Charles-Henri Bachelier, aficionado al mundo rural y director de revistas de caza y naturaleza, expone en su libro Los nuevos depredadores el rostro del ecologismo radical que, a través del veganismo y el antiespecismo, amenaza al hombre, al animal y al ecosistema. Adélaïde Barba le ha entrervistado en Valeurs Actuelles.
-En su prólogo, usted explica ampliamente que es un hijo de la ciudad y del campo. ¿Es esto una ventaja para entender los problemas ecológicos?
-Tengo una doble cultura y un doble apego que me viene de nacimiento. Mi padre, un empresario relativamente poderoso del mundo rural, supo mantener sus raíces. Conozco perfectamente ambos mundos. En un momento en que la Francia rural se siente despreciada, considero que mi formación en el campo y en la ciudad es una inmensa ventaja.
»Graduado en una de las mejores escuelas de negocios, ex banquero de inversiones y empresario autónomo, también soy agricultor, cazador y pescador. Esta doble cultura me permite comprender mejor la vida rural.
»Siento una verdadera rabia contra la intelectualidad parisina que rechaza esta parte del territorio. La actitud indiferente hacia el mundo rural de los metropolitanos y urbanitas superdiplomados tiene consecuencias políticas: Valérie Pécresse obtiene un 4% de votos cuando Marine Le Pen lidera en 22.000 municipios. El Partido Verde solo ha obtenido un 1% en las zonas rurales. Estas dos Francias deben reconciliarse definitivamente y dejar de darse la espalda.
-¿No es el ecologismo radical el que, en nombre del antiespecismo y para, supuestamente, «defender los animales», está librando la batalla equivocada?
-Para preservar el medioambiente, la sostenibilidad de nuestras acciones es fundamental. No hace falta ser un estudiante de posgrado o un médico para entender que el consumo excesivo de recursos conduce a su agotamiento. Este adagio campesino es cierto: «Si quieres huevos en primavera, no te comas todas las gallinas en invierno». La ecología, que debería ser el estudio de los entornos y de la interacción entre los seres, ganaría en eficacia si se centrase en la sostenibilidad de las acciones que, en parte, se basa en la reciclabilidad de todo. Se trata de un tema real que, por desgracia, se está metiendo debajo de la alfombra.
»Estigmatizar a quienes consumen animales no ayuda a la ecología. En mi libro muestro que todos estos movimientos radicales tienen propuestas incoherentes y contradictorias. La reducción al absurdo permite destacar la incongruencia de su planteamiento: después de haber dicho que no debemos comer más animales, ¿qué hacemos? ¿Negociamos con todas las especies? ¿Hacemos un pacto con ellas? ¿No comemos nada? A diferencia de los animales, los seres humanos pueden recurrir a la policía y a la justicia. ¿Cómo sentamos en torno a una mesa a animales que son irracionales por naturaleza?
Antiespecistas, militantes veganos, ecologistas radicales… Son Los nuevos depredadores, según Charles-Henri Bachelier, quien denuncia que «amenazan a los hombres sin proteger a los animales».
»La otra incoherencia de la ecología radical se refiere al uso irremediable de productos químicos. De hecho, si dejamos de consumir animales, los campos serán más explotados. Esta sobreproducción llevará al uso de la química, que hace daño a la tierra.
-Su primer capítulo está dedicado al «vegetarianismo tranquilo» y al «radicalismo vegano». ¿Cómo se diferencian estas dos prácticas alimentarias?
-El vegetarianismo es una opción de estilo de vida respetable que consiste en excluir los productos animales (carne, pescado, huevos, miel, leche) de la dieta. A diferencia del antiespecista, el vegetariano no quiere imponer su estilo de vida a los demás. El antiespecismo difiere en que es totalitario. El animalismo es al antiespecismo lo que la república es a la democracia, es decir, una forma de aplicarlo. Este movimiento antiespecista busca constantemente chivos expiatorios. Muy aficionados a los neologismos para tratar de imponer sus puntos de vista, estos activistas nos llaman «especistas» o «carnistas».
»Al utilizar términos específicos como «sintiente», quieren demostrar que los animales son seres dotados de una pseudoconciencia. Esta visión es profundamente peligrosa, porque no solo hace un flaco favor al animal, sino que es insostenible. En este libro insisto en el totalitarismo antiespecista. Pero veo el ecologismo radical más ampliamente como un tentáculo del pulpo woke. En efecto, al cuestionar lo más elemental e indispensable para todos los pueblos, estos militantes hacen gala de un fascismo alimentario.
»Algunos van muy lejos, como David Olivier [activista antiespecista francés], que quiere que los grandes carnívoros salvajes sean veganos. ¿Qué sería del león sin el antílope? Abramos los ojos, porque este movimiento es perjudicial para los humanos, para los animales y para la convivencia.
-En su libro habla de la industria química, que permite a los veganos compensar sus carencias nutricionales. ¿Es otra contradicción de este movimiento radical, que consume productos que no son en absoluto ecológicos?
-De hecho, los veganos y vegetarianos necesitan tomar suplementos para poder hacer frente a la situación, ya que la vitamina B12 presente en la carne es indispensable para las transmisiones neurológicas. Estas personas están obligadas a tomar suplementos, pues de lo contrario su cuerpo no aguantaría.
»La paradoja está ahí: defienden la protección de las especies… pero no de la especie humana. La especie humana, que es omnívora, no está obligada a comer carne todos los días, pero necesita esta diversidad dietética para su fisiología. También en este caso, los veganos y vegetarianos utilizan intermediarios que no son naturales. Esto es un disparate ecológico, ya que tendrán que recurrir a una industria contaminante para producir lo que comemos.
-A pesar de los defectos de estos movimientos radicales, usted reconoce que el veganismo tiene la capacidad de «dar a veces la imagen de una perfecta coherencia». ¿Qué quiere decir con esto?
-¿Conoce a personas que quieran hacer daño a los animales de forma gratuita o destruir nuestro planeta en aras del entretenimiento? Si es así, es preocupante y deben estar en los tribunales… Todo el mundo quiere evitar o limitar el sufrimiento de los animales. Sí, algunas cosas tienen que cambiar, pero el veganismo es una pista falsa que distrae de los verdaderos problemas. El veganismo consiste en hacer que los humanos se sientan culpables. Si el planeta se está quemando, [dicen,] es porque los humanos modernos comen animales y los maltratan.
»Tomemos el ejemplo de los bovinos [, dicen]. Para alimentarlos, importamos soja, que provoca la deforestación del Amazonas. De esta forma, se destruye una trampa de carbono y además los alimentos atraviesan todo el planeta. Luego, una vez en nuestros campos y establos, las vacas contribuyen masivamente al calentamiento global debido a un sistema digestivo que genera mucho metano. Así que… ¡dejemos de comer vacas! Y dado que también sufrirían, como otros animales, en el proceso de cría, dejemos de comer animales de una vez por todas. Así que comamos vegetales o sustitutos de proteínas animales producidos en laboratorio.
»Podemos llegar a preguntarnos si los veganos tienen razón. En su propaganda, simplemente «olvidan» decir que su mundo está hecho de productos químicos en los campos, en los platos y en los complementos alimenticios. La ausencia de estiércol en los campos significa más fertilizantes químicos. Y, sobre todo, ocultan que los animales estarían en peligro inmediato de extinción si se les quitara su utilidad. Tanto si son salvajes como si están domesticados.
-En Zoópolis, su libro de 2011, Will Kymlicka y Sue Donaldson desarrollan una teoría política de los derechos de los animales. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
-El humanismo significa algo: la diferencia fundamental entre el hombre y el animal es que el hombre puede preguntarse por el destino del animal, lo contrario no es cierto. Un hombre con razón y conciencia puede incluso volver a la ley del más fuerte. ¿Cómo se puede establecer una democracia para los animales si solo conocen la ley del más fuerte? Los animales deben ser considerados en el lugar que les corresponde.
»Las personas que defienden este ecologismo radical tienen todo el interés en hacernos cambiar nuestro modelo de civilización en contra de los intereses de la naturaleza, de los animales y de los humanos. Todo es un delirio de poder prometeico unido a una codicia exagerada.
»Estos activistas pueden ser pocos, pero están formados y financiados. Así es como nos encontramos con L214, organización animalista apoyada desde mediados de la década de 2010 por el Open Philanthropy Project y financiada por Cari Tuna, esposa del cofundador de Facebook Dustin Moskovitz.
»Detrás de este Open Philanthropy Project están las fortunas digitales estadounidenses que, por un lado, invierten en sustitutos de proteínas animales de origen vegetal o en carne celular y, por otro, desgravan sus impuestos subvencionando a los activistas en nuestros países. Si se plantean la cuestión de la democracia animal, es porque hay un interés económico detrás.
Gilles Luneau lo denuncia en su libro Steak barbare, donde habla de una poderosa mafia. Los grandes nombres firman grandes cheques para estos proyectos delirantes, como [el multimillonario tecnológico francés] Xavier Niel.
En un juego de palabras con el steak tartare, el Steak bárbaro de Gilles Luneau describe la extensa red de empresas que han apostado por el negocio de la carne artificial y financian la ideología animalista.
-¿Existe el riesgo de que la cobertura mediática y la financiación de estos activistas alimenten un cambio antropológico en el que el animal se convierta en igual al hombre?
-Aunque confío en la inteligencia de la gente, me preocupa un poco este posible cambio y sus consecuencias para nuestro entorno y para el animal. En nuestro mundo, lo que no es útil desaparece. Si el animal salvaje ya no es útil, entonces ya no será conservado. Como ya no podremos vestir su cuero o su lana ni comer sus huevos o su leche, el animal doméstico acabará desapareciendo. Así que me preocupan más los animales que las personas.
»Sin embargo, creo que Occidente no está preparado para ese cambio. Los franceses consumieron un 8% más de queso el año pasado, ¡así que estamos lejos de una ruptura antropológica! Por otro lado, los antiespecistas y los animalistas tienen una audiencia mediática que no es en absoluto proporcional a su número. Son muy buenos en este tipo de cosas. Estuve en el Salón de la Caza el domingo 27 de marzo. Frente al lugar se celebró una manifestación convocada por el Partido Animalista. Ese día, éramos 13.000 amantes de la caza, los manifestantes eran solo 15…
Del 25 al 28 de marzo tuvo lugar en Mantes-La-Jolie el 24º Salón de la Caza francés. Por la feria pasaron 40.000 personas. A sus puertas protestaba una docena de animalistas. Pero fueron éstos quienes recibieron la preferencia mediática.
-La caza es precisamente el objetivo de ciertos grupos de presión. ¿No es la crítica a la caza un reflejo de una sociedad que abandona su patrimonio y sus formas de vida tradicionales?
–Barbara Pompili [ministra francesa de Medio Ambiente] cometió un gran error al decir que la caza era una actividad de ocio. La caza es una forma de concebir la existencia y la relación con el mundo; es una cultura. Ya no compro carne en una carnicería. Cazo, mato y como. Dedico mucho tiempo a preservar el medioambiente para que sea favorable a los animales. Quiero que se deje en paz a los cazadores por varias razones. En primer lugar, porque la caza es un modo de vida que promueve la interacción social y, en segundo lugar, porque es sostenible y virtuosa.
-¿En qué se contradicen el antiespecismo, el veganismo y también el movimiento contra la caza con las necesidades existenciales de la especie humana?
-Somos hombres modernos, hijos de cazadores y criadores. Si nos hemos enderezado y nuestro cerebro se ha desarrollado, es porque hemos tenido acceso a las proteínas animales. Nos coordinamos a través de la caza. Luego, de forma natural, llegó la cría de animales. El cazador-recolector nómada se convirtió en criador. Desde que hubo caza, la pregunta decisiva «¿cómo vamos a sobrevivir?» dejó de plantearse. Es importante volver a este punto, porque no debemos olvidar que somos hijos de estos hombres modernos del Neolítico.
»Los deconstructores de nuestro tiempo quieren que nuestra civilización muera. El movimiento anti-caza, que se cree mayoritario cuando es minoritario, ataca de forma muy violenta a la ganadería, como hacen los veganos y los animalistas. Este desafío brutal es contrario a la esencia de la humanidad, porque los cazadores somos el fundamento antropológico y cultural del hombre moderno.
-Además de demostrar la impostura de estos nuevos depredadores, usted defiende una lectura de la ecología conectada con la realidad. Sin pasar por el veganismo y el antiespecismo, ¿qué soluciones concretas deberíamos poner en marcha para salvar nuestro ecosistema?
-Hay que volver a las cosas sencillas y de sentido común. Consumir mejor y menos, en circuitos cortos. Esto se aplica a los alimentos y a la ropa. Llevamos pantalones vaqueros que de media han dado la vuelta al mundo más de una vez. Intentemos reparar o hacer reparar y reciclar todos nuestros residuos siempre que sea posible. En resumen: el enfoque campesino de la vida, sin retroceder dos siglos, es fundamental.
»Debemos luchar contra el despilfarro. En casa, en el sector minorista y en la restauración desperdiciamos más de lo que deberíamos. Mire en los cubos de basura de los supermercados, los particulares y los restaurantes… ¡se sorprenderá! Y dejemos de tirar los residuos por la ventanilla cuando conducimos. Un estudio realizado por Vinci [empresa francesa de carreteras, entre otras áreas de negocio] muestra que casi el 40% de los automovilistas tiran cosas por la ventanilla del coche. Recojo estos residuos por toneladas con la federación de cazadores de Hauts-de-France.
»La Tierra es nuestro hogar común, no lo olvidemos. Una vez que se hayan resuelto estas cuatro cosas, habremos recorrido un largo camino. Todo ello sin conjuros, sin hacernos sentir culpables y sin tocar lo que más nos gusta y reconforta: ¡nuestros platos!
PorAdélaïde Barba.
Traducido por Verbum Caro.