Psiquiatra polaca asistió a Juan Pablo ll en sus últimos días, hasta que murió

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El tiempo pasa y en el Vaticano, a pesar de tomarse las cosas con tiempos vaticanos que superan a los bíblicos, se reanuda el juicio Becciu. Llevamos dos años de  ‘investigación’ que pone en jaque el modus operandi de la Secretaria de Estado y sus peculiares  inversiones financieras más que arriesgadas y las  inmobiliarias, no menos. Becciu se defiende y niega haber actuado mal y dice que es víctima de una conspiración. La última audiencia fue en octubre pasado y el tribunal ordenó a los fiscales que proporcionaran sus pruebas a los acusados ​​y sus abogados, incluido material audiovisual y otras pruebas obtenidas al interceptar las comunicaciones del acusado con otras personas involucradas en el proceso. Para el Vaticano, el Papa Francisco y  este  pontificado es una prueba de fuego de un sistema que se resiste a morir, pero que aparece absolutamente obsoleto cuando se lo pone a prueba.

Bénédicte Lutaud, de Le Figaro es la autora de la apasionante historia de las ‘esposas’ de los Papas, enfermeras y amigas tan oscurecidas en la oficialidad del  Vaticano. ‘Le mogli dei papi’  en Guerini and Associates, un ensayo de 280 páginas en el que reconstruye las historias de cinco figuras femeninas que han tenido papeles destacados en el Vaticano durante los últimos 90 años. Encontramos un recuerdo a Rosa, Maria y Ana Sarto, las tres hermanas solteras que vivían con Pío X, que expresaron su deseo de ser sepultadas en el cementerio teutónico para estar más cerca del hermano, él respondió que mejor en el pueblo junto a su madre, las vemos en nuestra fotografía de hoy; pinta de mandar tenían y eran tres.

En el Cementerio Teutónico Vaticano encontramos una estela modesta, con un epitafio en letras rojas: «Leben ist Liebe», amor por la vida.  Hermine Speier,  1898 y 1989, «Archologin». Trabajó en el Instituto Arqueológico Alemán en Roma, cuando Adolf Hitler llegó al poder, pidió ayuda a su amigo Nogara, director de los Museos Vaticanos y Pío XI, la protegió. Organizó el archivo fotográfico de la Biblioteca Apostólica y encontró en los sótanos la cabeza de uno de los doce caballos que adornaban los frontones del Partenón de Atenas, perdida durante siglos.

Pascalina Lehnert, la monja alemana ayudante de Eugenio Pacelli desde 1917, cuando tenía 23 años, y que lo acompañó hasta su muerteEn 1920 Pacelli perdió a su madre, a quien estaba muy apegado, no pudo asistir al funeral, cayó en depresión y fue la enfermera Pascalina, quien lo ayudó.

Sor Vincenza Taffarel,  enfermera de Juan Pablo I desaparece en  las actas sobre la muerte del Papa Luciani y sólo se menciona al secretario don Diego Lorenzi y otros personajes masculinos.

Karol Wojtyła tenía una especial relación con la psiquiatra polaca Wanda Płtawska, que ahora tiene cien años,  y es la más interesante. Una historia de amistad de más de 50 años, estuvo en la habitación de Juan Pablo II en el  Gemelli después del atentado de 1981, lo acompañó  durante los 143 días de su convalecencia y estuvo junto a su cama cuando murió, pero su nombre fue borrado del comunicado oficial de la Santa Sede.  El 22 de noviembre de 1962, Płtawska estaba con un cáncer y el tumor desapareció milagrosamente;  su amigo Karol le había escrito al Padre Pío, rogándole que salvara a esta joven madre de cuatro hijos.

La más poderosa fue la Madre Tekla Famiglietti, de Irpinia,  abadesa general de las Brígidas durante 37 años. Aliada de Juan Pablo II en el campo diplomático, obtuvo el permiso a Fidel Castro para abrir un convento en La Habana e hizo posible la visita  a Cuba en 1988. Y terminamos con Lucette Scaraffia de tiempos de Benedicto XVI que le encomendó la tarea de fundar y dirigir  ‘Mujeres en la iglesia y el Mundo’, suplemento mensual del Observatore Romano y hoy convertida en una crítica del Papa Francisco. La cadena de mujeres influyentes en el Vaticano es larga y, a pesar de ser silenciada oficialmente, sobradamente conocida,  una cadena que parece que hoy, como tantas cosas, se ha roto.

Hacemos mención de un interesante artículo de Porfiri sobre la belleza: » La Iglesia Católica fue la matriz sobre la que se formó la cultura occidental. Incluso un ateo empedernido reconocería la contribución católica a una mejor versión del mundo en el que él también vive (…) las personas no se ganan con encíclicas, discursos eruditos, sínodos sobre sínodos,  sino a través del mundo emocional que encuentra una cultura».  «La cultura mundana es como un virus, cambia constantemente, y cuando la Iglesia parece haberla alcanzado, ya es otra cosa que de nuevo se aleja. Estamos tratando de ser aceptados por un mundo que su  Señor ya ha conquistado de una vez por todas».

Viganò publicó ayer,  un video y texto sobre la Santa Misa Vetus Ordo, en el que abre su corazón, habla del redescubrimiento de la Santa Misa Apostólica. Nos parece un texto especialmente bello y profundo y recomendamos su lectura completa.  «Porque para nosotros los católicos la forma es sustancia y la liturgia es el aliento mismo de nuestra fe. Y si respiramos mal, vivimos mal y nos enfermamos».

«Vosotros que os permitís prohibir la Santa Misa Apostólica, ¿la habéis celebrado alguna vez? Vosotros que, desde la altura de vuestros sillones litúrgicos, estáis cabreados por la «misa antigua», ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, en sus ritos, en sus gestos antiguos y sagrados?» «Había olvidado aquella Misa, que fue también la de mi Ordenación, el 24 de marzo de 1968: época en la que ya se percibían los signos de aquella revolución que poco después despojaría a la Iglesia de su tesoro más preciado para imponer un ritual falsificado. Pues aquella Misa que la reforma conciliar canceló y prohibió en mis primeros años de sacerdocio quedó como un recuerdo lejano, (…) entre los miles de compromisos eclesiásticos y diplomáticos, había cristalizado en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad seguía sin resolver, “momentáneamente” dejado de lado durante décadas».

Mi decisión de denunciar los escándalos de los Prelados americanos y de la Curia romana fue la ocasión que me hizo volver a redescubrir la Santa Misa tridentina.  «Recuerdo bien el día en que vestí las vestiduras tradicionales, con el birrete ambrosiano y el manípulo: recuerdo el miedo que sentía al pronunciar, después de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que volvían a mi boca como si las hubiera recitado hasta hace poco. Confitemini Domino, quoniam bonus, en lugar del Salmo Judica me, Deus del rito romano. Munda cor meum ac labios mea».

«Lo que quisiera hacer comprender a mis Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque uno percibe lo sagrado de manera visceral: uno es literalmente arrebatado al cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la Corte celestial, lejos del ruido del mundo. Es un canto de amor, en el que la repetición de signos, reverencias, palabras sagradas no tiene nada de inútil, así como la madre no se cansa de besar a su hijo, la novia repite «te amo» al novio».

«Allí todo se olvida, porque todo lo que en él se dice y se canta es eterno, todos los gestos que allí se realizan son perennes, ajenos a la historia, pero inmersos en un continuo que une Cenáculo, Calvario y altar en el que se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea, con la preocupación de ser comprensible o de hacerse compasivo o de aparecer à la page, sino a Dios: y ante Dios sólo existe el sentimiento de infinita gratitud por el privilegio de poder llevar consigo él las oraciones del pueblo cristiano, las alegrías y los dolores de muchas almas, los pecados y las faltas de los que imploran el perdón y la misericordia, la gratitud por las gracias recibidas, los sufragios por nuestros queridos difuntos. Uno está solo, y al mismo tiempo se siente íntimamente unido a un sinfín de almas que atraviesan el tiempo y el espacio».

Por probar nada se pierde y se puede ganar mucho….

 

Por SPECOLA

InfoVaticana

15 de enero 2022

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