El Papa Francisco recibió en el mediodía de este 31 de enero a una delegación de la Agencia Tributaria de Italia. Desarrolló su discurso a partir de los principios rectores de la misma agencia, a saber, legalidad, imparcialidad y transparencia, haciendo presente, ante todo, las referencias que se encuentran en la Biblia sobre el tema de los impuestos, que son “parte de la vida cotidiana desde la antigüedad”.
La Biblia “no demoniza el dinero”, afirmó Francisco, sino que invita “a hacer un buen uso de él, a no ser esclavos de él, a no idolatrarlo”. El diezmo para los levitas, explicó, servía para «hacer madurar en la conciencia del pueblo dos verdades: la de no ser autosuficiente, porque la salvación viene de Dios; y la de ser responsables unos de otros, empezando por los más necesitados». En dicho contexto “los principios de legalidad, imparcialidad y transparencia se convierten – indicó – en una valiosa brújula”.
Cuando los impuestos son justos, son para el bien común
La legalidad en el ámbito de la fiscalidad es una forma de equilibrar las relaciones sociales, apartando fuerzas a la corrupción, la injusticia y la desigualdad. Pero esto requiere una cierta formación y un cambio cultural. Como se suele decir, la fiscalidad se considera como «meter las manos en los bolsillos de la gente». En realidad, los impuestos son un signo de legalidad y justicia. Debe favorecer la redistribución de la riqueza, protegiendo la dignidad de los pobres y de los últimos, que siempre corren el riesgo de ser aplastados por los poderosos.
“Cuando los impuestos son justos, son para el bien común”, aseguró Francisco, que invitó a trabajar para que crezca “la cultura del bien común, para que se tome en serio el destino universal de los bienes que la doctrina social de la Iglesia sigue enseñando aún hoy, heredándola de la Escritura y de los Padres de la Iglesia”.
Las conciencias honestas, verdadera riqueza de la sociedad
La imparcialidad de su trabajo afirma que no hay ciudadanos que sean mejores que otros en función de su pertenencia social, sino que a todos se les reconoce la buena fe de ser constructores leales de la sociedad.
Ante casos de evasión fiscal, de pagos por debajo de la mesa e ilegalidad generalizada, puede hablarse de la rectitud de muchos contribuyentes, que «debe» ser narrada, señaló el Santo Padre, puesto que “las conciencias honestas son la verdadera riqueza de la sociedad”.
Dar transparencia al dinero que pasa por sus manos
Las autoridades fiscales suelen ser percibidas de forma negativa si no está claro en qué y cómo se gasta el dinero público. Esto puede llevar a la sospecha y al descontento. Los que gestionan la riqueza de todos tienen la grave responsabilidad de no enriquecerse.
A partir del episodio evangélico de Zaqueo que habla de la conversión de un hombre que no sólo reconoce su propio pecado de haber defraudado a los pobres, sino que, sobre todo, comprende que la lógica de acumular para sí mismo le ha aislado de los demás, motivo por el cual “devuelve y comparte”, el Papa Francisco subrayó el hecho de la transparencia que deben obrar los que gestionan la riqueza, procurando “no enriquecerse”.
“Reducir la miseria del prójimo no siempre es posible – dijo recordando palabras de Don Primo Mazzolari. No tomar para nosotros de la miseria siempre es posible. Este es el primer deber, el primer testimonio cristiano”.
La recaudación ayude a superar desigualdades
Antes de despedirse, el Papa Francisco volvió sobre el último punto, el de la transparencia en la gestión del dinero que «procede de los sacrificios de muchos trabajadores y trabajadoras», y sobre ella afirmó:
Revela la libertad de espíritu y hace que las personas estén más motivadas para pagar los impuestos, sobre todo si la recaudación ayuda a superar las desigualdades, a realizar inversiones para que haya más trabajo, a garantizar una buena sanidad y educación para todos, a crear infraestructuras que faciliten la vida social y la economía.