Felipe Herrera-Espaliat desde Atenas, Grecia
Tras despedirse del pueblo de Chipre, donde habló fuertemente sobre los derechos de los migrantes, sobre la dignidad que se les debe respetar como hijos De Dios, y sobre la responsabilidad de todos, especialmente de la comunidad internacional, de dar una solución definitiva a esta tragedia humanitaria, el Santo padre abordó el vuelo que en dos horas lo condujo hasta la capital griega.
Al pie del avión lo esperaba el ministro de Relaciones Exteriores de Grecia y, como de costumbre, un pequeño grupo de niños que le ofrecieron un ramo de flores. Desde allí el Papa se fue raudo al Palacio de gobierno, donde fue acogido oficialmente por la Presidenta de la República Helénica, Katerina Sakellaropoulou, con quien sostuvo un encuentro privado. Acto seguido fue el turno de encontrarse con el Primer Ministro Kyriakos Mitsotakis.
El retroceso de la democracia
Después, Francisco habló a las autoridades de la nación y al Cuerpo Diplomático. Y eligió Grecia, precisamente la cuna de la democracia, para advertir acerca del retroceso de los valores democráticos que se está experimentando en Europa. El Papa explicó que esto en gran medida se debe al debilitamiento de las instituciones, que ha permitido la irrupción de nuevos tipos de populismos, autoritarismos y nacionalismos. Pero el Pontífice no se detuvo en la crítica: una vez más valoró el rol esencial que debe cumplir la buena política para trabajar por el bien común, y así organizar a las sociedades de modo que haya justicia y paz. Eso sí, el Papa advirtió que no todo depende de los políticos, sino que el fortalecimiento de la democracia requiere también del compromiso y de la participación de todos los ciudadanos. Como ha sido la tónica de este viaje, Francisco también aprovecho esta instancia para abogar una vez más por los migrantes.
Histórico encuentro con Iglesia Ortodoxa Griega
Tras almorzar en la nunciatura, el Pontífice sostuvo un histórico encuentro con la Iglesia Ortodoxa Griega en dependencias del arzobispado de dicha comunidad cristiana en Atenas. El Santo Padre fue acogido por Su Beatitud, Jerónimo II, Arzobispo de Atenas y Primado de la Iglesia Ortodoxa de Grecia. El diálogo se dio teniendo en medio de ellos un ejemplar dorado de los evangelios y un icono de la Theotokos, modo griego de referirse a la Madre de Dios. En sus palabras, llenas de estima a su hermano obispo, el Papa Francisco hizo referencia al hecho de que tanto la Iglesia Católica como la Ortodoxa proceden de la predicación de los apóstoles que acompañaron a Jesús, y lamentó el histórico deterioro de la comunión entre ambas. Por eso mismo, el Santo Padre invocó la fuerza del Espíritu Santo de modo que permita una nueva cercanía entre católicos y ortodoxos que se traduzca en un testimonio de caridad y unidad en Cristo para todo el mundo.
Servir con un amor apasionado
Posteriormente el Pontífice fue a la Catedral Católica de Atenas, dedicada a San Dionisio el Areopagita, primer obispo de la ciudad. Allí lo recibieron prelados, sacerdotes, religiosas y laicos que, en comunión con el Papa, anuncian el Evangelio en Grecia, la misma tierra que escuchó tan claramente la predicación de san Pablo, como lo recordó una y otra vez el Pontífice. Francisco siguió atento dos testimonios de las experiencias pastorales en la nación helénica, y les respondió agradecido, animando a todos a vivir su servicio con un amor apasionado, haciéndose don para las comunidades donde son enviados, y siempre teniendo un espíritu de confianza en Dios y de acogida a los demás.
El Papa cerró su jornada con una reunión privada con miembros de la Compañía de Jesús que sirven en Grecia, y se recogió para partir este domingo 5 de diciembre rumbo a la isla de Lesbos, donde visitará un campo de refugiados en la ciudad de Mitilene. Hace cinco años estuvo en esa misma localidad y alzó fuerte la voz pidiendo la asistencia internacional a los miles y miles de refugiados que sufren en el mundo, y cuya situación, pese al compromiso vital de Francisco, está lejos de mejorar.