Aunque los irlandeses conocieron el confinamiento durante meses, escasos son aquellos para quienes su aislamiento fue tan extremo como el vivido por Laurence Flynn, sacerdote que cuida una isla sagrada en general llena de peregrinos.
En pleno confinamiento, decretado a fines de marzo frente a la pandemia de nuevo coronavirus, el padre Flynn se convirtió en el único habitante del Purgatorio de San Patricio en una isla del Lough Derg, lago situado en el condado de Donegal (norte de Irlanda).
Del V siglo, este lugar santo atrae a los peregrinos católicos que acuden para pasar tres días de ayuno, pronunciar oraciones con los pies descalzos y hacer veladas nocturnas.
Pero la pandemia, que ya causó más de 1.700 muertos en Irlanda, provocó la anulación de las peregrinaciones por primera vez desde 1828.
“Elegí venir aquí (…) por solidaridad con quienes no tienen elección entre quedarse en el mismo sitio o desplazarse con mayor libertad”, dice a la AFP el sacerdote de 69 años, que lleva cuidada barba blanca, y reside en la isla desde el 1 de junio.
“Al hacer la oración del camino de la cruz cada día de manera humilde, conservo el ritmo de la peregrinación viva”, agregó.
No me he sentido solo nunca desde que estoy aquí
Largas oraciones con los pies descalzos
En un verano normal llegan hasta 400 peregrinos diariamente al sitio.
En el marco de la peregrinación, tan exigente que se la denomina el “ironman” de las peregrinaciones, en referencia al más largo formato del triatlón, los creyentes solo tienen derecho a alimentarse con té, café con leche, pan seco o tostado o pasteles secos con avena.
Provenientes del mundo entero, los peregrinos deben velar durante 24 horas y hacer oraciones de nueve horas con los pies descalzos.
Rodeando las ruinas de viejas celdas monásticas, caminan y se arrodillan rítmicamente bajo la sombra de un campanario situado en el sitio de la gruta que habría sido mostrada a San Patricio en el año 445. En esa gruta, que es más foso o pozo, la leyenda cuenta que San Patricio vio las puertas del infierno.
Hay pocos sacerdotes tan aislados como yo en este momento
“Los monjes tenían el hábito de velar durante 24 horas en esta gruta o en este albergue y con el tiempo se convirtió en centro de peregrinación”, cuenta el padre Flynn.
Las personas que pasaran las 24 horas arrepintiéndose en la gruta obtendrían un lugar en el paraíso: “habrían atravesado en cierta forma el purgatorio”, dice.
Este año, los dormitorios masculinos y femeninos están vacíos. Pero cada mañana, el sacerdote sale, se quita las sandalias, y vuelve a emprender con los pies descalzos el camino de la peregrinación recorrido por millones de personas en los últimos 150 años.
Traigo conmigo las oraciones de quienes me lo solicitan
“Traigo conmigo las oraciones de quienes me lo solicitan y las de quienes quisieran venir pero no pueden o siempre vienen pero no pudieron venir esta vez”, afirma.
Con su cuello romano y su capucha color burdeos, el padre Flynn recorre los lugares en silencio, silueta solitaria en este pedazo de tierra sobre las aguas sombrías del lago.
“Hay pocos sacerdotes tan aislados como yo en este momento, pero no me siento aislado”, afirma. “No me he sentido solo nunca desde que estoy aquí”.
Para otros, el confinamiento es vivido como un castigo, en particular entre las personas mayores, más vulnerables al virus.
La organización caritativa irlandesa Alone subrayó que la pandemia agrava la soledad de las personas mayores, “lo que podría tener un efecto negativo para su bienestar físico y mental”.
Irlanda bajó intensidad poco a poco al confinamiento. Sin embargo, la última fase del desconfinamiento, prevista para el 20 de julio con la reapertura completa de los pubs, fue aplazada al 10 de agosto a causa de la resurgencia del nuevo coronavirus.
“Esto no será siempre así, pero no sabemos cuanto tiempo durará”, señala el padre, haciendo un paralelo entre la prueba vivida por el país y el purgatorio.
Con información de Infobae/Joe Stenson