Servir es una cualidad esencial de Jesús, pero María es cuidadosa en enseñar a su Hijo esta virtud, pues ella es la primera servidora del Reino: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su Palabra». Jesucristo reconoce que no vino a ser servido, sino a «servir y dar la vida por los demás». Veamos.
- «YA NO TIENEN VINO»
María percibe una necesidad, un problema o una situación adversa en la fiesta de ese matrimonio, por lo cual, interviene de manera voluntaria, porque nadie le pide nada. Si se acaba el vino se acaba la alegría y la fiesta. Es importante conservar el gozo y la alegría de los esposos y sus invitados. Su intervención no solo ayuda a una familia en apuros sino también le da un empujoncito a su Hijo para que inicie su ministerio público. María propicia el inicio de la misión de su Hijo, que es «salvar» al hombre del mal, del pecado y de la muerte (cf. Jn 3,17). Cristo «salva» a una familia (cf. Mt 1,21), «está presente» en sus necesidades (cf. Is 7,14) y los apoya como un «amigo» (Jn 15,13). Jesucristo afirma que él no vino a «ser servido, sino a servir y dar la vida por los demás» Mc 10,45. Cf. CATIC # 430.
- «LLENEN DE AGUA ESAS TINAJAS»
Dios bendice a su pueblo y lo hace a manos llenas, le promete «una tierra que mana leche y miel» Ex 3,8.17 y su pueblo no sólo recibe «un año de gracia» Lc 4,19; sino también la «efusión del Espíritu santo» (cf. Jn 20,21-22). Él nos invita a tener confianza en su Padre y pedirle con insistencia: «Mi Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan» Lc 11,13 y Mt 7,11. El agua es un signo de purificación, pero la sangre es un signo de redención. Cristo nos entrega en ese cáliz lleno de vino, su sangre preciosa que es «derramada por nuestros pecados» y el signo de «la nueva alianza» Mt 26,28. El agua convertida en vino salva a los esposos de un final desastroso en su fiesta, el vino transformado en sangre de Cristo (transubstanciación) salva al ser humano de la condenación. Ahora no nos da ni agua ni vino sino su sangre para tener «vida eterna» Jn 6,54.
- «HAY MUCHOS SERVICIOS PERO EL SEÑOR ES EL MISMO»
Jesucristo es el mejor modelo de servicio: Yo vine «a servir y dar la vida por los demás» Mc 10,45 y María, su Madre, es la primera servidora: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su Palabra» Lc 1,38. Servir nos hace imitadores de Cristo y nos pone en el camino del Discipulado. La Iglesia, por naturaleza, es servidora, nace de la misión y para la misión. Al respecto, Jesucristo nos recuerda que: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos» Jn 12,26. Por lo cual, creemos que servir a Dios es un privilegio y debemos hacerlo por agradecimiento. Además, debemos servir con alegría y con amor; recordando que el que no vive para servir no sirve para vivir.
Los servicios que podemos dar en la Iglesia son: ministerios instituidos (ministros de la comunión, celebradores de la palabra y ministros de catequesis); además, también podemos brindar servicios en Liturgia como: lectores, colectores, salmistas, monaguillos, coros, rótulos; servicios en la Caridad como: visitas a enfermos, encarcelados, ancianos, migrantes, etc. Servicios en la catequesis como: auxiliares de catequistas, impartidores de pláticas pre sacramentales, pláticas a papás y padrinos, retiros, kerigmas y acompañamiento personal. Servicios varios: equipos de oración, de limpieza, de ornato, de sanitización, de transmisiones en vivo, comités de capilla y de economía. ¿En qué está sirviendo tú y tu familia a Dios?