Consta en las Sagradas Escrituras que la presencia del Anticristo será una de las señales precursoras del fin del mundo. Así lo interpretan, al menos, los Padres de la Iglesia y la mayor parte de los teólogos, considerándole señalado por San Juan como «el mentiroso, el que niega que Jesús es el Cristo, el que niega al Padre y al Hijo» (1 Jn 2, 22) y por San Pablo como «el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios» (2 Tes, 3-4).
En su estudio de la cuestión, el jesuita Francisco Suárez (1548-1617) afirma como próximo a la fe que será una persona, y no, como en ocasiones se ha interpretado, un movimiento o una ideología: «El Anticristo no sólo será verdadero hombre, sino también verdadera persona humana, persona propia y connatural a la humanidad; así que no será la persona de un demonio encarnada«.
Apariencia de santón humanitario, incluso cristiano
¿Cómo reconocerlo e identificarlo? Hay toda una tradición literaria católica, que va desde Señor del Mundo de Robert Hugh Benson a El Padre Elías de Michael D. O’Brien, que lo dibuja como un ser de apariencia nada acorde con su terrible designio: al contrario, como una persona que atraerá precisamente por su apariencia benéfica y su capacidad de halago a las tendencias tanto más amables cuanto más disolventes de la cultura en la que nazca.
Ésa es también la visión del obispo Fulton J. Sheen (1895-1979), quien hizo un inquietante retrato del Anticristo en un sermón radiofónico del 26 de enero de 1947:
«El Anticristo no se llamará así, de otra forma no tendría seguidores», advertía el obispo Sheen: «No llevará vestiduras rojas, no vomitará azufre, no llevará tridente«. En aquel momento Sheen era solo un sacerdote que deslumbraba en la radio y en la naciente televisión con sus predicaciones y ya había escrito varios libros. Destacaba por su anticomunismo, al que consagraría en 1948 su obra El comunismo y la conciencia occidental, pero no sería hasta 1951 que fue nombrado obispo auxiliar de Nueva York, y en 1966 obispo de la diócesis neoyorquina de Rochester.
El gran objetivo del Anticristo, explicaba Sheen, será, como el del demonio, parecerse a Dios: «¿Cómo conseguirá entonces seguidores para su religión?».
Y desgranó estas características:
«-Se disfrazará como el Gran Humanitario: hablará de la paz, de la prosperidad y de la abundancia no como medios para llevarnos a Dios, sino como fines en sí mismos.
»-Escribirá libros sobre la nueva idea de Dios para acomodarlas a como vive la gente.
»-Divulgará la fe en la astrología para que sean las estrellas, y no la voluntad, las responsables de nuestros pecados.
»-Justificará la culpa como sexo reprimido, hará que los hombres se avergüencen de no ser considerados abiertos de mente y progresistas por sus compañeros.
»-Identificará la tolerancia con la indiferencia entre el bien y el mal.
»-Fomentará el divorcio bajo de que es “necesario” que haya una tercera persona.
»-Hará que crezca el amor por el amor y decrezca el amor por las personas.
»-Invocará la religión para destruir la religión.
»-Incluso hablará de Cristo y dirá que es el mayor hombre que jamás haya vivido.
»-Dirá que su misión es liberar a los hombres de las servidumbres de la superstición y el fascismo, a los que nunca definirá.
»-En medio de todo su aparente amor por la humanidad y su fácil verborrea sobre la libertad y la igualdad, guardará un secreto que no dirá a nadie: él no creerá en Dios. Y como su religión será la hermandad sin la paternidad de Dios, embaucará incluso a los elegidos.
»-Fundará una anti-Iglesia, que será una imitación de la Iglesia porque el demonio es el mono de Dios. Será el cuerpo místico del Anticristo, que en todo lo exterior se parecerá a la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. En su búsqueda desesperada de Dios, inducirá al hombre moderno, en su soledad y frustración, a comprometerse cada vez más en su comunidad, que dará al hombre una visión más amplia de las cosas sin necesidad alguna de conversión personal y sin admitir la culpa individual. Son días en los que el demonio se le soltará particularmente la cuerda».
Pese a estos preocupantes signos, «los cristianos deben comprender que un momento de crisis no es un momento de desesperación, sino una oportunidad«, y que tras la Crucifixión viene la Resurrección.
Para no figurar entre los engañados
Y proponía un plan de vida para estar preparados ante los engaños del Anticristo:
-Colgar un crucifijo en casa «para recordar que tenemos una cruz que llevar».
-Rezar cada noche el rosario en familia.
-Ir diariamente a misa.
-Hacer a diario la Hora Santa ante el Santísimo, «especialmente en parroquias cuyos párrocos son conscientes de las necesidades del mundo y llevan a cabo actos de reparación«.
-Rezar a San Miguel Arcángel, recordándole que ya venció una vez el orgullo de Lucifer.
-Rezar a la Santísima Virgen, «porque le ha sido dado el poder de aplastar la cabeza de la serpiente».
-«Conservar el estado de gracia quienes tengan fe, y quienes no la tengan que empiecen a buscarla, porque en los tiempos que vienen solo habrá una forma de que las rodillas dejen de temblar, y será caer sobre ellas y rezar«.
Carmelo López-Arias / ReL.
10 diciembre 2021