El artículo del jesuita Casalone a propósito de la ley de la eutanasia, tiene un efecto disruptivo y traumático: ante estas cuestiones, aunque ya son frecuentes y casi habituales en la Iglesia de hoy. Pero uno no puede dejar de sorprenderse.
La Civiltà Cattolica publica en su último número un artículo del padre jesuita Carlo Casalone en el que se espera que la propuesta de ley «muerte voluntaria médicamente asistida» [suicidio asistido], ya debatida el pasado 13 de diciembre y que se votará el próximo febrero, sea aprobada. La misma idea fue divuolgada por el periódico de los obispos italianos, Avvenirea en una entrevista con Giovanni Maria Flick. Esta propuesta jesuita es contraria a muchos documentos recientes del magisterio ya los principios fundamentales de la moral católica. El artículo del padre Casalone tiene, por tanto, un efecto disruptivo y, podemos decir, traumático: ante estas cuestiones, aunque ya son frecuentes y casi habituales en la Iglesia de hoy, uno no puede dejar de sorprenderse. Dado que operar según esta propuesta anularía por completo la posibilidad de una presencia católica en la política, nos interesa aquí desde este punto de vista, remitiendo consideraciones más generales a otra intervención.
El Padre Casalone examina el proyecto de leyen sus diversos aspectos y reconoce cómo «se aparta de las posiciones sobre la ilegalidad del suicidio asistido que el Magisterio de la Iglesia también ha confirmado en documentos recientes». Según él, sin embargo, «la evaluación de una ley estatal requiere considerar un conjunto complejo de elementos en relación con el bien común, como recuerda el Papa Francisco:» Dentro de las sociedades democráticas, cuestiones delicadas como estas deben abordarse con calma: de manera seria y reflexiva, y dispuesto a encontrar soluciones, incluso normativas, que sean lo más compartidas posible. Por un lado, en efecto, según él es necesario tener en cuenta la diversidad de cosmovisiones, convicciones éticas y afiliaciones religiosas, en un clima de escucha y aceptación mutua. Por otra parte, el Estado no puede renunciar a proteger a todos los involucrados,
Tanto la valoración del padre Casalone como la observación de Francesco son insidiosamente peligrosas.
- En primer lugar, se sustenta una posición ética ilícita ya reprobada, señalada, identificada por el Magisterio anterior, basándose en un pasaje del magisterio actual: esto ya de por sí desconcierta.
- En segundo lugar, esa nueva enseñanza eclesial sobre el suicidio asistido se reduce a un positivismo para los católicos, olvidando su contenido de ley moral natural.
De hecho, arguyen que los principios son válidos, pero que la política es otra cosa, y que si son válidos para los católicos, cuando entras democráticamente en el espacio de todos, ya no valen: así la visión de la laicidad ya es laicidad plena y Dios se mantiene fuera. Aquí insertan ima cita de Francisco que parece decir que las situaciones sociológicas nuevas, democráticas y pluralistas admiten e incluso requieren variaciones (¿reajustes?) de principios morales permanentes.
El Padre Casalone luego procede con una pregunta., es decir: «si hay que dar una valoración global negativa a este PdL [proyecto de ley], con el riesgo de favorecer la liberalización referendaria del asesinato del consentidor, o podemos tratar de abaratarlo modificando los términos más dañinos». El mayor mal sería un posible referéndum sobre el suicidio asistido que podría dar una existencia más dañina. Parece una alucinación: ¡aquí vamos de nuevo con la teoría del mal menor! No sólo el magisterio secular no ha servido en este punto, sino tampoco la experiencia política reciente. Dame el ejemplo de un solo caso en el que esta lógica del mal menor ha dado sus frutos. Si el «mal menor» sigue siendo un mal absoluto, como en este caso, no está permitido perseguirlo, buscarlo, para evitar un mal mayor, porque ya es el mal mayor.
Es fácil ver que en la base tanto de las afirmaciones anteriores como de la última tesis sobre el mal menor se encuentra el gravísimo problema del abandono de la doctrina de las acciones intrínsecamente malas , que los teólogos aventureros eliminaron hace mucho tiempo, y siguieron después de Amoris laetitia, también por el propio Magisterio. Hoy, lamentablemente, ya no hay nadie que presida esa doctrina, con todo respeto a Veritatis splendor y nuestra tristeza espiritual. El padre Casalone, como prueba mayor de esta valoración mía, plantea la cuestión de las «leyes imperfectas», cuestión que está sumamente aclarada, pero no por la teología aventurera: las leyes imperfectas sólo pueden ser buenas, las que siempre contienen malas acciones son perfectamente injustas y por lo tanto no perfectibles.
Al final del artículo está el discurso más deprimido y deprimente : “Debido a la situación del país y la convocatoria de la Corte Constitucional al Parlamento, nos parece importante que se produzca una ley. La inacción del legislador o el hundimiento del PDL asestaría un nuevo golpe a la credibilidad de las instituciones, en un momento ya crítico”. O sea: ahora resulta que es el patriotismo constitucional el que dicta la ley a las conciencias.
Dados los principios del Padre Casalone , ya no es posible una acción política católica, y no simplemente de católicos. Ahora lo que para ellos vale es el diálogo pluralista, los cálculos para evitar presuntos males mayores, la defensa de la credibilidad de las instituciones… bueno, para ello basta lo demás y avanza.
Por STEFANO FONTANA.
SÁBADO 15 DE ENERO DE 2022.
CIUDAD DEL VATICANO.
lanupovabq.