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Perdió a su madre cuando tenía 5 años. Más tarde estudió arquitectura.
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Dios era más bien una ocupación entre el fútbol, la universidad y los amigos.
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En Eindhoven se dio cuenta de que no podía ser cristiano sólo los domingos.
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Ahora se dedica a la agricultura y es el orgulloso padre de una familia numerosa.
Nací en Oporto en una familia como muchas otras. No me faltaba nada, a excepción de mi madre, que murió cuando yo tenía cinco años.
Aunque fui a escuelas católicas, no había ninguna práctica cristiana en mi familia. Sólo íbamos a las bodas, bautizos y misas que mi abuela ofrecía por el alma de mi madre.
Oporto, Fátima, la arquitectura y el club juvenil Vega
Las enseñanzas sobre la vida de Jesús me fueron transmitidas principalmente en la escuela dominical y por la maestra de primaria, Sor Graça David, en el Externato de Santa Joana en Ermesinde.
Recuerdo que me impresionó especialmente la explicación del mensaje de Fátima, cuando tenía 7 u 8 años. La idea de tener una madre en el cielo, que ama a los niños de manera especial y les enseña a dar sentido al sufrimiento, ofreciéndolo por todo el mundo, fue muy importante para mí.
Mi padre quería que fuera ingeniero, pero a mí se me metió en la cabeza la arquitectura. Me gustaba el dibujo, la historia del arte y el diseño con sus texturas, patrones y colores.
Salía por la noche siempre que podía. Mi padre no me imponía grandes reglas pero me exigía que cumpliera con mis deberes en casa y en la escuela. Siempre me dio una gran libertad con una buena dosis de responsabilidad, bajo la pena de un castigo dado en el momento oportuno, cuando mi rebeldía hablaba más fuerte…
Viví toda mi juventud en Oporto, entre Amial, Foz y Boavista. A los 15 años empecé a asistir a un club de chicos del Opus Dei. El club juvenil Vega tenía una buena sala de estudio y muchas actividades al aire libre, acampadas y partidos de rugby en la playa. Había un ambiente de mucho nivel intelectual que me sedujo. Hablábamos de arte, filosofía, historia, música y también de fútbol, todo ello con una buena dosis de humor y diversión.
En ese club juvenil aprendí a rezar, porque en mi casa no se rezaba. Empecé a leer el Evangelio y a hablar con Dios de forma personal y comprometida. También comencé a ir a misa los domingos y a veces entre semana.
El papel secundario de Dios
Hasta los 17 años me confesaba regularmente. Pero entonces decidí poner a Dios en un plano secundario de amistad, como si fuera una especie de conocido, un amigo de otro tiempo… Las amistades del colegio, el ordenador y los partidos de fútbol sala se hicieron más importantes que Él. A los 17 años tuve mi primera novia pero a los dos meses rompí con ella porque pensé que esa relación no tendría futuro.
A los 18 años fui a la Universidad de Minho, en Guimarães, para estudiar arquitectura. Vivía solo, una excelente oportunidad para dar alas a la libertad que había ido conquistando. Dios seguía jugando un papel secundario, pero al menos iba a misa los domingos y me confesaba de vez en cuando.
A los 21 años solicité el programa Erasmus para estudiar el cuarto curso de arquitectura en otra universidad. Brasil era mi preferencia, pero por suerte solo había una vacante en los Países Bajos. Tendría que ir solo, ¡en contra de lo que quería!
Meses antes de irme a Holanda me reencontré con mi primera novia, y reactivamos la relación que habíamos tenido cuatro años antes. Sabía que el tiempo que pasaríamos separados sería un gran desafío. Le dije: ¡Raquel si cuando vuelva de Holanda seguimos saliendo es señal de que nos vamos a casar!
Algo más que un cristiano de domingo
En los Países Bajos, en la ciudad de Eindhoven, algo me hizo buscar una iglesia católica. Allí comenzó un proceso de reconexión con Dios, con un compromiso diferente. En un país extraño, sin mis amigos, Dios era el único Amigo al que podía recurrir.
Entonces me di cuenta de que no podía seguir siendo un cristiano de domingo, no podía dar un testimonio a medias cuando me preguntaban por mi fe en la universidad. Me di cuenta de que Dios tenía muy pocos amigos, ¡y en Holanda esa constatación me pareció más fuerte!
Ese paso fue definitivo. Sentí la presencia de Dios de una manera que nunca antes había sentido. Y empecé a hablar con Él durante el día y a confiarle todo mi trabajo.
Voví a acudir a misa todas las semanas en holandés, y busqué a Rafael, un portugués que vivía en Utrecht, que me puso de nuevo en contacto con los medios de formación del Opus Dei. Mientras en Oporto tenía un centro del Opus Dei casi en la puerta de mi casa en Oporto, en Holanda debía recorrer muchos kilómetros en bicicleta y en tren, con viajes quincenales a Utrecht y Ámsterdam.
Esto me fortaleció en la decisión de ser un verdadero amigo de Dios. Al final del Erasmus tenía claro que al volver a Portugal me entregaría a Dios, y este camino me llevaría a entregarme totalmente a Él en el Opus Dei, integrando a Dios en mi vida como ¡un arquitecto! Pero, me preguntaba, ¿cuál era mi camino dentro del Opus Dei?
Tras nueve meses en la Technisch Universiteit de Eindhoven volví a Oporto. Corría el año 2006. Mi noviazgo con Raquel había sobrevivido a la prueba de estar lejos. Además, mientras yo estaba en Países Bajos, ella también acudió a un centro del Opus Dei en Oporto, por sugerencia mía. Empezó a tener formación religiosa y a tomarse en serio su fe. Y esto nos unió aún más.
Mis amigos de último curso de Arquitectura de Guimarães se sorprendieron de mi cambio espiritual, al verme acudir a misa todos los días y al hablar con ellos sobre Dios.
¡Usa tu libertad!
Al principio de ese año escolar me enteré de que había un curso de retiro para universitarios. Tenía muchas ganas de ir, y le dije a Dios: ¡Ahora es el momento de mostrarme lo que quieres de mí! Me inscribí en el retiro que duró desde el jueves por la tarde hasta el domingo. Pregunté durante todo el día: Señor ¿qué quieres de mí, sabes que estoy dispuesto a dar toda mi vida. ¿Qué quieres de mí?
El tercer día del retiro, el domingo, después de una enorme insistencia y cuando parecía encontrar solo oscuridad y silencio por parte de Dios escuché con una suave voz en mi conciencia: ¡Usa tu libertad! ¡Era para mí la respuesta, ¡era para mí la luz! El peso que había cargado durante meses había desaparecido. Ahora sabía que Dios me quería libre y elegí libremente ser supernumerario, formar una familia, ser marido y padre, si Él lo permitía.
Qué maravilloso es un Padre que nos creó libres y que hizo coincidir nuestra libertad con su Providencia. ¡Qué gran misterio y qué gran gracia!
Desde entonces, su mano nos ha guiado. ¡Primero fue el matrimonio con Raquel, en 2010, luego un trabajo mínimamente estable para ambos y poco después llegaron los hijos: María en 2011 y luego Clara en 2012.
Un cambio de trabajo para conciliar
Mi trabajo por aquella época era intenso. Cuando Raquel estaba embarazada de Clara me di cuenta de que pasaba tres horas al día con María durante la semana… ¡y era tan pequeña!
Empecé a pedirle a Dios y particularmente a través de la Virgen que me permitiera tener otro trabajo que me permitiera pasar más tiempo con mi hija pequeña. Recuerdo haber peregrinado con un buen amigo a la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, en Foz, pidiendo esa gracia del Cielo.
Y así fue. Sin muchas expectativas al principio, emprendí una empresa agrícola mientras trabajaba como arquitecto en Oporto. En 2013 dejé la empresa de arquitectura y me dediqué a tiempo completo a la agricultura.
Hoy exporto hierbas aromáticas secas y ecológicas a cinco países europeos. El reto ahora es desarrollar una cooperativa de productores para conseguir aumentar la cuota de mercado. Nuestra misión se basa en la responsabilidad social y medioambiental.
Mientras tanto nacieron Graça, Helena, Afonso, Isabel, Luísa de Guadalupe y Joaquim, por quienes pido sus oraciones, para que los padres sepamos criarlos con alegría y libertad.