El discípulo de Cristo camina siguiéndolo y así se convierte en discípulo del Camino, dice Francisco

ACN
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Texto de la alocución del Papa este domingo.
El signo (…) indica palabras improvisadas.
 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 25-37). Al fondo, el camino que desciende de Jerusalén a Jericó, en el que yace un hombre asesinado a golpes y asaltado por bandidos. A cura que pasa lo ves pero si aguanta, pasa; lo mismo hace una levita, es decir, un adorador en el templo. “A cambio, un samaritano -dice el Evangelio- que iba de viaje, al pasar junto a él, lo vio y se compadeció de él” (v. 33). (…)El evangelista está dispuesto a señalar que estaba de viaje. Por eso, ese Samaritan, a pesar de tener sus planes y estar dirigido a meta lejana, no encuentra excusas y se deja cuestionar por lo que sucede en el camino.Pensemos en ello: ¿No nos enseña el Señor a hacer precisamente eso? Mirar hacia adelante, hacia la meta final, prestando mucha atención a los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar allí.
Es significativo que los primeros cristianos sean llamados «discípulos del Camino» (cf. Hch 9, 2). De hecho, el creyente es muy parecido al samaritano: como está de viaje, es un viajero. Sabe que no es una persona que ha «llegado», sino que quiere aprender cada día, siguiendo al Señor Jesús, que dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). El discípulo de Cristo camina siguiéndolo, y así se convierte en «discípulo del Camino».Va tras el Señor, que no es sedentario, sino siempre en movimiento: en el camino se encuentra con personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades. (…)

El «discípulo del Camino» ve, pues, que su modo de pensar y de actuar está cambiando paulatinamente, haciéndose cada vez más coherente con el del Maestro. Siguiendo las huellas de Cristo, se hace viajero y aprende, como el samaritano, a ver ya tener compasión. Ante todo ve: abre los ojos a la realidad, no se cierra egoístamente en el círculo de sus propios pensamientos. A cambio, el sacerdote y el levita come a la víctima, pero es como si no la vieran, pasan de largo. El Evangelio nos educa a ver: nos guía a cada uno a comprender correctamente la realidad, superando día tras día preconceptos y dogmatismos. (…)Y luego Seguir a Jesús nos enseña a tener compasión: a estar atentos a los demás, especialmente a los que sufren, a los que más lo necesitan. E intervenir como el samaritano. (…)

Ante esta parábola evangélica, puede ocurrir culparse or culparse a uno mismo, señalar con el dedo a los demás comparándolos con el sacerdote y el levita, or culparse enumerating la falta de atención al prójimo.
Pero me gustaría sugerir otro tipo de ejercicio. (…) Por supuesto, debemos reconocer cuando hemos sido indiferentes y justificados, pero no nos quedemos ahí. Pidamos al Señor que nos saque de nuestra indiferencia egoísta y nos pongamos en el Camino. Pidámosle que vea y tenga compasión (…) de los que encontramos en el camino, especialmente de los que sufren y están en necesidad, para que se acerque y haga lo que podamos para echar una mano. (…)

Que la Virgen María nos acompañe en este camino de crecimiento. Ella, que «nos muestra el Camino», que es Jesús, nos ayuda también a ser cada vez más «discípulos del Camino».
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