Si una imagen vale más que mil palabras, el valor de las 400 fotografías recopiladas en Inspirados por Satanás (San Román) es incalculable. Especialmente si se quiere comprender la persecución religiosa en España (1931-1939), investigada por el sacerdote, autor del libro y bloguero de Religión en Libertad Jorge López Teulón durante más de 20 años.
Se trata del primer estudio sistemático que se ha realizado sobre cómo esta persecución se plasmó en «el martirio de las cosas» sagradas. Entre ellas, templos, reliquias y monumentos. Pero también expresa, con total claridad, cómo el ensañamiento hacia el arte y mobiliario religioso solo pudo ser fruto de un profundo odio con oscuros orígenes.
Y es que fueron muchos los motivos que esgrimieron los perseguidores para desatar la mayor persecución de la historia sobre la Iglesia, religiosos y religiosas. Las acusaciones, la colaboración con «un régimen faccioso» o la explotación de los trabajadores fueron algunos de los motivos que, aun siendo un mero pretexto, podían explicar esta persecución.
Pero, ¿cómo se puede explicar el fusilamiento de Cristos y vírgenes o la profanación de cadáveres en descomposición de religiosas? Para el doctor en Historia contemporánea y editor Javier Paredes, el «martirio de las cosas» es un fenómeno incomprensible si no es con la intención de «erradicar a la Iglesia».
Algo en lo que coincide el mismo Teulón en Inspirados por Satanas, un libro que no pretende mostrar solo «la pérdida de patrimonio de nuestras iglesias», sino también «repetir hasta la saciedad que el marxismo quiso que la Iglesia desapareciese de España«.
De entre los cientos de casos expuestos en este ensayo, recopilamos cuatro de los martirios, fusilamientos y destrozos de los Cristos más representativos de la persecución:
1º El martirio del Cristo de Mena «de la Buena Muerte»
Posiblemente el Cristo de la Buena Muerte de Francisco de Palma es uno de los más conocidos de la imaginería religiosa en España por la popular procesión legionaria realizada cada año en Málaga. Un Cristo que, realmente, está basado en el que realizó el escultor Pedro de Mena a mediados del siglo XVII.
El auténtico Cristo de la Buena Muerte se encontraba en la iglesia del convento de Santo Domingo del Real, fundado en 1494 y duramente afectado por los ataques de la invasión francesa, las desamortizaciones y finalmente, los ataques de 1931.
Una noche, de madrugada, un grupo de asaltantes invadió la iglesia de Santo Domingo y prendieron fuego a los altares, el coro y la sacristía. Uno de ellos entró en la capilla del Cristo de Mena, al que «empezó a flagelar», según presenció el escultor Francisco de Palma García, que acudió a la iglesia para intentar salvar al Cristo. Enzarzado con el atacante, García solo pudo salvar una pierna de la talla que se desprendió en el forcejeo, antes de que el templo ardiese por completo.
Mucho se ha especulado en torno a la posible salvación del Cristo de Pedro de Mena, algo que tanto Teulón como otros especialistas descartan por completo tras profundas investigaciones. «Los datos documentales que se han podido recabar, avalan la tesis de la destrucción de la imagen», explica. «El Cristo de Mena, que se creía salvado, se quemó luego. Han aparecido los carbones. Palma salvó una pierna y mi sobrino tiene un pie casi carbonizado», confirmó el académico Narciso Díaz Escobar en mayo de 1931.
2º El fusilamiento del Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles
El del Cerro de los Ángeles es uno de los martirios de las cosas sagradas más conocidos y documentados.
Ocurrió el 28 de julio de 1936, cuando un pelotón de anarquistas fusiló ante las cámaras el monumento al Sagrado Corazón, erigido el 30 de mayo de 1919, con la intención de «asesinar a Dios«. No contentos con ello, trataron de demoler el monumento en varias ocasiones hasta que, en el quinto intento, la imagen cayó gracias a «una pericia desconocida sabiendo que el patrón ahora era el diablo». «Ya cayó el barbudo«, celebraron los atacantes.
Teulón relata «las vejaciones» a las que se sometieron los restos al ser finalmente derribado. La cabeza de Cristo fue martilleada hasta resultar irreconocible; el corazón fue empleado cómo blanco de tiro -sin ser alcanzado por ninguna bala- y de la inscripción «Reino en España» solo quedó el «No». «Las cabezas -de los arcángeles y santos- siguieron sufriendo ataques y castigos, como blancos de tiro u objetos de mofa sin otro sentido que la blasfemia«, relata el sacerdote.
3º La deportación del Cristo de Medinaceli
El Cristo de Medinaceli es otro claro vestigio de la persecución dada en España a lo largo de toda su historia. En su caso, la talla que se cree realizada por Juan de Mesa en el siglo XVII fue primero profanada y «apresada por los moros» en 1681 hasta que fue recuperada por los monjes trinitarios un año después.
Fray Antonio de la Mata, residente en la iglesia donde se encontraba la imagen en 1936, la escondió en una caja de madera hasta que fue descubierta por el batallón de milicianos «Margarita Nelken«.
Al ser descubierto, la criminal socialista que daba nombre al batallón firmó el «acta de deportación» del Cristo a Valencia, luego a Cataluña y finalmente a Francia y Ginebra, junto con obras de Velazquez, El Greco, Goya o Murillo, entre otros. Finalizada la Guerra Civil, la imagen pudo ser rescatada por el capuchino Laureano de las Muñecas.
4º El martirio del Cristo de Urda
La imagen del Cristo de Urda, en Toledo, fue otra de las que sufrieron una mayor devastación, lo que lleva a López Teulón a referirse al trato recibido durante la persecución religiosa como un «martirio».
Esta imagen, finalizada por el imaginero Luis de Villoldo en 1596, se encontraba en la ermita de la localidad toledana, donde era venerada por una multitud de fieles y devotos. Según se recoge de una de sus últimas procesiones en septiembre de 1935, este fue «un acto apoteósico, digno de ser presenciado por propios y extraños, algo que habla muy alto en pro de los acendrados sentimientos religiosos del pueblo».
Debido a la gran resonancia que el Cristo tenía en Urda, no tardó en ser un claro objetivo de los milicianos tras el estallido de la Guerra Civil.
A finales de 1936, la imagen fue derribada desde el camarín para caer al suelo. Los restos de la Sagrada Imagen, posteriormente fueron cargados en un vehículo y tirados a una de las canteras existentes en esta Villa. Acto seguido, un cantero y vecino de esta localidad recogió los restos en un saco durante la noche y en combinación con un mecánico llamado “el Alemán”, por ser esa su nacionalidad, los escondieron en el falso techo de su taller, guardando el secreto durante toda la contienda.
En el año 1939, acabada la Guerra Civil, las personas antes mencionadas entregaron dicho saco con los restos de la Sagrada Imagen a la Junta de la Real Archicofradía, siendo enviados éstos a un taller de Imaginería religiosa a Valencia. Al poco tiempo y una vez restaurada, quedaba la Sagrada Imagen con la misma expresión que había tenido anteriormente.
El día 18 de agosto de 1939 de nuevo es colocada en su camarín, ya restaurada, donde permanece abierta al culto hasta la fecha.
José María Carrera.
30 mayo 2022.
ReL.