregunta de Fe constituye una pequeña o gran revelación, que es siempre personal y parcial. Las cosas de DIOS son inmensas, infinitas o eternas, y por el contrario nuestra percepción y comprensión es muy pequeña. Dentro de nuestra pequeñez el SEÑOR dispone que lleguemos a tener el mínimo de conocimiento suficiente basado en algunas certezas.
La intersubjetividad
Los católicos tenemos la gran ventaja de disponer de una larga tradición sobre las verdades que forman el edificio de la Fe. La vida y doctrina de los santos en nuestra Iglesia constituye algo así como la jurisprudencia con respecto al Derecho. Por otra parte nos acompaña el pronunciamiento magisterial de la Iglesia, que para cualquier católico presente se compendia en el actual Catecismo de la Iglesia Católica. Existe en toda época un gran campo, donde se manifiesta el ESPÍRITU SANTO, que corresponde a la vivencia cristiana en las comunidades parroquiales, movimientos y gran cantidad de institutos religiosos. Después de haber filtrado la verdad religiosa a través de la Escritura y el Magisterio, el cristiano recibe respuestas y certezas de la vivencia próxima de la Fe compartida con los suyos en la comunidad de referencia presidida por un ministro ordenado. La celebración eucarística personal no está desligada de esa experiencia vivida por las personas de la comunidad con las que se tejen lazos de verdadera fraternidad. Si surgiesen dudas sobre la presencia real de JESÚS en la EUCARISTÍA con facilidad se resuelven por la certidumbre de otros hermanos que son vivos testigos de JESÚS en este Sacramento. Sabemos lo que dice la Escritura, también tenemos conocimiento de lo que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica; pero la música a esa letra la pone la vivencia intersubjetiva de la comunidad fraterna. Otra clave esencial sustentadora de la Fe es la convicción profunda de la revelación de DIOS en la Sagrada Escritura. Los comentarios patrísticos de la Escritura constituyen un verdadero tesoro doctrinal; el pronunciamiento del Magisterio de la Iglesia sobre la autenticidad de los setenta y tres libros de la Biblia es un asunto capital, pero todo ello no es suficiente para la Fe del creyente. De nuevo nos encontramos necesitados del ámbito cercano y comunitario en el que nos encontramos con otros hermanos creyentes para personalizar la Sagrada Escritura. La duda personal sobre la autenticidad de la Revelación en la Biblia se desvanece cuando esa Palabra se manifiesta operativa en la vida de algún hermano o de la comunidad en su conjunto. La intersubjetividad de la Fe no es la preeminencia de la mayoría, por la que nos viésemos obligados a creer algo, sino por la manifestación del testimonio, que el ESPÍRITU SANTO hace surgir en algunos o en todo el conjunto. Una vez que JESÚS resucita y el ESPÍRITU SANTO mueve y lleva a la Iglesia, los cristianos no pueden dejar de ser asiduos a “la Enseñanza de los Apóstoles, a la Facción del Pan, a las oraciones y a la comunión” (Cf. Hch 2,42). Para recibir respuestas verdaderas es necesario “ser asiduos”, y no basta con encuentros ocasionales pues en ese nivel de comunión fraterna superficial es imposible que surja cualquier certeza fruto de la experiencia intersubjetiva. Las cosas de DIOS, a veces, son también muy humanas, y algo especial o extraordinario es reconocido cuando es avalado por el testimonio de varias personas. Un caso real: Un fiel afectado de una enfermedad que lo iba paralizando se veía obligado a utilizar bastón, y en una Santa Misa, en el momento de la consagración cuando el sacerdote levanta al SEÑOR, nota un calor especial y la certeza de que estaba curado. El hecho no sólo lo podía avalar el hermano beneficiado por esta sanación, sino los demás hermanos que lo conocían, lo veían con el bastón y sabían de su enfermedad. De no ser asiduos a las actividades parroquiales no se va a obtener la confirmación de una gran cantidad de elementos para completar el cuadro de la Fe personal.
Otras preguntas
El modo que JESÚS tiene de responder las preguntas que le formulan establece las categorías de las respuestas. Juan y Andrés preguntan a JESÚS, “¿dónde vives?. Y JESÚS responde, venid y lo veréis. Estuvieron con ÉL aquel día” ( Cf Jn 1 38-39) y en el “estar con JESÚS” se encontraba la respuesta al “dónde vives”. Donde está JESÚS está la Vida y encuentra contenido y sentido la existencia. A nosotros nos interesan con prioridad las respuestas circunstanciales del “cuándo, el cómo o el dónde”, sin embargo a JESÚS no le interesa responder en esa línea, porque lo realmente importante no está en lo circunstancial. JESÚS habla de signos cósmicos previos al final de la historia humana (Cf. Mt 24,29-31; Mc 13,24-27; Lc 21,25-28); y el auditorio le pregunta cuándo será el fina de los tiempos. La respuesta de fondo la ofrece san Lucas cuando la identifica a la venida del Hijo del hombre semejante al rayo que cruza el firmamento de un extremo a otro (Cf. Lc 17,24). Los signos cósmicos y las catástrofes sociales formarán parte del curso de la historia humana, y el fin último está unido a la revelación universal del SEÑOR, de la cual no se sabe ni el día ni la hora, pues depende de la voluntad del PADRE. Los discípulos de Juan el Bautista preguntan a JESÚS si ÉL es el MESÍAS (Cf. Lc 7,20) JESÚS responde incluyendo a los enviados de Juan en su misma acción mesiánica y ellos vieron lo que JESÚS respondió: “id y decidle a Juan lo que habéis visto y oído, los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados, y dichoso aquel que no se escandaliza de MÍ” (Cf. Lc 7,22-23). La respuesta sobre el MESÍAS no se obtiene adecuadamente si no es viviendo su misma mesianidad. JESÚS habla de los sufrimientos del MESÍAS pero a los discípulos les da miedo preguntar sobre aquella materia, de la que no están entendiendo gran cosa (Cf. Mc 9,32). También se retraen los discípulos cuando JESÚS les pregunta a ellos “de qué estaban tratando por el camino, porque en el camino habían discutido quién era el mayor en el Reino que JESÚS estaba a punto de instaurar” (Cf. Mc 9,33). Ellos no querían comentar aquella trivial discusión, pues intuían que se pondría en evidencia los egoísmos más elementales. La pregunta formulada a JESÚS, que obtiene siempre respuesta es la que hacen los fariseos, escribas o letrados, sobre el Primer Mandamiento de la Ley. Las versiones de los evangelistas difieren en aspectos de detalle, pero JESÚS ratifica a sus interlocutores en el AMOR a DIOS como la columna principal que sostiene todo el edificio del creyente. Pero no deja de sorprender la inclusión del amor al prójimo en el mismo rango del AMOR a DIOS, hasta el punto de señalar san Juan en su primera carta: “nadie puede amar a DIOS, a quien no ve; si no ama al prójimo a quien ve” (Cf. 1Jn 4,20). En la línea evangélica de la filantropía cristiana la cosa llega a su cenit cuando JESÚS, el HIJO que ha venido a este mundo, se identifica con el encarcelado, el enfermo, o el pobre de solemnidad: “cada vez que lo hicisteis a uno de estos mis hermanos, a MÍ me lo hicisteis” (Cf. Mt 25,40). La “imagen y semejanza” de DIOS impresa en el hombre está sellada por la sangre del HIJO. A la luz del recorrido evangélico, el prójimo es una epifanía de DIOS mismo a quien tenemos el encargo de ayudar en su propio camino hacia DIOS. El evangelio de hoy recoge la pregunta sobre el número de los que se van a salvar, y de nuevo JESÚS ofrecerá una respuesta que encuentra sentido en el conjunto de su misión y Mensaje.
Restauración de Israel
DIOS no se rinde ante el pecado o la infidelidad del hombre. Por encima de las trasgresiones humanas de la Alianza está el firme compromiso de DIOS para llevar a buen puerto el Plan Divino de Salvación. Los últimos capítulos del profeta Isaías, de forma especial los doce últimos probablemente se escribieron después de la providencial aparición del rey Ciro, rey de Persia, que se hace con el Imperio Babilónico y permite el retorno de los judíos a su patria. Para los judíos religiosos, YAHVEH estaba propiciando una nueva oportunidad. La prueba había sido muy dura: “¿cómo cantar un cántico de Síon en tierra extranjera”? (Cf. Slm 136,3-4). De nuevo en la Tierra Prometida había que restablecer el Templo como lugar de la presencia de YAHVEH, aunque no sería exactamente igual, pues el Santo de los Santos no contaría con el Arca de la Alianza. Pero Jerusalén volvería a ostentar la presencia del Templo y la Ciudad Santa cobraría la importancia de los tiempos del rey David y Salomón. A partir del año quinientos treinta y ocho (a.C.) se ponía en marcha la restauración del Pueblo elegido después del destierro. La espiritualidad bíblica cuenta con una narrativa de hechos concretos acaecidos. DIOS va a devolver un nuevo esplendor a Jerusalén y su Templo con un reconocimiento universal, pues de todos los lugares, los más alejados, DIOS los traerá y reunirá en la Jerusalén nueva que pronto surgirá. La realidad histórica irá dando respuesta a ese objetivo restaurador con pasos lentos y aparentes involuciones como la vivida en el siglo segundo bajo el dominio de Antioco IV Epifanes. Pero una fase capital de la profecía de Isaías comprendida en el este capítulo sesenta y seis se cumple con la aparición del MESÍAS en la historia de los hombres. La restauración vivida en las décadas posteriores al retorno a la tierra de Palestina es una sombra de la verdadera restauración del género humano por el hecho inaudito de la Encarnación, vida, muerte y Resurrección del HIJO de DIOS. Se da un salto, un cambio de nivel entre el estado anterior del hombre sin CRISTO, al hombre en proceso de cristificación. La restauración del hombre en CRISTO no es un hombre arreglado en sus defectos y carencias, sino un hombre nuevo. La profecía de Isaías es actual y se está cumpliendo, porque la vida de los hombres en CRISTO va abriéndose paso “entre dolores de parto por la lenta manifestación de los hijos de DIOS” (Cf. Rm 8,21-22).
DIOS se manifiesta
Las cosas mejoran, el nuevo orden aparece porque DIOS se manifiesta; así nos lo da a entender la conclusión del capítulo sesenta y cinco de Isaías, que recoge algunos rasgos del orden inicial del Paraíso descrito en el capítulo once: “lobo y cordero pacerán juntos; el león comerá paja como el buey, la serpiente comerá polvo, y no hará daño ni perjuicio en todo mi Monte Santo” (Cf. Is 65,24). DIOS tiene asentado su Trono en el Cielo y la tierra es el estrado de sus pies (Cf. Is 66,1), y todo debe quedar bajo su dominio e influencia, que se refleja en orden, bondad y santidad. El Monte Santo de Síon es el lugar de la tierra que DIOS eligió para poner sus pies. La grandeza del lugar no viene de las obras humanas, sino de lo que DIOS está dispuesto a realizar. “¿Qué casa vais a edificarme o lugar para mi reposo, si todo lo hizo mi mano y todo es mío? (Cf. Is 66,2). Es compatible el pensamiento de construir un nuevo Templo y devolver a Jerusalén algo de la importancia perdida, pero el profeta se encarga de poner en el primer plano la acción de DIOS. Las palabras del profeta Isaías se han cumplido, y al mismo tiempo están en proceso de cumplimiento en la actualización de un presente continuo. La muerte y Resurrección de JESÚS en el Gólgota ofrece el cumplimiento inequívoco de las palabras del profeta, que trascienden el alcance previsto por las mismas. El PRÍNCIPE de la Paz muere estableciendo con su sangre una Nueva Alianza, y hace dos mil años comienza en la tierra, a partir de ese punto una difusión de una nueva paz, bondad y santidad. Desde hace dos milenios ese centro geográfico atrae desde el punto de vista religioso a miles de millones de personas divididos en tres grandes confesiones religiosas. Los fieles devotos del Cristianismo, el Judaísmo o el Islam encontramos en Jerusalén una paz espiritual en medio de una sensible y manifiesta tensión social. La serpiente sigue difundiendo el veneno del odio y la división; y todavía el lobo y el cordero, el león y el buey no mantienen una buena vecindad. Cada vida particular depende de tres componentes en el tiempo de la existencia: un pasado que nos da la herencia, un futuro que nos muestra la perfección de una vida terminada o perfeccionada, y un presente en este mundo en el que cada uno juega sus cartas. En la última mano de la partida puede llegar la perfección o el acabado que requiere la santidad dada por la acción directa de DIOS. Lo que acontece en la vida particular de una persona refleja lo propio de la condición humana en general: DIOS nos adelanta en la Escritura la realización última de toda su obra creadora y ésta experimenta la tensión de un tiempo en el que la existencia es un campo de juego en el que se cruzan las libertades particulares.
La Gloria de YAHVEH
“YO vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi Gloria” (v.18). La Gloria del SEÑOR está en manos de la acción del HIJO que vino para instaurar el Reino de DIOS en medio de nosotros. El capítulo quince del evangelio de san Juan ofrece el mejor comentario a este versículo de Isaías. “La Gloria del PADRE está en que demos mucho fruto y en la duración de ese fruto” (Cf. Jn 15,8). Por otra parte, el fruto permanente surge cuando el discípulo está unido al MAESTRO, con una unión de voluntades: “el que me ama guardará mi Palabra” (Cf. Jn 14,23). Sigue la misma pauta de Isaías que dice: “¿En quién voy a fijarme?: en el humilde y contrito, que tiembla ante mi Palabra” (Cf. Is 66,2). Por otro lado, la Gloria de DIOS aparece en todo su esplendor en la unidad universal de sus hijos. De nuevo volvemos la mirada al evangelio de san Juan, en el que JESÚS, el HIJO de DIOS, actúa como SACERDOTE eterno en una oración que no ha cesado por la unidad de todos los creyentes en ÉL. Con grandes dificultades el camino de la unidad se va formando, aunque los magros resultados parezcan retrocesos en realidad, pero no es poca cosa que en la actualidad constatemos las fracturas existentes y una cierta imposibilidad para resolverlas por nosotros mismos. La división en naciones y lenguas puede ser una gran riqueza para el conjunto de la humanidad, que resalta la gran variedad de formas culturales; pero resulta una maldición cuando dichas divisiones atentan contra la dignidad humana fomentando el culto idolátrico.
Una señal
“Les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones…, a las costas lejanas, que nunca oyeron mi fama ni vieron mi Gloria, y anunciarán mi gloria a las naciones” (v.19). Los enviados a las naciones llevarán una señal, porque el SEÑOR los señalará. La señal que porten estos enviados habrá sido señal para ellos previamente y su contemplación los marcó a fuego. Todas las naciones, además de las convocadas y mencionadas por los Hechos de los Apóstoles en Pentecostés, recibirán un Mensaje del todo nuevo. A los cuatro puntos cardinales serán enviados los señalados por el SEÑOR y todos escucharán algo inenarrable: DIOS trae la Paz y la Salvación para todos los pueblos mediante su HIJO muerto y resucitado. Si consideramos lo que dice san Pablo, “los judíos piden pruebas de poder, y los griegos exigen razones y sabiduría; pero nosotros predicamos un MESÍAS en debilidad, que es más fuerte que los poderes de los hombres y más sabio que la sabiduría de los hombres” (Cf. 1Cor 1,22-25). La Cruz de JESUCRISTO es “necedad para los griegos y escándalo religioso para los judíos” (Cf. 1Cor 1,23). Aquel panorama de los comienzos de la evangelización sigue manteniéndose. Estamos en el tiempo de la señal o “signo” que DIOS ofrece a los hombres, JESUCRISTO es señal de contradicción, ante el cual unos caen y otros se levantan (Cf. Lc 2,34). DIOS agotó todos sus recursos en su HIJO JESUCRISTO para atraer hacia SÍ a todos los hombres. Casi veinticinco siglos, desde que las palabras de Isaías en la conclusión de su libro fueron escritas y continuamos en el proceso de su cumplimiento. Quedan interrelacionados los tres planos de la acción de DIOS: la fuerza profética de la Palabra que anuncia el acontecimiento, la realización de la misma en la persona del VERBO encarnado y la incorporación a la perfección de los bienaventurados, que dan el salto a la vida eterna en la Jerusalén Celestial, que acoge a los que llegan a la Vida definitiva (Cf. Ap 6,9;7,9; 21,2 ).
De todas las naciones
En torno a Jerusalén podían concentrarse para la Pascua doscientas mil personas, con lo que multiplicaba varias veces la población habitual, que contaba alrededor de los veinticinco mil. Jerusalén es la Ciudad de David conquistada a los jebuseos con una población mucho más reducida. La Jerusalén ahora es principalmente la Ciudad Santa que baja del Cielo ataviada para su ESPOSO como una novia (Cf. Ap 21,2) Los marcados por la señal dada por DIOS traerán a la Ciudad Santa hermanos de toda raza, lengua, pueblo y nación (Cf. Ap 7,9). Y los traerán “en caballos, carros, literas y dromedarios al Monte Santo” (v.20). Cada enviado buscará el modo más apropiado para conseguir el traslado de los convocados a la gran Ciudad Santa. Veamos, pues, en esos medios las distintas formas de evangelización por las que unos y otros reciben la Verdadera Noticia del único DIOS.
Nuevas tribus
Los destinatarios del profeta debieron quedar perplejos ante el anuncio de nuevas incorporaciones de gentiles como “sacerdotes y levitas” para el servicio religioso. Las dimensiones de las tribus van a ser alteradas, y la tribu de Leví, que era la cantera del servicio religioso se ampliará a otras naciones. La realidad será que DIOS va a encontrar servidores suyos en todos los pueblos y el Pueblo elegido se van a universalizar. Todavía en nuestros días los fieles de la religión judía no entienden o aceptan este horizonte del profeta. Lo que acabamos de comentar con respecto a la Ciudad Santa de Jerusalén se puede aplicar a la parábola del grano de mostaza. Algo aparentemente insignificante como la semilla que dará origen a la planta de la mostaza, así aparece una localidad situada en una colina de la Palestina del año mil antes de CRISTO, y por razones misteriosas o providenciales lo que inicialmente era minúsculo se cambió en una realidad inmensa que no se perdió en siglos de historia y ha trascendido a las realidades espirituales, religiosas y trascendentes.
¿Quién se salva?
Como nos dice la santa de Ávila, santa Teresa, la salvación es el gran negocio de nuestra vida. La pregunta surge con curiosidad o preocupación para las personas de cualquier época o religión. La respuesta cristiana puede ser muy sencilla y también da pie a una exposición compleja. Sin la más mínima duda de la Misericordia Divina, la respuesta es directa: se salva el que quiere en virtud de la Misericordia mencionada; y se condena el que rechaza el Amor de DIOS como pecado contra el ESPÍRITU SANTO que no tiene perdón ni en esta vida ni en la otra ( Cf Mc 3,29). La cosa se complica cuando la salvación se considera bajo la dimensión de la Justicia, por la que se establece adecuarse a la voluntad de DIOS como rezamos en el Padrenuestro y nos vemos medidos o contrastados por el Evangelio. Con mucha alegría algunos dicen: lo importante es cumplir las Bienaventuranzas, pues los Mandamientos pertenecen a la moral del Antiguo Testamento. ¿Están seguros estos que las Bienaventuranzas son más fáciles de cumplir que los Mandamientos? San Pablo nos dice: “nos salvamos por la Fe y la acción de la Gracia, y no por las obras, para que nadie se gloríe en sí mismo” (Cf. Cf. Ef 2,8-9). JESÚS ante la perplejidad de los discípulos por la exposición que les hace de las consecuencias de las riquezas, les parece a los discípulos que la salvación se complica, y también preguntan: “entonces, ¿quién puede salvarse?, y JESÚS les responde: “para el hombre es imposible salvarse, pero DIOS lo puede todo” (Cf. Mc 10,26-27). La solución que ofrece JESÚS a la Salvación se orienta en este caso hacia la versión de san Pablo, pues las obras de los hombres están limitadas y con mucha frecuencia contaminadas. La perplejidad de los discípulos llegaba cuando JESÚS habló de la imposibilidad de los ricos apegados a las riquezas a la hora de obtener la salvación. Esta imposibilidad personal por los apegos generados, sólo pueden resolverse si DIOS interviene mostrando al rico un valor superior a sus apegos y riquezas. Las parábolas de la Divina Misericordia en san Lucas (Cf. Lc 15) relatan el Amor incondicional de DIOS que perdona sin reserva alguna al hijo que vuelve arrepentido. Por encima de las infidelidades humanas, DIOS permanece fiel (Cf. 2Tm 2,13). En los últimos momentos de su vida, el ladrón arrepentido reconoció a JESÚS como su SALVADOR y pidió al SEÑOR un acto de redención: “acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Cf. Lc 23,42). Aquel acto de arrepentimiento y reconocimiento de quién era JESÚS le valió la firme promesa de JESÚS: “hoy mismo estarás CONMIGO en el Paraíso” (Cf. Lc 23,43). La lista de pasajes en el sentido que vamos reflejando es amplia, pero sólo una muestra: la parábola de los viñadores contratados para trabajar en la viña a distintas horas del día; los que fueron contratados a última hora y trabajaron sólo una hora de la jornada recibieron el mismo denario que los de las seis de la mañana, que habían aguantado el peso de todo el día (Cf. Mt 20,8ss) La parábola que recoge el evangelio de este domingo se orienta en la línea del esfuerzo personal, que en ningún caso el hombre debe descuidar, y si lo hace pone en grave riesgo su salvación. Ahora nos toca a nosotros salvar las paradojas de ambas visiones.
Curiosidad por el número de los salvados
La curiosidad también especula sobre el número de los condenados, que atestiguan los santos que tienen visiones del infierno. Tal y como se presenta en este evangelio la pregunta por la Salvación, se está indagando también por el número más o menos grande de los condenados; pero JESÚS no responde en ninguno de los dos sentidos, y remite a la respuesta personal de la que debemos tomar buena cuenta. Adelantando la conclusión a partir de la visión del libro del Apocalipsis, decimos que la Escritura señala el número de los bienaventurados como “miríadas de miríadas, una multitud inmensa que nadie podría contar” (Cf. Ap 7,9). El número de los redimidos, presentes alrededor del Trono de DIOS es inconmensurable y nadie los puede contar; y de esa forma se hace justicia al sacrificio del CORDERO cuya sangre fue derramada por todos los hombres. La condenación también aparece en este libro sagrado como resultado de la segunda muerte para todos los obradores de iniquidad (Cf. Ap 20,14). Satanás vive la separación radical a DIOS que es AMOR, y desgraciadamente puede atraer hacia sí a los que sienten un rechazo visceral por todo lo bueno, verdadero y bello. Satanás se complace en la mentira, la maldad y lo horrible, desarmónico y antiestético. Los sádicos, proxenetas criminales a sueldo o adoradores de Lucifer tienen difícil la opción por DIOS al que rechazan con todo ardor. No es que duden de su existencia, sino que no quieren vivir bajo su influencia amorosa.
La Puerta Estrecha
“Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque muchos querrán entrar y no podrán” (v.24) JESÚS encarece en el Sermón de la Montaña a entrar por la “Puerta Estrecha”, que en ese caso está indicando todo lo expuesto anteriormente: las bienaventuranzas, la reinterpretación de la Ley, la confianza incondicional en la Providencia Divina, la práctica de la oración, el ayuno y la limosna y la regla de oro del perdón a los hermanos para que DIOS establezca el perdón y la Misericordia sobre cada uno. La Nueva Alianza que se va a establecer en JESÚS requiere un comportamiento acorde con la Gracia y el Don de DIOS que se va a otorgar para alcanzar las exigencias propias del Reino de DIOS. Estas palabras están para ser oídas y puestas por obra, pues de lo contrario se construye sobre arena (Cf. Mt 7,24-27) y el edificio se derrumba ante la primera incidencia. Desde otro ángulo, las palabras del Sermón de la Montaña constituyen el yugo llevadero (Cf. Mt 11,30), que los discípulos de JESÚS deben aceptar con alegría y agradecimiento. No obstante la debilidad de la condición humana es muy grande y es necesario desplegar un esfuerzo personal para entrar por la Puerta del Evangelio. La Puerta está abierta, pero en algún momento se cerrará y habrá quien se quede fuera.
Imposibilidad para entrar
DIOS tiene un único SALVADOR, su HIJO JESUCRISTO. Y JESÚS de Nazaret tiene un solo Evangelio y un solo sacrificio como Alianza Eterna, nueva y definitiva. La muerte cierra la puerta a esta vida en lo personal, y la Parusía cierra la puerta a todo el género humano en este mundo. El fin de la historia se producirá en el momento en el que el CREADOR haya dispuesto que todo ha llegado a su punto final. La Salvación se dirige en esta parábola hacia la vertiente personal y la Puerta será franqueada por aquellos marcados por el Evangelio. “Os digo que muchos pretenderán entrar y no podrán” (v.24), pues para el SEÑOR serán siempre muchos de los que habiéndole escuchado por las tierras de Palestina cerraron sus oídos al Evangelio. Con el cese de la predicación de JESÚS, para un buen número de judíos se cerró una puerta por la que no quisieron entrar: “vino a los suyos y no lo recibieron, pero a cuantos lo recibieron les dio poder para ser hijos de DIOS, si creen en su Nombre” (Cf. Jn 1,12). Todo el Evangelio cabe en un Nombre pronunciado con Amor: JESÚS. Si queremos le damos la extensión del ciego Bartimeo: “JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí” (Cf. Mc 10,47). Esa Puerta se abre con un Nombre, porque JESÚS es la Puerta: “YO SOY la Puerta” (Cf. Jn 10,9).
Las quejas de los falsos vecinos
“Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la Puerta os pondréis los que estéis fuera a decir: SEÑOR ábrenos; y os responderán: no sé de dónde sois. Entonces empezaréis a decir, hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. Y os volverá a decir: retiraos de MÍ obradores de injusticia” (v.25-27). Sobrecoge la escena que deriva del rechazo inicial y frontal a JESÚS y su Evangelio. La Puerta se va a cerrar y no valdrán influencias o cartas de recomendación más que la sinceridad de corazón. Aquellos encontrarán el resultado de la hipocresía que se volvió injusticia en la mayoría de las ocasiones: apartaos de MÍ obradores de iniquidad, o de injusticia. Se presentan ante JESÚS sin una verdadera conversión: aquellos no están arrepentidos de sus fechorías, y piensan en la Salvación como negocio sucio en el que pueden convencer por el halago y la falsedad: “hemos comido contigo, TÚ te has sentado a nuestra mesa” y siguen con el misma doblez con la que observaban a JESÚS para poder acusarlo con falsedad (Cf. Lc 14,1ss). Claro, ellos los magnánimos fueron los que dieron a JESÚS la oportunidad de predicar en sus plazas y fueron testigos de sus curaciones y milagros, y retorcidamente decían que estaba poseído por Satanás (Cf. Lc 11,15; Jn 7,20). Sin convertirse se presentan llamando a la puerta para que con toda su hipocresía les permita entrar en la bienaventuranza y eso no es posible, porque no han querido convertirse y están faltos de cualquier gesto de verdadera humildad pues nunca la han ejercitado. En esa tesitura de ánimo es imposible que la Puerta se pueda abrir, pues ellos mismos con su hipocresía la siguen cerrando.
Una distancia infinita
“Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob, y todos los profetas en el Reino de DIOS, y a vosotros os echan fuera” (v.28) Como en la parábola del rico y el pobre Lazaro (Cf. Lc 16,19ss). La distancia entre unos y otros es absolutamente infranqueable. Tendrán ocasión de volver sobre ellos mismos para considerar las tergiversaciones de las Escrituras con el fin de condenar al MESÍAS, pues allí en el Reino verán a los profetas junto con los patriarcas, a los que ellos acuden para justificarse en sus tradiciones, que en el fondo no son otra cosa que tradiciones humanas para su provecho personal. Verán con profundo dolor o rabia –rechinar de dientes- que los profetas y los patriarcas no los avalan y están dejados a sus suerte. La descripción que realiza JESÚS de su destino final no puede ser más pesimista; pero ellos están a tiempo de corregir su trayectoria y discernir su conciencia y actuación con respecto a JESÚS.
Cumplimiento de la profecía de Isaías
“Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de DIOS. Hay últimos que serán primeros; y primeros que serán últimos” (v.29-30) El Judaísmo no percibió la necesidad de universalizar su Fe, aunque el monoteísmo que profesa era motivo suficiente para extender la religión de YAHVEH por todos los rincones del orbe. El Cristianismo se despoja de la pesada armadura de una legislación religiosa y social que para nada servía a la causa del Reino de los Cielos. Los judíos en su mayoría no vieron la gran oportunidad que se ofrecía para el desarrollo de su vocación universal, y tampoco percibieron el cumplimiento de las promesas mesiánicas que estaban hablando de JESÚS como el ENVIADO del PADRE. Las transformaciones que necesitaba el hombre particular y la humanidad en su conjunto no podían venir por la actuación de un mesías líder político. Alguien muy superior a un jefe del pueblo tenía que surgir para llevar a término los planes de DIOS. En general esas consideraciones no se dieron y las consecuencias son conocidas.
Carta a los Hebreos 12,5-7,11-13
La santidad es un atributo propio de DIOS. Para resaltar la máxima santidad de DIOS la Escritura la menciona por tres veces cuando es cantada por los Ángeles (Cf. Is 6,3). La santidad, perfección o trascendencia es propia de DIOS y sus hijos la vivimos por participación. Nosotros, sus hijos, tenemos en DIOS nuestra meta y modelo y san Pablo lo expresa así: “he combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la Fe” (Cf. 2Tm 4,7). Estamos en esta existencia para perfeccionarnos en ella conforme al modelo que es CRISTO, que nos dejó todo lo necesario para el crecimiento espiritual. Hoy la carta a los Hebreos nos habla de la corrección que el padre aplica en beneficio del hijo. JESÚS, en la alegoría de “La Vid y los sarmientos” (Jn 15), dice que el PADRE es el viñador que poda los sarmientos para que den más fruto (Cf. Jn 15,1-2). Sobra vanagloria, indiferencia, vulgaridad o doblez; y tantas otras cosas que pasan desapercibidas a la propia consideración. Bien dice el salmista: “absuélveme de lo que se me oculta” (Cf. Slm 19,12). Las purificaciones pasivas, de las que nos habla san Juan de la Cruz pueden suministrar el antídoto contra las zonas impredecibles de nuestra alma, y en cierta medida dichas purificaciones llegan por la vía de la corrección divina. La purificación pasiva viene por la vía del dolor y el sufrimiento que no calculamos ni entendemos, pero se acepta como algo que cae dentro de la Divina Providencia. Así aceptado el dolor y el sufrimiento de la corrección resulta un acto profundamente transformador. También JESÚS vivió ese momento sin merecerlo, pero con el carácter vicario de toda su entrega: “DIOS mío DIOS mío, ¿por qué me has abandonado? (Cf. Mc 15,34).
DIOS corrige como buen PADRE
“Hijo mío no menosprecies la corrección del SEÑOR, ni te desanimes al ser reprendido por ÉL; pues a quien ama el SEÑOR lo corrige” (v.5-6). En otro Salmo la Escritura dice: “DIOS hiere y venda la herida” (Cf. Jb 5,18). “Hunde hasta el abismo y levanta” (Cf. 1Sm 2,6). Parte de la Cruz de la que habló JESÚS para seguirlo está en las noches oscuras por las que el discípulo transita y amanecer a una renovación espiritual. DIOS conoce los tiempos y los ritmos de cada persona, y ningún seguidor de JESÚS se queda sin vivir este modo de proceder por parte de DIOS. Pero advirtamos que, si alguien pensase: no trae cuentas seguir al SEÑOR si nos tiene preparada una batería de pruebas difíciles. En todo momento, DIOS concede las fuerzas para soportar la carga: “mi carga es llevadera” (Cf. Mt 11,30), cosa que no ocurre cuando se vive fuera del campo de influencia del SEÑOR. No existe en este mundo la vida permanentemente feliz; a lo sumo encontramos oasis en medio de desiertos.
Ascesis
“Ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa, pero luego produce fruto de justicia a los ejercitados en ella” (v.11). Los últimos años de muchas personas constituyen un verdadero proceso de transformación espiritual que se va produciendo por un declive natural de las facultades ante la incomprensión propia y de los familiares. Para muchos hoy, obcecados por el eslogan de la “calidad de vida” a todo trance, desconocen ya el sentido cristiano del sufrimiento que prepara a la persona para la vida eterna, sin dejar de atraer frutos espirituales a los familiares que acompañan o cuidan al anciano, enfermo y decrépito. La promesa de bendición dada a los que respetan y cuidan a los padres, o mayores, en su ancianidad, se cumple plenamente en el caso del acompañamiento a los ancianos. No es la calidad de vida lo que debe importar en primer término al cristiano, sino cuánto importa esa vida para DIOS, o que función desempeña esa vida tan limitada dentro del Plan de DIOS. La mayor parte de las correcciones por parte de DIOS nos vienen por los mismos procesos de enfermedad y limitación que nuestro organismo va sufriendo.
Mientras hay tiempo
“Enderezad los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, y más bien se cure” (v.13). El camino cristiano incluye el descanso en el SEÑOR para reponer las fuerzas que nos permitan proseguir la andadura; al igual que Elías cansado y abatido se para y es asistido por el Ángel que lo provee de alimento para continuar (Cf. 1Re 19,5-8). La pereza personal y el hedonismo que nos hace tender sin límites hacia la disipación placentera, reclamados por toda clase de estímulos externos, hacen que los riesgos de encaminarnos por sendas al margen de lo propiamente cristiano sea algo más que una posibilidad. El estilo de vida cristiano entre nosotros está casi desaparecido, aunque haya un buen número de bautizados y la mayoría de las personas tengan creencias. No es igual la vida basada en las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, que en la indefinición de las creencias, que pueden hacer aparentemente compatibles las cosas más dispares. El estilo de vida cristiano no puede prescindir del estilo de vida de la comunidad cristiana acreditada: parroquia, movimiento o comunidad religiosa.