Saberes y sabores: La inteligencia, voluntad y libertad

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Un antídoto ante el adoctrinamiento del gobierno en las mañaneras es, sin duda, ejercer el derecho que tenemos de la inteligencia, la voluntad y la libertad, porque éstos actúan siempre juntos.

 

En consecuencia, la inteligencia hace que el hombre descubra un bien, algo bueno. La voluntad mueve al hombre para buscar y conseguir ese bien descubierto por la inteligencia. Por ende, la libertad le permite al hombre decidir si se mueve o no se mueve con su voluntad para alcanzar el bien que ha descubierto la inteligencia, pues se debe tener presente que la voluntad del ser humano es libre. El hombre puede elegir actuar en contra de algunos datos ofrecidos por su inteligencia.

 

Distinguir por medio del intelecto entre una o varias cosas, lo bueno, lo verdadero, lo que conviene, lo que es perfecto y lo que no lo es, consta de todo un ejercicio operativo, el cual conlleva a tomar decisiones y, por ende, a activar la voluntad con plena libertad.

La persona cuenta con cualidades que la hacen superior al resto de las criaturas, por ejemplo, la inteligencia, que es la facultad que permite aprender, entender, razonar, así como tomar una idea de la realidad.

La inteligencia se ha definido de muchas maneras, por ejemplo, puede ser la capacidad lógica, de comprensión, de pensamiento crítico y de resolución de problemas.

La inteligencia y la voluntad juegan un papel clave en la vida del ser humano, ya que son las facultades más específicas de la persona, y éstas modulan lo mejor de la vida. Por ello, la inteligencia y la voluntad están en el núcleo de los actos humanos.

La voluntad es la fuerza que moviliza nuestras acciones hacia un objeto u objetivo. Estoy convencido de que esta fuerza sostiene la conducta deseada y permite insistir hasta ver materializado el objetivo. Dicho en otras palabras, es la entereza, la tenacidad y la insistencia “sin capricho alguno”, más bien con una determinación sana.

Las personas con fuerza de voluntad son capaces de tomar y sostener decisiones de manera voluntaria y firme, sin demasiados titubeos o arrepentimientos, sin flaquear ni desistir antes de lograr su cometido, siempre y cuando su decisión esté en el rango del bien, de lo justo, de lo verdadero, de lo razonable y de lo bondadoso.

La voluntad es un elemento fundamental en las reflexiones filosóficas de la humanidad. Platón hablaba de ella como la sede de la responsabilidad individual. Por su parte, Aristóteles relacionó la voluntad con la ética y la virtud.

 

Los sabios buscaban y reunían las reglas que aseguran la buena dirección de la vida; lo cierto es que toda inteligencia y sabiduría viene de Dios. Él, en su bondad, nos ha dado ya la fuente de donde brota todo conocimiento. Sin embargo, el gran reto se presenta en cómo hacer su voluntad. La voluntad de Dios con nosotros es gracia, paciencia, buena conducta según su beneplácito. Ésta se da cuando hay comunión de voluntades, un acuerdo entre la gracia y libertad. La inteligencia, la voluntad y la libertad actúan siempre juntas, por ello, es preciso distinguir lo que se nos comunica entre los hombres de lo verdadero.

 

 

RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS

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