San Francisco de Asís enseñó acerca del extraordinario amor a Dios que profesa, incluso, la más pequeña de las criaturas, y habló sobre la maravillosa humildad de Dios, que eligió nacer en la pobreza.
Cuando se habla de pobreza franciscana a la que hizo alusión AMLO en tan solo un discurso, con una bandera de proselitismo, se habla de que la pobreza franciscana tiene como hermanas la humildad, la obediencia, la paciencia y la soledad. Al posicionarse ante la secuela evidente de los hermanos que descuella el campo de los valores, todavía se necesita poner en práctica la ley natural del desarrollo orgánico, es decir, la decisión por el alcance de la pobreza y la autoridad, además del desapego por los bienes terrenales, pero también es necesario desnudarnos al interior de nosotros mismos con el consiguiente estilo de vida, por ello, estamos muy lejos de alcanzarlo y reitero que su mención fue solo parte de un discurso para ondear la bandera de la austeridad y pobreza franciscana a favor de su emisor.
Comencemos tratándonos fraternalmente; en los últimos años han desaparecido numerosas personas en nuestro país, éste ha sido un fenómeno doloroso y de gran complejidad, difícil de analizar y fácil de juzgar.
Dejarse conducir por comentarios de diferentes medios y corrientes políticas sin previo análisis trae como consecuencia la reducción de la convivencia armónica y, así, dejamos de vernos como ciudadanos fraternos y nos reducimos a simples grupos, en lugar de ampliar la visión fraternal.
La discordia y el egoísmo se van apoderando de los grupos y, entre las diversas causas que motivan esta situación, en mi opinión, se encuentra el haber perdido de vista la naturaleza de la fraternidad y del servicio. Para hacer un mundo fraterno no basta con el discurso o el deseo de lograrlo, es conveniente pasar más allá de las querellas individuales y ponerse al servicio de los demás.
Tenemos el deber de respetar, dialogar, conciliar y tomar acuerdos con un fin común, pues en muchos momentos no se tiene la menor consideración del otro. ¿Qué decir de las personas más alejadas y divididas por el odio riguroso? ¿caminarán de acuerdo algún día? Si reconocemos que reconciliados, entre todos, se puede recobrar la paz y la unidad el sueño de la fraternidad universal, ésta se convertiría en una realidad, por muy imperfectos que seamos.
Cada uno debe ejercitarse en el “más pequeño”, en el necesitado, pues en muchas ocasiones esta necesidad no solo se da en lo material, sino también en lo afectivo, en la aceptación y en la delicadeza para dar una oportunidad y confianza.
La fraternidad se practica, en primer lugar, en el seno de la familia. Esta “filadelfia”, amor fraternal de hermanos, no tiene nada de platónico, pues si se trata de alcanzar a todos los hombres, se comienza a ejercer en el interior de la familia; no obstante, la familia no se realiza perfectamente aquí en la Tierra, pero es nuestra maestra para dar indicios concretos sobre la fraternidad que se convierte en un amor fraternal.
La familia, en tanto, es la escuela en donde se adiestra a los futuros ciudadanos con tintes fraternales, los cuales permean en todos los ámbitos y, así, se va construyendo la gran fraternidad universal.
No nos dejemos llevar por las corrientes doctrinales que mezclan la creencia cristiana con elementos de la tradición religiosa y con la política, como es el caso del gnosticismo y de la masonería, ya que pretenden envolvernos con postulados del pensamiento filosófico y de religión al mismo tiempo.
Por RUAN ÁNGEL BADILLO.