Cada semana de lunes a jueves, la periodista Nieves Concostrina presenta en Cadena SER la La Ventana en Acontece que no es poco. Se trata de una sección cultural que se presenta al público como «una lección de historia con mucho humor» en el que el anticlericalismo, la leyenda negra y los desmanes históricos se hacen presentes a partes iguales.
En el último de ellos, dedicado a «la obsesión de la Iglesia contra los masones», la periodista idea una realidad en la que los masones, garantes de una modélica «tolerancia», sufren los ataques de una omnímoda e impune Iglesia católica a lo largo de los siglos. De este modo, considerar que la Iglesia «se obsesionó contra los masones porque sí» o creer que los católicos son los grandes agresores de la masonería se convierten en piezas necesarias de la cada vez más maltrecha Leyenda Negra.
Alberto Bárcena, doctor en historia y experto en la relación que une a Iglesia y Masonería (es el título de su libro editado por San Román), conversa con Religión en Libertad para refutar 6 errores, bulos y desmanes que al respecto se pronunciaron el pasado 28 de abril en Cadena SER.
1º Simples reuniones «con sortilegios y ropajes»
Comienza Concostrina su intervención preguntándose irónicamente «qué les importará a los católicos que otros grupos de prójimos hagan sus cosas con sortilegios y ropajes», máxime cuando aquellos «se pasan la vida con ritos mágicos con la sangre, la carne y las transubstanciaciones».
Pero lo cierto es que las llamadas «tenidas» de las logias son mucho más que encuentros «de sortilegios y ropajes». De hecho, comenta Bárcena, lo que los Papas alegan en sus condenas «va mucho más allá de que hagan tonterías con ropajes o ceremonias absurdas», ya que en estos encuentros o «tenidas» sus integrantes de altos grados se reúnen con cierta frecuencia para «planchar las leyes» (así se llama a la aprobación y discusión de las leyes que serán posteriormente aprobadas en los parlamentos nacionales). La legalización del aborto y los métodos anticonceptivos son un ejemplo probado de ello, según confirmó el exmasón Maurice Caillet, ya que el texto «se había planchado en la [logia] Nueva Jerusalén», cerrando así «un proceso legal en que la masonería había intervenido de principio a fin«.
En «Iglesia y masonería. Las dos ciudades», el doctor en historia y experto Alberto Bárcena relata multitud de casos de cómo la masonería no solo ha atentado de forma continuada contra la Iglesia a lo largo de la historia, sino que hace uso de sus `tenidas´ para promover leyes anticristianas.
2ºLa Iglesia «se obsesionó» con la masonería «porque sí»
Prosigue la intervención afirmando la profunda argumentación de que «la Iglesia se obsesionó con la masonería porque sí», sin ningún motivo aparente. Sin embargo, el profesor y autor de Iglesia y Masonería. Las dos ciudades (San Román) detalla que una simple lectura a las dos primeras condenas papales es más que suficiente para esclarecer los no pocos motivos que tenía la Iglesia para actuar de ese modo.
Y es que los dos argumentos fundamentales son «el peligro que representaba para la salvación de las almas y la seguridad de los estados«, pero había otros de gran peso como «el engaño de la secta para lograr prosélitos«, «el juramento de secreto masónico» -que llevaba a aceptar la decapitación como pena- o el carácter «intrínsecamente luciferino» de la masonería, como han reconocido u otorgado con su silencio importantes cargos masónicos. Otro aspecto que generó gran preocupación en el papado fue el gnosticismo masónico, «una creencia inducida en un supuesto conocimiento salvífico que los maestros van suministrando al iniciado hasta convertirle en su propio redentor, elevándolo sobre los demás«.
3º «La Iglesia se inventó que los masones adoraban al diablo»
Al margen de la relación que enfrenta a la fe católica y la masonería, no solo se difunde que «la Iglesia inventó que los masones adoraban al diablo«, sino que «supuestos masones arrepentidos describieron las demoníacas celebraciones masónicas donde se invocaba a Satán» para difundir este supuesto mito.
Lo cierto es que «cuesta creerlo, pero en la Masonería se adora a Lucifer», asegura Bárcena, si bien «tratan de distinguir entre el culto a Lucifer y Satanás». Entre sus argumentos, se encuentran decenas de documentos que lo prueban como el Himno a Satanás y Lucifer de los masones Carducci o Albert Pike o los rituales de adoración a Baphomet y vejación de la cruz del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, descritos en Iglesia y Masonería.
(Puedes leer aquí cómo el reconocido experto en masonería Ricardo de la Cierva admite la incompatibilidad entre la Iglesia y la masonería o el sinsentido de que los constructores de catedrales puedan ser antecedentes de la masonería moderna, entre otros aspectos).
Más revelador si cabe fue el encuentro del mismo Bárcena con Tom Sarobe, ex Gran Maestro de la Gran Logia de España, tras la conferencia pronunciada por el historiador en el Foro de Madrid Tercer Milenio de 2014. En la tertulia posterior, Bárcena leyó a petición del público el ritual de iniciación al grado 29 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de consagración a Baphomet (una deidad luciferina), recibiendo un tenso silencio de Sarobe como única respuesta. «Pasaron los segundos hasta que comprendimos que aquel silencio sería permanente. No había ninguna respuesta por parte del hombre que estaba allí en representación de la masonería. Luego era cierto; conocía perfectamente el ritual, no podía desmentir que se practicara«.
4º «Inventaron una conspiración contra el Estado»
Otro de los aspectos mencionados es que «los Estados manejados por la Iglesia veían en la masonería de carácter laico y liberal un ataque contra la fe y el negocio y se inventaron que conspiraban contra el Estado«.
Pero según Bárcena, por mucho que se trate de ridiculizar esta afirmación, nadie hasta ahora ha logrado desvincular el nacimiento de la masonería de la llegada de los Hannover al trono. De hecho, explica, la «seguridad de los Estados» fue un aspecto prioritario que llevó a la Iglesia a condenar la masonería, ya que desde su mismo origen «estuvo dirigida a consolidar su hegemonía (de los Hannover) sobre el debilitamiento de sus competidores, encarnados en las dos ramas de la Casa de Austria, la española y la alemana». La masonería, en fin, «jugaría [desde entonces y durante los siguientes siglos] un papel decisivo en los inicios de un movimiento que barrería casi todos los tronos europeos a través de varios ciclos revolucionarios», como sucedió en realidad.
5º Que el origen de la masonería «está en la Iglesia»
También se trata de desvirtuar a la Iglesia al afirmar que, al perseguir a la masonería, la Iglesia estaba atacándose a sí misma. Convencida de la leyenda fundacional masónica, considera que los primeros masones son los canteros y albañiles católicos integrantes de los gremios de la Edad Media que edificaron las grandes catedrales, la supuesta «masonería operativa» medieval de la que bebería la «masonería moderna». En el siglo XVIII, explica, «estos gremios se fueron agrupando y empezaron a llamarse albañiles libres», con el único objetivo de «mejorar espiritualmente».
Algo que, históricamente, «es una patraña» inventada en las Constituciones de Anderson de 1723 -el primer reglamento masónico-. «Vienen repitiéndolo desde hace muchos años, que surgen de los masones medievales que hacían catedrales… Y un cuerno«, exclama Bárcena: «Masón significa albañil, y los masones medievales tenían sus secretos de trabajo y sus cofradías estaban consagradas a la Virgen o a un santo, pero nada tiene que ver con la masonería que nace en junio de 1717″. Como muestra, Bárcena contrapone el carácter profundamente católico de los gremios medievales con la totalidad de las Constituciones de Anderson que no menciona la periodista de la SER, y que encuentran en Hiram Abif su principal referente: este, menciona el documento, es «el último descendiente del príncipe de la luz, Lucifer«, que lleva en sueños a Caín a un lugar desconocido y le revela que «es un lugar donde no llega la tiranía de Adonai -Dios-. Un Caín que, según esta leyenda, no es hijo de Adán, sino de Eva y Lucifer».
Una introducción de Alberto Bárcena en el canal «El rosario de las 11» a los principios luciferinos de la masonería.
6º Que la masonería «nunca atacó a la Iglesia»
En el ecuador del programa, se llega a afirmar que la persecución a la Iglesia por la masonería «es algo que nunca ocurrió». De hecho, se refiere a los miembros de la Iglesia como «los únicos que agreden son los que se hacen los agredidos» y que «los masones no solo no atacaban a nadie, sino que además eran muy discretos«.
Lo cierto es que una de las primeras operaciones masónicas en España fue la exitosa expulsión de los jesuitas de 1767, tras la cual su principal artífice Manuel de Roda -masón, según el experto Ferrer Benimeli- llegó a decir: «Hemos muerto al hijo, ya no nos queda más que hacer otro tanto con la Santa Iglesia Romana». Desde entonces esa persecución «que nunca ocurrió» en parecer de la periodista, fue una constante. De hecho, Bárcena califica a la Revolución Gloriosa de 1868 como «un golpe masónico» en el que «la mayoría de los conspiradores eran [probados] masones» como pueden ser Prim, Ruiz Zorrilla o el mismo general Serrano. Al finalizar la revolución y «llegados al poder masones tan destacados, el Supremo Consejo del Grado 33 reclamaba a los suyos la puesta en marcha de un proyecto con tres líneas principales: la reforma de la familia, el control de la enseñanza y el envite a la Iglesia previo a su desmantelamiento definitivo».
(El reconocido «hermano» Eduardo Montagut afirma de este episodio que «la visión de la Revolución Gloriosa no podía dejar de ser muy positiva para un masón»)
Aquel «desmantelamiento definitivo» llegó, al menos en buena parte, durante la Segunda República española, a la que Bárcena se atreve a calificar de «obra enteramente de la masonería», desde el Pacto de San Sebastián que la precedió hasta el reparto de Ministerios de abril de 1931: «Ahora se trata de arrancar las raíces de esta Edad Media que posee dos filones muy fuertes: la Monarquía y el Vaticano», sentenció la publicación masónica La Cadena de Unión. Desde ese momento, aseguró el Boletín Oficial de la Gran Logia de España, no fue «ningún secreto que la Francmasonería domina poco menos que en su totalidad el Gobierno provisional así como los altos cargos». La Carta Magna de la nueva república, definida como una «Constitución contra la Iglesia«, fue redactada y aprobada en unas Cortes con 183 diputados masones de un total de 458, según un prudente Ferrer Benimeli. Aquel régimen traería consigo «la mayor persecución religiosa en 2.000 años de cristianismo», según el catedrático en Historia Contemporánea Javier Paredes.(Descubre aquí cómo la masonería fraguó la primera matanza de frailes de la historia de España).
Por José María Carrera.
ReL.
5 de mayo de 2022.